(...) Y al fín lo hallé, escondido en algún remoto rincón de mi oscura alma. Esa llama, ese fuego que arde solo por él. La misma persona que antes me rechazó ahora me declaraba su amor eterno. ¿Seria esto un sueño? El preludio de una pesadilla que despertaría en cuanto abriera los ojos?
Me mantenía con los ojos cerrados, temiendo ver la triste realidad.
Jack, mi alma y cuerpo, me abrazaba dulcemente, meciendome entre sus fuertes brazos. Sus ondulados mechones de pelo rubio como los rayos del sol acariciaban dulcemente mis mejillas brindandome una tierna sensación de delicia mientras susurraba con su voz dulce, palabras que hace tiempo olvidé. ¿Sería real aquello que me ocurría? ¿Volvería a ver esos dulces ojos inimaginables si vencía mis miedos de despertar?
Al fín decidí enfrentarme a la dura realidad y, en cuanto abrí los ojos, pude notar, una vez más, como la tristeza envolvía mi corazón hace tiempo corrompido. De nuevo, fría como la existencia de la Emperatriz de los Eternos Hielos, se alzaba ante mi la poderosa celda que contenía toda mi ira y frustración. Jack no estaba ahí... Nadie podía escuchar mis lamentos y mi mudo sufrimiento. Y aquellos que tan insistentemente me vigilaban; a mi, triste alma despojada de su abrigo, débil llama que ardía alimentada por las ganas de volver a ver esos ojos cuyo recuerdo me había sido arrebatado hace ya tanto tiempo, volver a acariciar esos dulces cabellos rubios como el sol; hacían caso omiso a mis ganas de huir, desplegar mis alas negras, rotas y desgarradas por el dolor, para volver a aquel quien me arrebató mi corazón y mi cordura hace tiempo.
Después de todo... desde hoy en adelante... yo no soy nada más que una sombra olvidada en medio de un odéano perdido.
