Ya me he acostumbrado a ordenar y limpiar el desastre ajeno. Mi naturaleza me obliga. A veces me odio a mi misma y me gustaría poder abrazar toda esta mierda de desastre y revolcarme entre la ropa sucia desordenada tirada en el suelo. Y que me importara una mierda que mi clasificación alfabética ahora solo sea un ordenado azar.
Mi día a día sigue algo tal que así: Me acuesto en mi ordenada habitación y me levanto en el desastre de mi pocilga. Antes de desayunar lo dejo todo ordenadito y pongo mi ropa sucia en el cubo de la ropa. Antes de salir hacia el trabajo, vuelvo a mi habitación para coger la agenda. Pero no está donde la dejé. 5 minutos más tarde la encuentro debajo de la pila de ropa que ahora es mi silla. Tras 10 minutos ordenando la casa me vuelvo al trabajo. Al volver todo está hecho un desastre.
No se quien desordena mi vida. Bueno, en realidad la conozco muy bien a esa hija de la gran puta. No lo hace a posta, la pobre sólo es gilipollas y no tiene sentido de la organización. Algo va mal en su desordenada cabeza Seguro que no puede ni poner una frase junta. Me gustaría darle un guantazo. Y echarla. Echarla de mi casa, de mi vida y de mí. Desearía destrozarla para que dejara de hacerme el día a día imposible.
Desearía matarla, pero no quiero suicidarme.
Ordeno la habitación, una vez más, antes de irme a dormir.
