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Mi Curita *

Recuerdo aquella clase con mi directora de generación. Ella nos motivaba como rogando por una respuesta en las calificaciones, sus palabras siempre me sonaron ciertas, pero no pasaba más allá del aula.
Hace unos cuantos días ella nos hizo recordar cuando éramos niños, cuando nos cortábamos, raspábamos o caíamos. Yo corría con mamá esperando que mi caso no fuera grave y que ella le diera una buena solución al problema. Ella le daba un beso a la herida, sacaba de su bolsa mágica un curita con figuritas y me lo ponía con cuidado, esperaba a que las lágrimas se fueran mientras me apapachaba. Ponía un curita tras otro hasta que yo olvidara por completo que algo había pasado.
Entonces mi tutora dijo "Encuentren su curita"
Yo en todo lo que pude pensar fue que sería bueno que existiera un curita para las malas calificaciones, los dolores de cabeza, los malos profesores, los enojos con la familia, desamor, muerte, enfermedades... o tal vez sólo para el aburrimiento. Reí. Aunque seguramente el resultado que esperaba mi tutora fue mejor en cualquier otro en el aula que en mí, el karma vino a mí.
Desde esta mañana mi día fue simplemente inestable.
No logro recordar cuántas comidas tuve al día o si de verdad se le puede llamar comida a los pocos bocados que me llevé a la boca, por cuántos corajes pasé hoy, cuántas despedidas, e incluso si me despedí de mi hermano antes de irse. A cuántos lugares planee salir hoy, cuántas personas pasaron en mi mente, recuerdos, lágrimas, sonrisas, besos. Cuántas lágrimas me hicieron amar mi hogar y todo a mi alrededor.

Del tipo de estrés que se forma cuando hay miles de detalles en tu día o semana que no pasan más allá de ser un poco incómodos, o casi imperceptibles. Estas sensible, un poco irritado y lo peor del momento es que ni siquiera tienes una razón concreta. Desesperas y pierdes.
Entonces por accidente jalé un pellejo junto a la uña, de esos que empiezan a sangrar y no puedes hacer ni un poco de presión o sentirás cómo las tripas salen poco a poco. Moví mi mano rápidamente y, de nuevo, accidentalmente, mi hermano tiró su cigarro en el mismo dedo cerca de la herida. Aún tenía cosas que hacer y fue lo primero que se me vino a la mente... Un curita. Aún cuando pocos días antes había sido desmentida de la enorme ayuda de los curitas así como cuando es tiempo de saber que no existe el ratón de los dientes, un Woody o un Buzz Lightyear viviente; sabía que al menos el curita me protegería de que mis heridas rozaran con todo a su paso.
Primero busqué en las medicinas, después mi cartera, cajones, en el carro, e incluso en la bolsa de mamá, pero en toda la casa no hubo ni un pequeño curita. Me aventuré a ir a la farmacia con mi dedo desangrándose y entonces compré diez curitas. No sobreviviría con sólo uno. Feliz con la compra del día me puse mis dos curitas aún dentro de la farmacia, y finalmente me sentí más aliviada.
Cuando estaba por salir encontré la cara de una anciana conocida, pero ella logró reconocerme mejor.
- ¿Tú papá es el capitán? - preguntó divertida por mi mano llena de curitas.
- Sí - sonreí, había recordado aquella cara tan agradable.
- ¡Somos vecinas! - Sonrió divertida por nuestro encuentro.

En ese momento vi la sonrisa más hermosa del mundo. Su cabello pelirrojo aclarado por algunas canas, sus ojos rasgados y azules. Su piel tan blanca y fina, que podía imaginar la textura al tocarla. Sus ojos y su voz tenían una energía que nunca pensé imaginar sentir en una mujer de más de ochenta años.

Esa mujer a la que yo llamaba anciana, tenía en su aura veinte veces el entusiasmo y la energía que yo pude haber tenido en el momento más agradable de mi agotador día.

Llegué a casa emocionada por lo que acababa de presenciar. Fui con mi hermano a darle un beso y le dije que alguien me había hecho el día.
Sucede que los dos estábamos del mismo ánimo desde la mañana. Él pensó que se trataba de algún tipo bueno que me había encontrado en el camino, pero después de contarle emocionada cómo sonrío esa vecina mía acepté que de grande, muy grande, quisiera tener sus ánimos de sonreírle a una desconocida con un trauma por los curitas.

Y así mi día fue mejorando detalle por detalle. Hasta terminar sentirme una persona totalmente diferente de esta mañana.
Aunque no todo mi problema era la emergencia de mi dedo desangrado y no todo el resto de mi día fue color de rosa, al menos mis ánimos si mejoraron de una manera muy radical y debo decir que todo empezó desde el momento en el que mis dos curitas quedaron perfectamente colocados.
Ingryd15 de enero de 2011

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