Me alimento en tu sexo.
Sintetizando el corazón, pienso en él,
Antes del día de los deseos.
Hurgo el brote del comienzo, está a la sazón.
Y agoniza un estremecimiento arcaico,
En tu majestuoso y disoluta fecundidad.
Pienso en él, en su cauce más fecundo,
Y en el armonioso espasmo que el vientre de la sombra estremecedora alumbra,
Aunque la expiación conciba y se detenga,
Del mismo Dios propio.
Gnosis, cuadros representados de todos los tiempos.
Pienso, si, en el cerril animal libre que soy.
Que goza donde pretende, y alcanza el cenit y bendice,
El sitio secreto donde el sudor se proclama lujuria.
Me siento escandalizada como una abeja de miel en los crepúsculos.
El néctar de las flores son los éxtasis que vivimos.
De todos los jardines botánicos, que adrede construimos,
No me arrepiento decir que soy culpable.
Cada vez que espiro siento la muerte y la vida.
Tú orgasmo es un estruendo mudo.
Que se pierde en mí luz,
Y esa luz es el faro de todos los navegantes.
De todos aquellos que han sentido una sola vez el amor de otro.
