TusTextos

Deep

Por fin llego a mi rincón especial, esa pseudonave que me lleva a un viaje efímero hacia los recovecos más profundos de mi ser. Burbujeante y expectante, todos los dispositivos están listos para partir. Mis dos rodillas sobresalen por encima del horizonte tembloroso, firmes y contundentes, como dos antiguos volcanes que hacen a su vez de vigías y protectores de la paz de mi océano particular. Mis Atlántidas.

El tercer vértice, de los que resisten en la superficie, es mi razón. Cautelosa, como el viejo sabio y paciente, espera hasta que todos los menores están en reposo.

La barbilla entra en contacto con el agua, a la vez que la parte posterior del cuello se desliza por el final del recipiente. A medida que desciende la cabeza, los cabellos se dispersan, reacios a sumergirse en dichas aguas, y ocupan la superficie líquida, creando sombras en partes del cuerpo donde antes no las había. El pecho ya no se ve a través del fluir.

Empezando por el labio inferior, el agua acaba sumergiéndolos por completo. El descenso deja de ser en diagonal para retrasar el rostro hacia la espalda, dirigiendo la vista hacia los cielos, como símbolo de alabanza a los dioses. El agua alcanza los orificios auditivos y, sin pausa previa ni amago de cautela, inunda completamente los túneles que me conectan con el mundo real.

Las pestañas descienden y la vista se ofusca a la vez que el tercer miembro de los vigilantes queda reducido al borde de la nariz.

La nave se detiene y, en ese mismo instante, despega. Empieza el viaje.

Oigo unos pasos que se acercan. Pero no cambian de tonalidad. Sólo de tempo. Parece que se acercan sin prisa, caminando. No sé quién debe ser. No esperaba a nadie. Quizás alguien me haya echado de menos. Bobadas.
Suenan como unos pasos decididos, saben a dónde van. ¿Vienen hacía mí?

Noto como los pasos se aceleran. Cada paso retumba en mi sien, transportado y amplificado por el fluido vital, las ondas me advierten de su apresuramiento. Cada vez suenan más rápido, se aceleran. Los pasos se repiten hasta el punto de que se confunden el final de un pisar, con el inicio del siguiente. Parece que se deslice directo hacia mí. Mi respiración también se precipita.

Me levanto asustada de un solo movimiento. Giro mi cabeza y miro alrededor. No hay nadie. Sólo la toalla tirada en el suelo y medio lavabo lleno de agua.

Me doy cuenta de que respiro agitadamente. Miro hacia mi pecho. Se hincha y resopla como si le fuera la vida. Mis sentidos me devuelven la calma.

Los pasos se vuelven a alejar…
Gehenna25 de agosto de 2015

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