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Last Bullet

Expectante en la recamara. Sintiendo ese pulso que es ajeno, que es imperceptible por esa masa inerte. Implica sólo ese saber de la imaginación, ese saber que le es propio y que por ningún motivo le puede ser privado. La espera es insesante, al igual que los nervios. Corre por las venas ese frío que altera, que no deja ser plenamente un animal de treinta y seis grados. La frente o la boca, una decisión que de ninguna manera será errada. La espalda completamente mojada al punto de deshidratarse. Un final es predecible, un intento es innegable, sintiendo ese lapso de imaginación, esos escasos segundos del helado metal. A través de la conciencia todo un pasado, todo un cúmulo de rastros que van apareciendo y desapareciendo a cada paso. La milésima de segundo es el gatillo, el gatillo a su vez es el disparador y el disparador sin lugar a dudas es otra vez la imaginación. La plata atraviesa la sangre hasta que finalmente se libera de ella. La bala, ese sostén reparador y anhelable, ahora goza de una paz purificadora, de un estadío de tranquilidad inalterable.
Un abrir y cerrar de ojos, un cliché que no se disimula, un tiempo que se detiene, hasta que finalmente la imaginación cesa. La luz sobresale y la cotidianidad de hace niebla.
Gorrion27 de enero de 2010

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