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La Ciudad de Oro

Esa noche el grupo de expedicionarios se mezclaron con la gente del caserío para recoger más información sobre la ciudad de Oro pero muchos no contestaban a las preguntas de los jóvenes, otros en cambio les decían que estaban locos, como también había gente temerosa que cuando escuchaban mencionar la ciudad de Oro temían. Así transcurrieron las horas y no encontraban respuesta a sus interrogantes ya cansados se fueron a descansar, mientras se preparaban para dormir alguien toco la puerta.
- Toc, toc, toc, se dejo escuchar en toda la habitación, uno de ellos se acerco presuroso para abrir. Junto a la puerta se encontraba un anciano, vestía un poncho negro de lana, en la cabeza llevaba puesto un sombrero de lana y un pantalón de bayeta y en los pies un llanque. El misterioso anciano dijo.
- Escuche que preguntaban sobre la ciudad de Oro y nadie quería responder, estaban temerosos.
- Así es – dijo uno de los expedicionarios – creen que estamos locos y que deberíamos regresar por dónde venimos – agrego.
El anciano les miro fijamente a los ojos y con preocupación les dijo:
- Hace varios meses llegaron al igual que ustedes un grupo de jóvenes aventureros entusiastas en busca de la ciudad de Oro, después de varios meses a dos de ellos los encontraron muertos y otros dos fuera de sí, hablaban de cosas raras y del resto no se sabe nada.
Todos escuchaban atentamente lo que el anciano les decía, por un instante en la habitación de los jóvenes, todo era silencio, al poco rato el líder del grupo contesto:
- No nos dejaremos amedrentar y continuaremos con nuestra búsqueda, ¡nosotros lo encontraremos, ya verá!, dijeron a viva voz.
Ante tal respuesta el buen anciano les dijo:
- Bueno, si tienen ese espíritu aventurero, manténgalo hasta el final, les deseo muchos éxitos y suerte en su expedición, vayan con Dios – y luego se despidió.
Después de aquel encuentro se quedaron algo nerviosos y se quedaron dormidos. A la mañana siguiente muy de madrugada emprendieron el viaje, el ambiente se mostraba apacible y misterioso, el viento helado de la madrugada cubría sus rostros y el canto bullicioso del rio se dejaba escuchar en todo el ambiente, pero ellos se mostraban entusiastas por el proyecto emprendido. Así pasaron los días, los meses, en el caserío no se sabía nada de los jóvenes expedicionarios y nadie comentaba, nada, se mostraban preocupados por esos jóvenes, al parecer la tierra los había tragado.
Una mañana de setiembre, como siempre salí de casa muy temprano para ir al trabajo en la escuela de mi comunidad, llegue a esos de las siete y treinta de la mañana y todos en el pueblo estaban preocupados, corrían de un lado para otro que ni siquiera se dieron cuenta de mi presencia, entonces me dirigí a mi escuela para esperar a mis alumnitos quienes poco a poco iban llegando y me contaron lo que habían escuchado de sus padres, resulta que los jóvenes expedicionarios que partieron hace ya varios meses del caserío de Colcapampa habían aparecido muy cerca del pueblo de Huacllan, uno de ellos tenía la miraba perdida y hablaba rarezas e incongruencias, estaba loco, recién comprendí el raro comportamiento de los pobladores, continué con mis clases pero después de todo lo que me contaron se quedo en mi mente esa idea de la ciudad de Oro en mi cabeza, tenia preguntas sin respuestas en mi cabeza, no pude mas, así que de un momento a otro decidí emprender viaje en búsqueda de la misteriosa ciudad de Oro. Había transcurrido un mes desde que se encontró a uno de los jóvenes, cuando inicie mi viaje, el día anterior hice mi mochila poniendo en el todo lo necesario para el largo viaje, incluyendo un pequeño botiquín de primeros auxilios por si fuera necesario uno nunca sabe lo que puede suceder.
Al amanecer del día viernes del mes de setiembre inicie mi viaje, me encontraba muy emocionado y nervioso a la vez, la luna se veía maravillosa ese día aun se encontraba en el firmamento de manera que todo lo que había alrededor tenia lago de enigmático y misterioso, el ruido que producía las aguas del rio al chocar en la rocas hacia estremecer mi cuerpo hasta que un viento helado soplo fuertemente que me hizo estremecer aun mas y me puso los pelos de punta. Me repuse inmediatamente y proseguí mi camino, nada me detendría.
Camine durante varias horas, hasta que junto con el alba llegue a un pequeño pueblito, este tenía una hermosa placita lo que aproveche para descansar un rato, lavarme y tomar un rico desayuno, la gente me observaban sorprendidos, a algunos de ellos les pregunte sobre la ciudad de Oro y fue en vano, al contrario se asustaron y algunos salieron corriendo, otros me decían que estaba loco y era mejor que regrese a casa, había también aquellos que me miraban fijamente sin decir palabra alguna, como quien decir y este quién es?, de donde salió?, era evidente que no conseguiría información en el pueblo, al parecer los acontecimiento ocurridos los tenia asustados, nerviosos y poco amables. Pero bueno, no tenía nada que hacer allí, así que proseguí mi camino, el deseo de querer saber el misterio que se encierra en torno a la ciudad de Oro era cada vez más excitante. Me aleje de aquel pueblo para continuar con mi viaje, así transcurrieron los días y las noches, no sabía exactamente en qué lugar me encontraba, solo recuerdo que al caer la tarde no sé de qué día, divise entre las rocas una inmensa cueva y me dirigí hacia ella para descansar y pasar la noche, estaba muy cansado, el sol era intenso, necesitaba saciar mi sed y alimentarme para recobrar fuerzas y poder continuar mañana muy temprano mi viaje.
Aquella noche dormí bien, recobre mis fuerzas, me encontraba listo para mi travesía, así que ya estuve en camino, me sentía más tranquilo y relajado, iba observando el hermoso paisaje que se abría ante mis ojos que miraban extasiados la belleza de la naturaleza y sus hermoso paisajes, sentía mis pulmones llenarse de oxigeno puro que llegaban a mis pulmones que me hacían sentir aliviado, no recuerdo exactamente cuánto tiempo estuve en ese trance, pero un inusual ruido, algo así como si alguien estuviera siguiéndome y vigilando cada uno de mis movimientos, me hizo volver en si, al poco rato un de los arbusto que se encontraban al borde del camino se movió repentinamente, había lago allí que me causo mucho miedo, el susto hizo que recorriera por todo mi ser adrenalina pura que me dio vio valor lo que me llevo a preguntar con voz enérgica:
- ¿Quién anda allí?, ¿Qué quiere? – nadie respondió a mi pregunta, cogí un palo que se encontraba en el camino y seguí adelante, después de un rato:
- ¿Eres tú, el que va en busca de la ciudad de Oro? – y esa voz de donde salió, quien me pregunto, mire a mi alrededor y no había nadie, los pelos se me pusieron de punta.
- ¿Quién eres? – volví a preguntar y nadie respondía.
Sentía mi cuerpo pesado como si mis pies estuvieran pegados al suelo que impedía moverme, el pánico quería vencerme, ante tal situación y no saber qué hacer tome fuerzas y logre salir corriendo sin mirar atrás ni tomar atención a las cosas raras que iban sucediéndose, corrí durante quince o veinte minutos, estaba cansado, casi no podía respirar, mi corazón parecía que iba a estallar, poco a poco iba reponiéndome cuando nuevamente escuche aquella voz potente, camine presuroso hasta llegar a unos arbustos, me senté porque ya no podía, necesitaba tranquilizarme y recobrar fuerzas para continuar, cerré mis ojos y...
- Psssss, pssssss, psssssss, - escuche a mis espaldas, salte de un momento a otro, no sé de donde saque fuerzas para saltar inmediatamente.
- ¿Quién eres, que es lo que quieres?, sal de ahí si eres hombre, no te escondas, deja verte – dije temeroso, así que...
- No estoy solo, más gente vienes de tras mío, es mas estoy armado – agregue.
Por un momento se hizo un silencio en el lugar hasta que...
- No temas buen hombre, no te hare daño – una voz dulce y cariñosa se dejo escuchar entre los arbusto donde hace un instante estuve sentado, al poco rato hizo su aparición una linda abuelita de cabellos de plata, de hermosos ojos verdes de aproximadamente unos noventa años, llevaba consigo una prenda rara en la cabeza que nunca antes había visto, cubría su cuerpo con unos harapos y se apoyaba sobre un bastón de palo plateado. Quede sorprendido por aquella inesperada aparición mientras me preguntaba a mi mismo ¿qué hacia una abuelita como ella en este lugar desolado?, ¿de dónde vino?, ¿donde vive y por qué viste así?
La dulce abuelita sonrió al verme sorprendido y sin habla – No creas todo lo ves y escuchas me dijo – no te dejes llevar por lo que ves, muchas veces las apariencias engañan – agregó, para luego preguntar:
- ¿Eres tú el buen hombre que va en busca de la ciudad de Oro?
- ¡Ssssii, ssiiii...! – respondí temeroso.
- Jajaja, jajajajaja, jajajajajaja, jajajajaja – se dejo escuchar en todos lados.
- Quiero conocer el misterio de la Ciudad de Oro, saber si existe o es que solamente es una imaginación, como lo son muchos cuentos – dije decidido y con más tranquilidad.
- La ciudad de Oro existe, soy la guardiana de este lugar – dijo la abuelita; hace mucho vinieron un grupo de jóvenes como tú en busca de la ciudad de Oro, creo que por mi apariencia no me hicieron caso, se rieron y burlaron de las advertencias y consejos que les di, les dije que cumplieran al pie de la letra lo que les había dicho si querían llegar a Ciudad de Oro, pero no lo hicieron así y pagaron caro su osadía – me comento.
- Veo en ti a alguien diferente, tienes un corazón noble y puro, así que te voy a decir – dijo – la Ciudad de Oro existe y muy pronto la encontraras, así que tienes que estar atento que no sorprenda, - me dijo la abuelita, para luego continuar diciéndome...
- Cuando los rayos del sol empiecen a mostrarse sobre aquel cerro que se ve a lo lejos de un momento a otro una espesa neblina que no te permitirá ver más allá de tus narices aparecerá y deberás pasar por ella y seguir adelante sin hacer caso a nada de lo que digan y ofrezcan, muchas cosas te dirán, te ofrecerán y querrán brindarte su ayuda, mas tu deberás seguir firme hasta el final, de lo contrario, estarás perdido para siempre, la tentación es dura y difícil de soportar pero tienes que proseguir para que no te suceda como a los otros; lleva este pañuelo negro con el que te cubrirás los ojos al salir de la espesa neblina, porque antes de llegar a la entrada de la ciudad de Oro la luz es fuerte y te cegara la vista y perderás la memoria, su belleza es impresionante, es por eso que debes tener mucho cuidado, solo así podrás entrar y conocer la ciudad de oro – me dijo la abuelita y prosiguió aconsejándome – al llegar no hagas preguntas, déjate llevar por el encanto de ese momento – concluyo.
Antes de que pudiera preguntarle, la dulce abuelita de cabellos de plata y ojos verdes desapareció, quede sorprendido y a la vez preocupado y con muchas interrogantes sin respuesta ¿Cuándo?, ¿Dónde? Y en ¿qué momento vera la neblina?, tenía que estar preparado, temía terminar como los demás. Los rayos del sol empezaron a asomarse sobre aquel cerro conforme caminaba se iba iluminando el cerro, ya estaba a la mitad y no pasaba nada raro, de pronto..., un viento helado me sorprendió
- ¡Alalau, alalau, alalau – exclame, al poco rato me encontraba en medio de un adensa neblina, la que no me permitía ver donde me encontraba, sentía estar en el vacío, como si estuviera flotando, me puse nervioso, respire tres veces profundamente, a la vez que recordaba las recomendaciones de la abuelita; me serene y continué caminando, no sabía quiénes eran lo único que se dejaba escuchar eran sus advertencias y ofrecimientos.
No sé cuánto tiempo me encontraba dentro de esa neblina, pero estoy seguro que fue mucho tiempo, pues no había cuando acabar, solo sabía que debía continuar si quería llegar a ciudad de Oro que ya estaba cerca.
- Hijo mío, ven vamos a casa – esa voz me era muy familiar, hacía mucho tiempo que no veía a mi madre y esa voz era de ella, quería volver para ir al encuentro de mi madre que me llamaba, mis ojos se llenaron de lagrimas, estuve a punto de desfallecer, era insoportable, estaban jugando con algo muy personal, volví en mi y decidí proseguir mi camino, poco a poco empezaba a visualizar el panorama, la luz brillante del sol se empezaba a notar, señal que la densa neblina desaparecía. En mi mente estaba viva la imagen y la recomendación de la abuelita: “ten cuidado, no te vaya a sorprender, usa el pañuelo”, al poco rato una luz brillante e hiriente para mis ojos hizo que bajara la mirada al suelo e inmediatamente busque el pañuelo negro de la abuelita que no sabía dónde lo había puesto hasta que la encontré y me cubrí los ojos con él, sentía que la ciudad de Oro estaba, al fin llegaría al lugar, aquel pañuelo me permitía ver sin problema alguno, la luz brillante e hiriente provenía de la ciudad de Oro, conforme avanzaba la intensidad de la luz disminuía por lo que poco a poco me fui quitando el pañuelo..., la poca luz hería mis ojos así que los frote suavemente y al abrirlos...
- ¡Uau!, ¡qué maravilla!...,!no lo puedo creer es hermosa!,- me encontraba en el centro de la plaza de Ciudad de Oro, todo era bello, maravillosos, los pájaros y sus trinos me daban la bienvenida, en todo el ambiente se respiraba paz, tranquilidad y sosiego, avance hacia una de las bancas, estaba sorprendido por lo que veían mis ojos parecía todo un sueño del cual no quisiera nunca despertar, todo a mi alrededor estaba limpio y ordenado, algunas personas del lugar me observaban atentos, vestían muy raro pero elegantes, las calles, las bancas eran de oro, la luz intensa que segada mis ojos era el sol reflejado en el oro de sus calles.
Se senté por un instante, ante impresionante belleza me olvide del cansancio, al poco rato una puerta ancha e inmenso se abría lentamente y en el fondo el sonido de unas trompetas como en la edad media daban a conocer algo, y del interior un grupo de personas con atuendos raros iban saliendo lentamente y se dirigían a donde me encontraba; detrás de la comitiva, justo en medio de ellos había in hombre que llevaba puesto en la cabeza un turbante, esos como de Kaliman, aquel personaje de historietas que muchos hemos leído, y en el centro de este tenía un sol radiante de oro y alrededor hermosos zafiros y diamantes, en la cintura tenía una correa de plata brillante.
- No temas mi buen hombre, seas bienvenido a Ciudad de Oro – dijo aquel hombre con voz potente que retumbaba en todo el ambiente – tienes el valor y el coraje de llegar a nosotros, muchos lo ha intentado y no lo lograron, mas por el contrario encontraron la locura y la muerte en su intento – agrego.
Me quede mudo, quería decir algo pero las palabras no me salían, parecía que mis labios se pegaron uno al otro. Aquel hombre, líder de Ciudad de Oro, hablaba en una lengua extraña a sus súbditos, jamás había escuchado ese lenguaje, pero de seguro les pedía algo porque inmediatamente trajeron una mesa impresionante y otro grupo distribuía platos y tenedores de oro y plata brillante sobre la mesa, jamás había visto en mi vida tal cantidad de adornos y menajes de oro junto. El líder dio la iniciativa y se inició el gran banquete, había en la mesa mucha y deliciosa fruta fresca todo en recipientes de oro y plata brillante, todo era algarabía, conversaban no se qué alegremente y se reían, al parecer al igual que yo estaban sorprendidos y emocionados, era la primera vez que alguien extraño a ellos les visitaba, me sentía raro e incómodo, no lo voy a negar estaba nervioso, temeroso cuando...
- ¡No temas, no te pasará nada, todos estamos alegres por tu llegada, nunca antes habían venido a este lugar, con tu presencia no llenas de emoción y mucha alegría, esto es una fiesta – me dijo una hermosa dama con una dulce y suave voz me parecía que ya lo había escuchado en algún lugar.
- Tin, tin, tin, tin, tin, tin... tin,tin..,tin.. - se dejó escuchar en la gran mesa y toda la plaza y en un instante todo estaba nuevamente en silencio.
El líder de Ciudad de Oro se levanto para dirigirme a todos – saludos buen hombre – dijo – por tu coraje y valentía, por tu buen corazón, por tu humildad y honestidad, los habitante de Ciudad de Oro te saludamos y te damos una cordial bienvenida, te declaramos Ilustre Hijo de Ciudad de Oro y te hacemos entrega de este símbolo, con la cual se identifica cada unjo de los habitante de Ciudad de Oro y lo llevamos siempre con nosotros en todo tiempo – era increíble el momento que estaba viviendo, no lo podía creer, tenía en mi cuello una presea de oro, al fin me encontraba en la Ciudad de Oro todo gracias al apoyo y a los consejos de esa dulce abuelita de cabellos de plata y hermoso ojos verdes, recordaba ese momento y pensaba la manera de cómo agradecerle a la abuelita, cuando cerca mío alguien me empujo que casi caigo sobre la fuente de frutas, volví la miraba y reconocí a ella, era la abuelita de cabellos de plata y ojos verdes, me levante inmediatamente de la mesa y corrí para alcanzarla, mas no pude lograrlo porque en ese momento un viento helado me detuvo e hizo estremecer, al abrir mis ojos paso algo raro, realmente raro, me encontraba recostado sobre mi cama y las ventanas de mi cuarto abiertas de par en par, no comprendía lo que estaba sucediendo, hace un momento estuve en Ciudad de Oro y hoy me encuentro en mi cama.
- ¡No puede ser!, ¿acaso fue solo otro de mis sueños?,- me quede pensativo y fuera de sí.
- ¡El collar!, ¿donde está collar que me obsequiaron en ciudad de Oro? – me recordé en ese momento y lo busque hasta que lo encontré, aun lo tenía en el cuello y estaba aun mas sorprendido; entonces..., ¿qué paso?, porque tengo el collar que me obsequiaron como Ilustre Hijo de Ciudad de Oro?, Existe la Ciudad de Oro, o solo es parte de mi imaginación pero si fuera así por qué tengo el hermoso collar de oro en mi poder?, eso es algo que no puedo explicar y seguirá siendo un misterio. Gracias habitantes de Ciudad de Oro, ojala algún día volvamos a encontrarnos.
Homer01 de febrero de 2010

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