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El Viajero Inmovil

"Don Quijote es un usurpador que le birló el estrellato y el protagonismo a Alonso Quijano."
El Quijote y su laberinto vital. Francisco Alonso Fernández (*), 2005.

La historia oficial es mentirosa, sobre todo en lo que a él de refiere. Dicen sus archivos falaces que murió sereno y durmiendo, rodeado de su familia en la finca Los Abriles, allá por el alto Paraná. Fue el mismo día en que en un inolvidable atardecer extrañamente violeta se desató la plaga de mariposas que oscurecieron el cielo por tres días y las campanas de las iglesias tocaron a arrebato sin que nadie tirara de las cuerdas de los campanarios, así, solas, cada sesenta y nueve minutos, por los tres días. Lo veraz es que murió loco, amarrado a su lecho por su único hijo y gritando blasfemias a los cuatro vientos y llamando hidepu al Redentor y vejete mezquino al Creador. Lo cierto es que comenzó coleccionando mapas antiguos, para revivir en ellos, voyageur de cabinet, las navegaciones, naufragios y descubrimientos de lusitanos y españoles. Conoció los detalles de paisajes, mareas y nativos, recorrió bravamente las rutas de las especies, circunnavego tres veces el mundo en el Trinidad y las tres veces participó en su hundimiento ex profeso para que no lo tomaron los portugueses arranchados en las Molucas. Y todo sin moverse de su estudio de altísimos ventanales que daban a la quinta de árboles frutales donde los zorzales eran dueños y vigías. Pero el descubrimiento, la exploración y el conocimiento de tantos continentes nuevos hicieron que su asombro se le fuera anquilosando, osificando. Hubo días en que no encontró ni una sola pequeña maravillas entre las páginas de diarios de viajes de fábula y bitácoras de argonautas imposibles. Por ese entonces fue que decidió encerrarse en ese mismo estudio con víveres y trastos de viaje para cinco años, una antigua brújula del siglo XVIII y los cuatro volúmenes del “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente” del Barón Alexander von Humboldt. Durante esos cinco años leyó, releyó y volvió a leer hasta el cansancio, (y la locura), los treinta folios con la vista de la Cordillera y monumentos de los pueblos indígenas de América, el examen crítico de la historia de la geografía del Nuevo Continente, el Atlas geográfico y físico del virreinato de la Nueva España, el ensayo político del mismo virreinato y otro sobre la geografía de las plantas, y la narración inconclusa de sus viajes que incluía otro ensayo político sobre la isla de Cuba, y todas estas vainas con sus anexos, tablas, imágenes y comentarios al margen. Así recorrió diez mil kilómetros, partiendo de Cumaná y Caracas, en el Alto Orinoco visitó La Esmeralda y el río Casiquiare, pasó por Santafé de Bogotá, remontó el río grande de la Magdalena y ascendió por los senderos de los Andes camino a Quito, recorriendo la Nueva España de hocico a rabo. En fin, anduvo por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y México, y alcanzó a visitar Cuba y Estados Unidos antes de regresar a la Europa de donde no había partido. Y por eso, en llegando al viejo continente fue que su razón se extravió por el delirio del hambre pues hacia ocho días que se le habían terminado sus vituallas, y había estado comiendo el papel del primer tomo del “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente” del Barón Alexander von Humboldt y las semillas de una maraca venezolana que estaba hecha de una calabaza de totumo (ii). Cuando descerrajaron la puerta después de una semana en que la familia no escuchó ningún ruido de vida en el estudio lo encontraron sentado en el piso, en un rincón, gritando que le bajaran el equipaje con cuidado para que no le arruinaran los herbarios que con tanta ciencia y paciencia había recolectado en su viaje por las regiones equinocciales. Vale.


(i) Neurólogo, catedrático de la Universidad Complutense y miembro de la Academia Nacional de Medicina de las Españas.

(ii) Cresentia cujete Linnaeus.

Nota.- El autor agradece a Jorge Luis Borges, a Gabriel García Márquez y a Francisco Antonio Ruiz Caballero sus aportes inevitables.
Fsrbanda26 de mayo de 2010

1 Comentarios

  • Grekosay

    Saludos:
    El historiador es el receptor de las mentiras de sus amplias consultas, de sus escarceos por dar un cierto retoque épico a la esencia de toda la historia, ser el horizonte más abierto que contiene el cajón desastre del universo. Mi pregunta siempre es la misma...¿ De dónde surge la nción histórica del historiador? Desde la afirmación ciencientífica del XVIII, y la prufundidad en lo rotundo del método científico...es difícil adivinar si un tal Alejandro y Güel, natural de Ponferradilla publigo en el XVI "De la obsesa penuria de un caballero que se las hacía ver de andante, mientras desconocía que desde el quicio de la puerta al horizonte más lejano...todo era "paranoia". Un saludo.

    26/05/10 10:05

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