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Nueva Vida

En mi agitada y agradable vida de juventud eh disfrutado con gozo de una innumerable lista de amigos y toda clase de actividades… como el gimnasio, las salidas nocturnas, las clases de facultad, el trabajo en la oficina, partidos de fútbol… a veces de tenis, interminables noches de truco y escapadas inesperadas en los feriados largos.
Realmente me gustaba mi vida, rara vez paraba en casa al terminar la semana, siempre alguna invitación llegaba oportuna a mi celular o casilla de mail. Si bien recuperarse al otro día para cumplir con mis obligaciones laborales era más que molesto… era el precio pagado por tanta diversión con amigos, mujeres hermosas, familiares o conocidos la verdad es que nadie quedaba afuera.
Por suerte siempre tuve la capacidad de poder mantener el contacto necesario con casi toda la gente que conocía en el camino. Mis fiestas de cumpleaños eran famosas en el barrio donde vivía ya que nadie se perdía aquella diversión asegurada. Ese año organizamos una megafiesta en la casa de campo de un amigo para festejar mis 27 años y sería el punto de partida para una nueva vida.
Salimos a las ocho de la mañana desde mi casa de Alvarado, para hacer más interesante el viaje partimos en cinco motos para disfrutar del sol y la ruta provincial 502.
Hacía calor y el cielo estaba despejado, sería sin duda una buena jornada. O al menos eso creíamos. En cambio desperté esa noche en la cama de un hospital con el cuerpo adolorido y simplemente oscuridad.
Al principió pensé que habían tapado las ventanas para que pudiera descansar pero cuando por fin descubrieron que estaba despierto todo se aclaro… mis ojos ya no servían. Algo en mi cabeza simplemente se había desconectado y si bien podía ser parte del shock tras el accidente los médicos no daban muchas expectativas. Y no se equivocaron… hoy tengo 42 años y nada ha cambiado desde entonces.
Todavía hoy me preguntan si fue duro... y sé que fue lo peor que me pasó en toda mi vida. Al principio con la ayuda del plantel psicológico del hospital donde asistía a las sesiones dos veces por semana, el apoyo constante de mis familiares y muchos de mis amigos trate de aceptarlo.
Pero simplemente el tiempo pasó y una tarde sentado en el jardín de la casa de mis padres me di cuenta que ya nadie me visitaba y fue entonces cuando dejé de admitirlo… la envidia y la bronca por la vida que había perdido me consumían por dentro y comencé a sufrir de insomnio crónico así que me medicaron contra los nervios. Las pastillas me hacían dormir toda la noche, descubrí que en los sueños mágicamente recuperaba esa visión perdida y ya no me sentía infeliz. Entonces reemplace el insomnio por horas extensas de sueño lo cual volvió a preocupar a mi familia.
Mi médico de cabecera que ya se había vuelto más molesto que mi padre me recomendó inscribirme en una escuela para personas no videntes donde podría aprender a leer el braile y que según él podía aspirar a una vida independiente como la tenía antes.
Si bien no le creí una palabra creo que fue la forma en que escuché llorar a mi madre lo que me impulsó a aceptar esa invitación.
La verdad no me fue tan mal, con el tiempo aprendí a leer y escribir, a usar ese maldito bastón blanco y hasta hice amistades de importancia con varias personas.
Todo esto en 15 largos años, creo que para mí fueron como 100 de condena y de nada valió aprender a manejarme solo. La ciudad se convirtió de repente en una selva peligrosa donde nadie me veía, ni me escuchaba.
Podía esperar más de 20 minutos en el cordón de una calle hasta que alguien se dignara a ofrecerme una ayuda, mientras miles de pasos retumbaban alrededor mío.
Y como hacen naturalmente los animales cuando alguno de la manada nace débil o con alguna malformación se me empezó a aislar porque ya no servía. Este municipio que por ejemplo dice no poder darse el lujo de tener semáforos sonoros para no videntes, donde las calles sin rampas con sus baldosas hachas trizas no me permitieron caminar sin tener miedo de romperme la cabeza…. Igual que la feroz jungla de repente todo se volvió una odisea peligrosa que ya no estoy dispuesto a soportar.
Me dirijo hacia la avenida más importante con mi bastón y una remera con la leyenda “¡¡estoy preso de esta cuidad de mierda!!” se que es cuestión de segundos hasta que un vehículo me arrolle nuevamente… pero espero que esta vez lo haga bien y termine su trabajo. No quiero lastima de nadie ni pedir por favor que alguien me ayude. Es horrible sentir que perdes la dignidad todo el tiempo porque nadie piensa en vos, ojala esto sirva para tomar conciencia. Yo tengo los huevos para elegir mi final pero hay miles que son presos en sus propias vidas porque según el gobierno de turno no hay presupuesto para ocuparse de “los pobres discapacitados”…
Aca les dejo mi sangre, mis huesos y esta carta dirigida a todos los medios de comunicación de alcance municipal y nacional… sé que por lo menos seré parte de las primeras planas en estos días. Si se preguntan por mis últimas palabras aca se las dejo: Que la vergüenza caiga sobre los que no hicieron nada pudiendo haber hecho mucho…
Ramiro Álvarez Costa
DNI: 20.357.904

Esta es la carta mencionada que dejo en la redacción de este diario.

El señor Álvarez Costa fue trasladado hoy al cementerio Nueva vida de esta cuidad en medio de una gran procesión de personas que apoyaron instantáneamente su causa. Hasta el momento no se conoce declaración oficial de parte del gobierno nacional en tanto el candidato a intendente Mario Ferrari comunico sus condolencias y solidaridad para con la familia a través de un llamado telefónico realizado hace minutos nada más.

Emme01 de septiembre de 2010

1 Comentarios

  • Indigo

    Me gusta lo escrito, desenvuelto dominio de la redacción, evocas tiempos difíciles, algo triste, preocupante...

    03/09/10 01:09

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