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Sus Ojos

LAS GÉLIDAS AVENTURAS DE CIRILO


1.
Ella era muy linda, de nombre Hilda, su cabello largo y oscuro, labios delgados y rojos, dentadura simétrica y unos ojos tan profundos, era como mirar a través de un par de ventanas la inmensidad del océano.
¡Que oficio tan vulgar!, tan impropio para semejante angel, considerando su espectacular belleza y la complejidad de sus aspiraciones. Siempre tuve esa duda, ¿ Por qué una mujer con tales características trabajaría de camarera de una cafetería tan sucia?, era un nido de ratas. Nunca lo comprendí. Mi relación con ella era más bien de pocas palabras. Yo le ofrecía mi cariño, mi completo respeto y mis oraciones, y ella me brindaba el placer, el descanso a mi mente de las tormentosas voces de mi pasado, las que me señalaban siempre un camino de miseria, las que me esclavizaban. Hilda siempre cortó los nexos con las voces y me permitía ser libre, ya no me podían escuchar y por lo tanto no podían atosigarme con sus malvadas peticiones.
Hace un tiempo los espiritus de mi mente me pidieron quitarle la vida a un mendigo. Si me lo pregunta lo tenía merecido, era casi imposible no coincidir con ellos en ese caso. Un sucio vagabundo, yo creo tendría años sin bañarse, estaba allí sentado, llenando de pestilencia el ambiente con un aura marrón verdosa de hedor, recostado con la mano alzada pidiendo caridad a los ciudadanos, sin importarle si eran niños, mujeres o ancianos. Ese hombre, me hacía una atenta invitación a reventarle el cráneo a martillazos, y lo habría hecho , pero Hilda me detuvo: Entró en mi mente vestida de princesa, cortó los hilos espectrales de mis captores, ¡los hizo añicos! Y posó su cálida mirada en mí. Sus ojos profundos, las ventanas a la majestuosidad del océano y se desvaneció.
Los fantasmas de mi mente no volvieron a mostrarse, tenía una atalaya en mi cuarto contra los malditos, un altar a mi musa protectora, una gran fotografía que le había tomado a mi Diosa Hilda, la llené con toda clase de ornamentas, objetos para mí sagrados y un montón de fichas de refresco plateadas que exacerbaban la celestial luz que de su retrato emanaba.
Cuando sentía que los demonios estaban cerca la llamaba:

“ Oh belleza y justicia, Oh belleza y justicia
Oh belleza y justicia, ¡posa tu inmensidad en mi cuerpo y libérame!”
Había encontrado la solución. Todos los días a la misma hora iba a la cafetería y pedía un americano. Platicaba con ella, muy escasa la charla, la mayor comunicación provenía de la mirada, era una relación extraña. Por la noche ella me liberaba y cuando acudía a su trabajo se mostraba fría y distante.
¡Pues claro! Era obvio. Ella ocultaba su verdadera identidad, para hacer justicia a otros desdichados como yo. Era una guerrera celestial enviada por el omnisciente a terminar con los soldados oscuros que habitaban en huéspedes como yo.
Un infausto día, pese a su inicio cotidiano, es decir, la misma hora y siguiendo servilmente mi ritual acosador, fui a la cafetería sucia y pedí un americano. Esa mañana Hilda se veía especialmente atractiva. Su cabello negro cobraba vida con su caminar. Dios Santo!, era tan linda…
Dí un sorbo a mi café, y la ví atender a dos hombres, esos patanes le decían cosas que yo no alcanzaba a escuchar, pero seguramente eran obscenidades.
belleza y justicia, Oh belleza y justicia
Oh belleza y justicia….

Repetía sin cesar desde mi mesa, observándola atender a ese par. Y de pronto ocurrió. Ella se reía de sus vulgaridades, de sus sucias peticiones. Ella empezó a sonreírles, al parecer le gustaba que le hablaran sucio. Empezó a acariciar sus pechos, y mover las caderas con provocación, y luego¡ los malditos, hacían ademanes obscenos y sacaban sus lenguas de forma lasciva! Y ella reía, disfrutaba!. No sabía si esa escena era fruto de mi delirio o si era la realidad jodida y cruda. Algo así como despertar con agua fría de un hermoso sueño y volver a la monotonía de una vida sin aspiraciones.
Me invadió un dolor en el vientre y empezé a sudar frio. Estaba envuelto en rabia, y comenzó de nuevo, lo que siempre vuelve, lo que no me deja tranquilo:
Mis fantasmas comenzaron otra vez… los demonios surgieron de la nada y se sentaron en mi mesa.
“ Es una puta Cirilo, es una puta, le gusta lo vulgar, si por ella fuera tendría sexo con esos dos, ahí frente a los niños”
Por primera vez coincidía ante dicha afirmación, de las voces retorcidas. Las siempre presentes. Pero no podía pensar mal de ella. Ella era un ángel. Si hacía eso era quizás porque estaba en una operación en cubierta, quería ganar la confianza de esos demonios antropomórficos, camuflados entre las masas. Quizás solo esperaba que ellos le mostraran su guarida, para enjuiciarlos por sus delitos, mostrar su gran espada de luz y decapitarlos; regresarlos al lugar del que nunca debieron salir.
Mi pensamiento se tornaba desorganizado, cada vez más confuso, un montón de ideas mezcladas, un montón de gritos Comenzé a sudar frio nuevamente, palidecí, mi boca estaba seca, la luz comenzó a ser cada vez más y más intensa. Me comenzó a doler el estomago, ¡sentí los latidos de mi corazón uno tras otro! Resonaban en mis oídos, cada vez más rápido, sentí desfallecer, como antes.
El médico me había recetado calmantes, para lo que él llamaba un ataque de pánico. Tenía años que no visitaba a ese maldito arrogante. Me levanté de la mesa y huí del lugar. Esperando no volver.
Y a en casa, fui al altar y destruí todo, no dejé rastro de lo que algún día fue un recinto a mi musa. Si yo hubiera sabido que lo que yo había visto era producto de mi celotipia paranoide, jamás habría siquiera pensado en destruirlo. Ví arder el altar frente a mis ojos.
Me sentí exhausto, dormí 20 horas, solo para despertar y no dar crédito de lo que había hecho. La culpabilidad me inundó. Y las voces regresaban, de manera paroxística, siempre diciendo cosas negativas: “ mata a la puta”, “nadie te quiere cabrón”, “chúpame la verga pinchi Cirilo joto”.
Parecían una maldita grabadora. No podía más que escucharlas y voltear a la puerta de mi habitación. Siempre creyendo que entraría un espectro de esos. babeando, con rostro demoniaco, a asustarme. El onanista, el cagón o incluso el adiposo. Cualquiera de ellos me había hecho mearme del susto más de una vez.
No tuve más remedio. Me había alejado de mi única cura. Y aunque estaba muy enojado con ella, la necesitaba.
2.

Pasaron 2 días, que viví en mi claustro, pensando, no dormía.
De noche en mi cuarto… mirando pasar las densas nubes por la ventana, la penumbra total acallaba cuando sucumbían a la intensidad de la luna llena.
Estaba muy asustado, los parpados cerrados con fuerza. Escuchaba ruidos, respiraciones morbosas muy cerca de mis orejas, gotas de agua hiperviscosa, seguramente era la salivación de las bestias, que después de destruido el monolito defensor, es decir, el altar a Hilda, la jurisdicción de esos bellacos se descercó. Se acercaron desde la sombras… me miraron, se les veía interesados esperando mi conclusión. Preguntándose lo que habría pensado, si quería vengarme de la musa, si quería alguna explicación, o si simplemente estaba esperando que se acercaran lo sufieciente para rezar: “ oh belleza y justicia… Oh belleza….” y ampliar mi crisálida excluyente de poder, otra vez, para mantenerlos alejados.

Lástima que eso no podía ser ya, por mi arrebato… por mi insensatez.
tanto tiempo que no veía a esos monstruos, tanto tiempo sin soportar sus infaustos comportamientos. Ahora escuchaba su respiración, sentía sus lúgubres miradas con completa atención en mí.
Abrí los ojos muy lentamente, y parpadee rápido hasta que mi punto focal se ajustó. Ahí estaban, los fantasmas. Uno sobre la cama, comenzó a defecar la colcha con hostilidad… terminaba de pujar solo para mirarme, con una sonrisa arlequinesca, con los ojos irrealmente abiertos, caricaturescos.
Al fondo, por las escaleras, otro saqueaba la cocina. Y el tercero se masturbaba con vehemencia. Esos 3 demonios habían sido mi compañía desde que tengo memoria. Y pese a que solo aparecían en paroxismos (casi siempre cuando mi elocuencia era minada por preceptos completamente ajenos a mi comprensión), Ahí se encontraban, como la cotidianeidad de mi despertar.

Los reconocí otra vez por sus actitudes, como a los pitufos, Gargamel. Uno siempre se estaba masturbando:el onanista. A veces pasaba su mano manchada de ese engrudo amarillento por mi ropa, para luego echarse a reír, cretinesco.
El cagón, siempre manchaba la cama y el último siempre estaba comiendo.
Tan apartados de sí. Oh!, pero cuando se trataba de apabullarme de sus ideas homicidas estaban allí todos, juntos como hermanos!, y me gritaban: “ MATALA!, mata a la puta!”, “vuélale los sesos” . inclementes huestes del infierno.
Por ese momento se encontraban inertes, supuse que mirándome desde la oscuridad total de la esquina de mi cuarto, formada por una perfecta proyección de sombra triangular desde los pilares de madera de la cama, justo al lado de las cenizas de lo que hace dos días los mantenía alejados: el altar.
Quizás desde el infierno, esos fieros gritaban a través de cuencos en mi mente que de alguna manera el altar y los rezos mantenían sellados. Pero ahora… estaban ahí liberados. Hostiles, sus miradas ansiosas, esperando… tan cerca de mí.
Debían de ser las 22:30, en quince minutos salía Hilda, la emoción me asfixiaba, de solo pensar en el momento. De aclarar las cosas, de presentarme con ella, al fin, de sincerarnos, ansiaba una explicación de su irracional forma de actuar con esos dos pervertidos de la cafetería. Aunque cada vez más me convencía que había sido una alucinación.
Mentiría si dijera que, la tortura a la que fui sometido tras esos días de enclaustramiento, extrañando el altar y siendo objeto de las más viles acciones de los monstruos; era pues lo que me impulsaba a encontrar a Hilda a como diera lugar. Le besaría los pies, le rogaría clemencia, y me dejaría de vicisitudes.
Parecía una buena idea. Si aquellos 3 fantasmagóricos trogloditas, se confiaban demasiado, podía Hilda tal vez, sentirlos, como soldados del inframundo y en ese momento deshacerse para siempre de ellos. Sin embargo yo temía.
¿Qué tal si aquellos entraban en mi cuerpo en un descuido torpe y … a manera de títere me utilizarían como un arma mortal?
Sin embargo debía correr el riesgo. ¡Era mi oportunidad!. Las cosas ya estaban más claras. Esos dos días despejaron mi psique, pese al apabullamiento constante de esos 3 injuriosos.
Hice un esfuerzo sobre humano para levantarme de mi postración. Considero necesario recordar que estuve 2 días con sus noches despierto, inmóvil, pensando.
Fue todavía una mayor proeza caminar por mi habitación, no solo por lo atrofiado de mis piernas, si no también por esquivar los montones y montones de orines y heces fecales repartidos en toda mi alcoba. Desechos de mis desagradables visitantes.
--a dónde vas joto?—dijo el cagón con hostilidad – no le respondí.
-- es que acaso te has decidido a buscar a la guarra esa de Hilda?
-- vas a pedirle ayuda cirilito?, o vas a destrozarle el rostro con una roca?—Já j aja… O mejor aún, violarla y después destrozarle el rostro con una roca – Reían sin parar entre comentarios desagradables.
Ignoré sus insensateces, tomé mi camisa más formal, una gorra y un viejo pantalón.
salí de casa, los antropomórficos raudamente me siguieron.

3.

Me encontraba fuera de la cafetería, al otro lado de la calle. Esperé impaciente que saliera Hilda. Pasaron 10 minutos y salió despidiéndose de un mierdecilla (al parecer era el encargado de cerrar el negocio).
Hilda cruzó la calle y yo retrocedí. Calculé su ruta y me escondí en una callejuela, en medio de la calle. La línea divisoria de dos negocios. Ahí donde se colocan los depósitos de basura.
Cubierto en la penumbra… Esperando, agudizando mi oído para escuchar el paso apresurado de las zapatillas de Hilda… Emocionado, excitado…

Cuando pasó lo suficientemente cerca, salí de la callejuela, le cubrí la boca con una mano y con la otra arrastré su esquelética figura hacía mi refugio provisional. El lugar donde había pactado durante esos dos días la reconciliación.
La solté. Ella estaba aterrada. Sus ojos de océano crispados, conmocionada, sorprendida. Volteó a todos lados, enmudecida por el horror, buscaba … ¿Una salida?
No estaba saliendo nada de acuerdo al plan… Pero aún así continué:
--te pido disculpas Hilda, por mi desliz… Por injuriar tu altar… Pero estoy tan arrepentido, espero tu comprensión. Espero también una explicación, aunque si no me la quieres dar también lo comprenderé. Mi criterio es muy inferior a tus planes.
Ella respiraba muy agitadamente, en un estado catatónico… finalmente muy lánguidamente dijo:
-- me llamo Daniela señor, por favor, déjeme ir --- A la mitad de sus palabras su voz se quebró, y empezó a chillar desconsolada – déjeme ir señor! Se lo suplico! –
Me invadió la ira – Daniela?!, que clase de afrenta es esta Hilda?, te estás burlando de mí? --- Se escucharon risas demoniacas, eran los homínidos… no había percibido su presencia, se encontraban suspendidos en las paredes de la lúgubre callejuela, como si los asquerosos muñones que llevaban por manos y pies tuvieran algún agente adherente. Tendrían mucho tiempo ahí, observando el espectáculo.
Hilda, se quedó callada ante mi enojo, y retrocedió un poco, estaba completamente asustada. Sus mejillas manchadas de rímel por las lágrimas de horror que había derramado. Sus Ojos, las ventanas del océano… las ventanas a la inmensidad, no eran más que 2 ojos comunes, horrorizados.
--No los ves? Hilda, no los ves?, míralos!, mátalos por favor, son ellos!, mis captores!!! – Se desmandó mi cordura y señalé arriba, a los limitantes muros de la callejuela, mi voz sonó tan despersonalizada, llena de terror y de incertidumbre.

-- ¡por favor no me haga nada!, se lo ruego – dijo chillando otra vez, pero ahora salió de su estado catatónico para sacar torpemente su cartera y me la acercó con su brazo tembloroso. Con un rostro que pedía clemencia.
No podía creer la inmensidad de su engaño… Primero me decía que no era Hilda, ignoraba a los monstruos y ahora me tachaba como un vulgar ladrón.

--OH belleza y justicia, oH belleza y justicia!, pósa tu inmensidad, liberame – mi último intento para despojarla de su aparente demencia falló… corrió gritando hacia el fondo del callejón despavorida, como si mi oración fuera el detonante de su locura. De su horror exacerbado.
-- Eh Cirilo!... Mira eso párvulo! – Onanista señaló un trozo de la escalera de emergencia que pendía semirrota al lado del depósito de basura.
Con todas mis fuerzas, la despegué de su sitio, escuché el crujir del delgado y herrumbroso metal que la mantenía firme. Y corrí tras de Hilda que en ese momento intentaba estúpidamente y presa del horror, subir por la pared de su hacinamiento, aunque parecía que intentaba arañar la pared con locura.
-- cállate ya pendeja!, hipócrita! – Le dí un bastonazo en la nuca que la desplomó inmediatamente como si se tratara de un bulto inerte.
Apenas calló al suelo y empezó a hacer movimientos belicosos, repetidos, caóticos. Su rostro pasó a ser el de un autómata rígido y sin juicio. Soltando abundante espuma de su estoma espástica.
--Aparte de embustera, es una tullida epiléptica Cirilo—gritó entre risas Cagón.
Contemplé un poco el decadente espectáculo… Y como no paraba de convulsionar le dí otro bastonazo en cabeza. Así quedó inmóvil, boca abajo. ¿Sin vida?
Los demonios comenzaron a reír frenéticamente, burlándose de mí.
-- eres un imbécil Cirilo, has caído en un engaño… Pero lo has sabido remendar, ahora lárgate, que quiero estar a solas con esa puta--- dijo Onanista, bajando lentamente por la pared, dirigiéndose mezquinamente hacia el cadáver de Hilda.
4.
Ahí, confundido, frente a una desconocida muerta… contemplé horrorizado mi crimen
¿Era acaso que esa prosaica mujer, temerosa ante mi delirante frenesí homicida, me estaba diciendo la verdad?. ¿Era acaso que la mayoría de mis contemplaciones; aquellos flash backs recurrentes, obedecían a mi naturaleza enfermiza?
Mi destemplanza ominosa; ¿Me había hecho el verdugo de esa pobre mujer? ¿De verdad nunca supe su nombre siquiera? ¿Nunca supe a quién le rezaba con absoluta sumisión, diariamente durante más de 2 años?
¿Era solo su presencia egregia, mi placebo? ¿Era su beldad el motivo de la remisión parcial de los ataques de aquellos engendros?. ¡¿Eran ellos un invento mío?!
O… Era un engaño de la tunanta?
- Uy sí! Que astuta!, seguro quería morir no?- Dijo el Onanista a media chaqueta.
- Cállate maldito!
Carajo! La ansiedad generalizada pobló de nuevo mi cuerpo… Desde dentro.
Otra vez mi corazón bombeaba sangre caóticamente. Las preguntas minaban mi cabeza. Empezé a hiperventilar y con ello, el álcali subversivo arañó mi torrente sanguíneo y de ahí a mi cerebro. Estaba apunto de perder la conciencia…
Cuando se me ocurrió un plan.
Debía atar cabos sueltos. Debía encontrar la falacia de entre todos los elementos que había vivido. Definir que era real y que no. Si demostraba que algo fuera imaginario, y que además fuera determinante para mi abyecta forma de actuar. Tal vez develándolo iba a saber si la mujer esa, Hilda, me había estado mintiendo. Ó desgraciadamente yo era un simple chiflado más.
Razoné… ¡ El altar!. No, eso solo fue una consecuencia.
• La espada de luz con la que sucumbían las bestias!- Grité nervioso.
- Si huebiera traido una espada de luz, al menos se hubiera defendido- Dijo el seboso lánguidamente.
- Cállate zopenco!- grité iracundo.
Hubo un silencio
….

Poco después lo descubrí: Sus ojos… Las ventanas a la inmensidad del océano.
Esas estomas receptivas a los secretos del infinito.
No pude dejar escapar una risilla. Era el resultado de los esfuerzos de mi mente agotada para encontrar una solución racional.
Debía ver que había realmente detrás de sus ojos.
Si los ojos son extenciones del cerebro. Probablemente este fuera la deidad tras esa mujer. Probablmente vería el océano . Me arrepentiría al verlo sublime, partir al cielo ya sin claustro craneal. Convertirse en una estrella frente a mis incrédulos ojos!.
O podría ver… tras machacar piel, carne, ligamentos, huesos y meninges; un muy injuriado material grasoso y gelatinoso, disecado por coágulos en un festín nasal de herrumbrosa sangre fétida.
El fatídico desenlace de una pobre mujer que, tuvo el infortunio de conocer a un monstruo.
Debía pues comenzar.
Al voltear a ver a Hilda, tirada en el suelo sobre su pecho. El charco de sangre notoriamente más extendido en el callejón y coagulado. La pared salpicada un poco de ese intenso rojo. Los contenedores de basura y las bolsas. Una escalera de emergencia, vertical incompleta. La intensa oscuridad y la quietud de la calle madre. Me dí cuenta que mi intrusión me había jalado momentáneamente fuera de mi contexto real.
Bueno… Sus ojos… tenía que ver que había detrás, así que voltee boca-arriba a Hilda, veía su rostro que palidecía. Su sangre caía desde su rostro a su nuca, por declive, por gravedad. Denostando objetivamente su muerte. Ya era un cascarón…
Tomé el bastón metállico y le azoté justo en el entrecejo! Y lo hice con tanta fuerza que su celestial rostro pasó a ser uno, Hosco y demoniaco.
El segundo bastonazo fue muy torpe, debido al agarrotamiento de mi brazo por la resonancia del primero. De hecho fue tan torpe que golpee su dentadura y, con ello 4 o cinco dientes salieron expulsados estrepitosamente en direcciones aleatorias.
Uno de ellos se impactó con mi brazo.
- Puajj! Pero si has de ver Cirilo!, esa puta se defiende más muerta que viva! – dijo el onanista con sarcasmo; Se acercó poco a por un diente con objetivos lujuriosos seguramente. Retrocedió rápidamente tras un bastonazo que le dí en la pezuña cuando se acuclilló a por el diente
- Venga pendejo! No seas egoísta – Lo dijo alicaído por mi reacción. – cállate Híjo de puta!—
Continué la incesante ola de golpes al reservorio craneal. Iracundo.
Los ruidos que en principio eran atenuados por la machacada masa amorfa y sangrante ( que antes solía ser un bello rostro). Ahora se tornaban metálicos, por lo finísimos y licuados que habían quedado los restos.
Y luego… Ahí, profundamente agotado. Contemplé el resultado de mi irracionalidad.
- No había océano!! – chillé demencial a la oscuridad.—quién carajo anda ahí?, llamé a la policía me escucha!?, -- dijo una silueta, apenas perceptible, en el introito de la callejuela. Traía un bate temeroso… un cabrón grande. Hui del lugar por las escaleras de servicio herrumbrosas. Casi resbalé por culpa de mis escurridizas manos, y pies llenos de seso, sangre y pelo…

5.
Señora Astorga. Eso que acaba de leer lo escribí luego cometer el crimen. Han pasado ya 8 meses del suceso, he tenido una transformación bastante positiva del hecho y he comprendido muchas cosas.
Espero pues, sepa usted comprenderme. Tardé muchas horas en editar la dialéctica de la historia original, puesto que era caótica, un poco presuntuosa y delirante. Ni yo mismo entendía partes, además la carta estaba llena de sangre y seso, igualmente me disculpo por la sintaxis del contenido, por no ser lo más ortodoxa, o de cualquier otra aberración lingüística. Que llegados a este punto se que es lo que menos importa.
Sin embargo el mensaje, tal como lo quiero expresar, ahora lo conoce. Señora.
Se lo que se siente vivir con incertidumbre, esa es la historia de mi vida.
La incertidumbre de preguntarse: Quién arrebató la vida de su hija de forma tan estólida.
¿Qué motivos tan perversos ¿. Qué delito había incurrido su hija para merecer eso?
Ninguno señora. Hilda, o mejor dicho Daniela Astorga Torres de 27 años, como lo señaló el periódico (Lo menciono así por respeto, y como prueba de que no soy presa de la locura al escribirle esto).
Ella, paradójicamente, pese a que no era aquella guerrera que mi delirio creó. Terminó salvándome. Terminó cortando los nexos con mis captores imaginarios y me hizo libre.
Su muerte no fue en vano. Ella ahora está en un lugar hermoso. Usted se reunirá con ella cuando el incesante tiempo lo determine.
Yo por mi parte , estoy destinado aa otro lugar.
Creo en la ley del talion, más que las mariconadas de los gobiernos soberanos. Más que las mariqueras de derechos humanos de los delincuentes.
Sistemas de justicia en países tan polutos como México, es una insensatez. La democracia es una parafernalia ambigua, obsoleta.
En fin, con esto le quiero decir que la ley del hombre jamás me podrá castigar con justicia. Se quedarían muy cortos. Mi castigo está decidido.
Terminaré con mi vida, este lunes. Pese a que ya estoy rehabilitado, pese a que ya pueda ser feliz.
Pero esque esta etrambótica y perniciosa afrenta que le provoque a usted, al matar a su hija. Es un lastre, es un pendiente, no va ah doc con mi sentido de justicia.
Mirará algún periódico amarillista de gaudalajara… tal vez en una o dos semanas. Seguramente la noticia dirá algo así como “joven inidentificable es encontrado en muerto en departamento del centro de Guadalajara. Al parecer el nauseabúndo hedor cadavérico alertó a los vecinos”.
Mirará mi rostro sin vida en la foto del “ ALARMA! Tapatío”: mi rostro podrido, una mueca funesta, la lengua de fuera, los ojos desorbitados por la presión venosa incrementada por la soga que los haría crisparse. Resecados, inoculados por bichos coprófagos.
Solo verá mi cáscara tangible, pero no verá mi tormentoso castigo eterno. Tenga la convicción que lo tendré. Lo siento mcho señora.
Espero haber aclarado el enigma que la hostigó por tanto tiempo y… espero que en algo le ayude mi desenlace fatídico. Le mando un gran abrazo. Y espero que se recupere de su luto.

Cordialmente, Cirilo Gomez H.




8.
Una noche de abril. La Señora Martha Astorga, de 45 años, recibiría un e-mail extenso. Por parte de una dirección “noreply” bajo el título: “Léalo, es de suma importancia”.
Ella lo leería, primero con cierta curiosidad, luego con una insidiosa sospecha, luego con ira. Luego aterrada... palidecería y lloraría lágrimas de amargo dolor. Por último, bajo la influencia del correo, viajaría cientos de kilómetros, a Guadalajara Jalisco. Buscaría en las listas de huéspedes de los hoteles del centro un nombre redactado en el mail. Y posteriormente, exigiría entrar a la lúgubre habitación.
Vería en medio de la habitación el cadáver de un joven de algunos 22 años. Suspendido del cuello con una soga en medio de la habitación, con una esbeltez cadavérica. Alrededor del claustro, un montón de heces fecales, orín y otros dudosos líquidos corporales. Un hedor insoportable, un horroroso nicho mortuorio.
Y después de contemplarlo algunos minutos, pálida e incrédula. Caería de rodillas y le gritaría con todas sus fuerzas al difunto: “MALDITO HIJO DEEE PUTAAA!!!”. Chillaría con rabia: “PUDRETE EN EL INFIERNO, AAHHHHHH!J” Lamentaría de manera estentórea: “DANIELAAA ¡!, MI BEEEBE! Por qué!?” y caería sofocada.





Hellraiser09 de junio de 2013

2 Comentarios

  • Hellraiser

    eeh.. comenten mi relato... que lo considero una míerda, pero no se si sea producto de mi subjetividad... Que alguien lo lea... que alguien tenga el valor de chutarse esa perfecta mierda que me tomó varias horas escribir, y que ahora lo veo con hastío.. Una verdadera pérdida de tiempo. Léanlo denme su opinión no joda!

    09/06/13 09:06

  • Javi3


    No es una mierda, me ha gustado, sigue con ello :)

    te dejo mi blog

    http://enunultimosuspiro.wordpress.com/

    09/06/13 02:06

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