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Nada de Nada

Cuando no tengo ganas de nada, cierro mis ojos y... miento. No hago nada especial, filosófico ni que deje a uno reflexionando. Cuando no tengo ganas de nada, me enojo conmigo misma por no tener ganas de nada.
Primero, hago una lista mental de todas las cosas que debería hacer. Pierdo el tiempo pensando en que si no hago la tarea me arrepentiré al día siguiente y probablemente me gane una mala nota. Eso a veces me empuja a moverme, pero hoy no es el caso. Tengo mucha tarea por hacer, cabe aclarar.
También, comienzo a ver las cosas que me gustaría hacer, pero que siempre digo que no tengo tiempo. Bien, si no hago las tareas, entonces haré eso que me gusta. Busco algún cómic genial, o un libro, un video, una mísera canción. No funciona. Mi mente sigue sin motivarse.
Tal vez hablar con alguna amiga sirva de algo, aunque no lo creo si se trata de mensajes a través de pantallas y estoy algo irritada con ellas. Lo sé, soy insoportable.
Lo que sucede es que, durante días, me esfuerzo al máximo, poniendo todo el empeño en todos mis deberes. Con entusiasmo hago las cosas, empujo a los demás, los animo, hasta me animo a mí misma y trato de alejar la idiotez usual en mí.
Pero mi energía se agota. A veces, en un sólo día me suceden cosas buenísimas, pero allí se va todo lo bueno de mi semana. En un día.
Luego, me enojo con todos, sucede esto de que no quiero hacer nada y me entran ganas de insultar a todo el mundo. Soy una puerca egoísta, cruel, fría,que poco le interesa lo que piensan los demás. Contesto de malas maneras, digo lo que no quiero decir... el mal humor me domina. Sólo porque quiero descansar, quiero despejarme, quiero que todo desaparezca. Cualquier preocupación, queja, pensamiento, obligación, quiero que se desvanezcan para siempre. No quiero sentir ni pensar en nada, sólo tener la mente en blanco, literalmente, y el silencio lo único que me gobierne.
No obstante, no me puedo librar de esta inmunda sensación de inutilidad. El mundo nos impuso el trabajo, las cosas que se tienen que hacer para que seamos seres humanos honestos. La educación de mis padres fue muy clara: el que trabaja es bueno, el vago es malo. Así que, hago el esfuerzo de levantarme, pero cuando veo todo lo que tengo por hacer, me vuelvo a acostar.
¡Me odio!
Por Dios, ¿por qué no solamente no existo? ¿Me convierto en aire libre y etéreo? No me molestaría ser la hoja de un árbol, el tallo de una planta, una pequeña piedra insignificante. Justo en este momento, agradecería la mutación con gusto y placer. No necesito un cuerpo, ni habilidades de inteligencia superiores a cualquier animal. No las necesito porque no les encuentro sentido, ¡utilidad!
¡Oh, vamos! Lo que necesito es sentir el aire en mi cara, que el sol esté permanente sobre el cielo, y que si mañana no hago nada, nada suceda. Nada. No hayan malas miradas, pesar, regaños, prejuicios.
Es tan difícil ser humano, cómo te envidio Margarita querida. Es una perrita que toda su vida la pasó en tranquilidad. Sin ninguna obligación más que la fundamental dictada por la naturaleza: mantenerse con vida. Eso conlleva comer, dormir, todas sus necesidades biológicas. Pero, ¿el resto? Y ella es feliz.
¿Por qué no podemos ser felices con la nada? ¿Por qué necesitamos un todo para sentirnos completos? ¿No podemos simplemente vivir sin nada?
No quiero escuchar, ni ver, ni sentir, sólo escapar. Hasta que mis piernas no puedan más o mi asma no me lo permita. Cuando esté agotada, que la muerte se me acerque, sonreír.
Qué pensamiento más lúgubre.
Pero es de lo único que tengo ganas ahora.
Guady119 de mayo de 2015

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