Es otoño en Lima. Garúa. Una lluvia fina moja las veredas, a los transeuntes. El frío es intenso. Ando con doble chompa, con chalina. Hasta me arrepiento de llevar el cabello al rape.
Allí está Pamela, más abrigada que yo. Tiene las mejillas frías.
Vamos a un café. Ella da saltitos esquivando los charcos. Parece niña. Juega a formar volutas con su aliento como si fumara un cigarrillo invisible.
Pedimos dos cafés. Ahora estamos sentados uno al frente del otro, al abrigo del local.
-Loco el presidente, ¿no? me dice-. Ese tío anda más rayado que los LPs de mi abuelo Juvencio. ¡Querer organizar unos juegos olímpicos cuando estamos hasta las patas! Se nota que le falta su litio.
Suelta una carcajada fresca como un amanecer de este otoño.
-Mmm es lo único que digo, concentrado en contemplarla. Hace tiempo que no escucho las noticias, que no leo los diarios, menos que veo televisión. Prefiero un disco de Ana Belén, de Serrat, de Manuelcha Prado o de Nancy Manchego para no joderme más los oídos por tanta huevada que pasa en el Perú. Las noticias son la misma mierda de todos los días, de todos los años.
-Me alegro que hayas ganado el concurso me dice. Sí, se nota que está alegre, feliz. Esa sonrisa es tan clara como un manantial de mi pueblo.
-Más me alegro yo. Ahora sí podré pedir licencia.
¡Un mes sin ver a los pulgosos! Solo quiero dormir un día entero. Un día entero sin salir de mi cama, ni a cagar.
-¿A dónde nos vamos?
-A Ica, o a Trujillo. ¿A dónde quieres ir tú?
-Donde tú me quieras llevar.
-Iremos a Ica, a Trujillo.
-¿En serio, amor?
-Claro. Y también a Arequipa. Con el próximo premio nos vamos a Europa.
Pamela sonríe.
Terminamos el café y salimos. La mañana está fría, garúa.
Buscamos un refugio para amarnos. Pienso que con el dinerillo que me den por mi novela podré alquilar un buen lugar para amarnos, lo amoblaremos a nuestro gusto, compraré un equipo de sonido, muchos discos.
Es otoño. En el cielo las nubes están quitas como una estatua. Nos apuramos.
