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No a Las Pieles

Los animales que son criados para convertirse en el abrigo de alguien, pasan sus días expuestos a los elementos en hileras tras hileras de jaulas infecundas y forradas de orina y heces. Las investigaciones han encontrado animales con horribles lesiones y sin atención médica, y a los zorros y armiños enloquecidos por su cautiverio, caminando en círculos incesantemente.

Los armiños, zorros, chinchillas, mapaches y otros animales en las granjas de pieles pasan su vida entera encerrados en pequeñas y sucias jaulas, caminando en círculos o de un lado a otro constantemente debido al estrés y al aburrimiento. Algunos animales hasta se mutilan a sí mismos o se comen a sus compañeros de jaula. A los zorros los tienen en jaulas que miden sólo 2,5 pies cuadrados, con uno y hasta cuatro animales por jaula. Los armiños y otras especies generalmente están en una jaula que miden sólo 1 por 3 pies, e igualmente con hasta cuatro animales por jaula. Las condiciones de extrema superpoblación y confinamiento son especialmente angustiosas para los animales solitarios como los armiños.

Durante el verano, cientos de miles de animales soportan un calor sofocante y sufren mareos y vómitos antes de morir por un shock térmico. Las crías son las víctimas más comunes, ya que sucumben más rápido a la deshidratación. En el invierno, los animales encerrados no tienen dónde buscar refugio para escapar de temperaturas heladas, lluvia, aguanieve, y nieve.

Ninguna ley federal protege a los animales en las granjas de pieles. Los granjeros con frecuencia matan a los animales por medio de electrocución anal o genital, lo que les causa que sufran el intenso dolor de un ataque al corazón cuando todavía están completamente conscientes. Otros métodos de sacrificio incluyen romperles los cuellos y ahogarlos. Algunos animales sólo quedan sin sentido y son despellejados vivos.

Electrocución de Genitales: Una Verdadera Historia de Horror
En filas y filas de pequeñas jaulas de alambre entrelazado, de cuatro jaulas de altura y como 25 por largo, chinchillas fijan su vista a través de los alambres, hay una percha con pieles que cuelgan en una pared distante, y excepto por la radio que toca suavemente en la esquina del cuarto, se escucha el silencio de una morgue. Esa es la escena que dos investigadores de PETA encontraron en una apartada granja de pieles de un apacible pueblo cubierto de nieve en Michigan. El Departamento de Investigaciones de PETA envió dos equipos de investigación clandestina a “granjas” de pieles en cinco estados. Nuestros investigadores no sólo fueron testigos de como viven los animales, sino también de como mueren en el sórdido mundo de los criaderos de pieles. Un método de matanza que documentaron nunca se había dado a conocer al público: la electrocución de genitales.

Pequeños Animales, Grandes Sufrimientos

Durante la electrocución de genitales, el verdugo coloca una de las pinzas tipo cocodrilo en una oreja del animal y la otra en su labia, y enciende el interruptor o conecta los alambres a un enchufe que envía una descarga eléctrica a través de su piel y a lo largo de su cuerpo. El animal de repente se estira y queda rígido. Pero según la bióloga Leslie Gerstenfeld-Press, la corriente eléctrica le para el corazón pero no lo mata: En muchos casos el animal sigue consciente. La corriente eléctrica causa un insoportable dolor muscular, y es un agente paralizador que no permite a la víctima gritar o luchar. Un criador de chinchillas que usa la electrocución de genitales le dijo a nuestros investigadores, que deja las pinzas conectadas “por uno a dos minutos” para asegurarse de que el corazón no volverá a latir, pero que algunas veces el animal revive y los que lo hacen se acuerdan del dolor. En presencia de nuestros investigadores, un granjero desenchufó al animal, escucho para saber si dejó de latir y dijo, “no, sigue latiendo”, y conectó los alambres de nuevo por otros 30 segundos.

No los Matan Suavemente

Como dijo un granjero, “algunas veces te toca uno que lucha contigo”. Las chinchillas, como todos los animales, no se van sin protestar, a pesar de que no hacen ruido mientras esperan—y sujetadas patas arriba, el granjero le conecta las pinzas—sus bigotes y bocas tiemblan sin cesar hasta que la descarga eléctrica congela todo movimiento. Para beneficio de nuestros investigadores, el granjero colocó el cuerpo del animal sobre una mesa, aunque normalmente, dijo él, sólo lo dejaría colgado de la cola por una pinza.

Para los animales pequeños, “romper” o “estallar” el cuello es fácil y barato. El dueño de una granja que PETA visitó agarra el cuello de la chinchilla con los dedos de una mano, y la parte inferior de cuerpo con la otra mano y estira la vértebra del animal hasta que sale de su glena, lo que rompe el cuello. Romper el cuello sólo dura un segundo, pero durante “cerca de 5 minutos” después, el animal se sacude y tiembla espasmódicamente. Con la dislocación cervical, el animal puede tardar 2 minutos hasta quedar muerto. Mientras tanto, el animal patalea y lucha.

Ninguna ley federal se aplica a la matanza de animales que son criados por su piel. Los métodos de matanza varían de una compañía a otra, pero todos hacen hincapié en su preocupación por la piel, no por el animal. Se requieren al menos 100 pieles de chinchilla para hacer un abrigo largo.


Un investigador clandestino de PETA dedicó tres meses para investigar sobre las vidas y las muertes de más de 1.500 animales en una granja de pieles de Norte América. Una “sorpresa” que se encontró es la alianza entre las granjas de pieles y otros explotadores de animales—destajadores y cazadores—y lo que le sucede a los animales por tal motivo.

La “Granja”

Las jaulas de alambre son pequeñas, sucias, y están forradas de tierra, pedazos de piel, y excremento. En cada una hay una zorra que ha estado aprisionada desde que nació. Muchas de las zorras viven años en estas horrendas condiciones y luego los granjeros las matan y venden sus pieles para ser usadas en abrigos, cuffs, estolas, y adornos.

El granjero le dijo a nuestro investigador que la muerte humanitaria por medio de una inyección de un barbitúrico era “muy caro”—a pesar de que sólo cuesta 30 centavos por cada animal. Así que el granjero usa un tubo de metal con nudo corredizo para sacar colgada del cuello a cada zorra de su jaula, luego le mete un pincho eléctrico por el recto y un conductor de metal por la boca al animal. Prende el interruptor y envía 240 voltios de electricidad a través del cuerpo de la zorra.

Según nuestro investigador, “Por lo general, a la zorra se le cierran los ojos y su cuerpo se vuelve rígido. Se escuchan chasquidos... y algunas veces se le quiebran los dientes y se caen... Con frecuencia se sale el pincho anal. Cuando esto sucede, la zorra sufre convulsiones, tiembla, y con frecuencia llora”.

La muerte no viene con prisa. Debido a que la electricidad no le llega al cerebro para que pierda la consciencia, las zorras quedan despiertas y sienten la insoportable fuerza de un ataque masivo de corazón. Tom Amlung, un veterinario y administrador de control de animales de St. Clair County, Ill dice, “Los animales no pierden la consciencia... por uno a dos minutos. Ese tiempo... parece una eternidad, así que uno sólo se puede imaginar lo que siente el animal durante ese tiempo, con la electricidad corriendo de un extremo de su cuerpo al otro mientras el calor aumenta en el sitio donde está colocado el electrodo.

El Enlace con el Laboratorio

A las zorras las alimentan con pollos desechados que envía una compañía farmacéutica. Los pollos, que ya han sufrido a manos de los experimentadores, llegan en cantidades de miles, con sus pequeños y jorobados cuerpos encerrados en cajas de cartón selladas, sin comida, agua, o espacio para moverse. Nuestro investigador documentó a un granjero cuando apilaba las cajas tapa abajo y las cubría con una lona de plástico para sofocar lentamente a los pollos. Durante horas, se podía oír a los pollos tratando de escapar. Cuando el granjero abrió las cajas y los sacó, algunos todavía estaban vivos.

Nuestro investigador anotó, “El granjero metió los pollos vivos patas adelante al molino, cuando todavía estaban conscientes, luchando, gritando, y aleteando por su vida. Se podían escuchar sus gritos sobre el ruido de la máquina. Algunas veces se notaba una sonrisa afectada en su cara cuando ahogaba la última protesta de los pollos”.

El Ingrediente “Secreto”

Para lograr aun más ganancias, el granjero recolecta y vende la orina de las zorras. La orina embotellada se vende a los cazadores que la usan para cubrir su propio olor cuando están acechando a venados. El granjero también compra venados y mapaches vivos para recolectar y vender sus orinas a los expendios de artículos para cacería. Los venados salvajes se horrorizan con los humanos y nunca han conocido el encierro. A los mapaches los apiñan juntos en pequeñas jaulas. Cuando a un ciervo jóven se le atoró una pezuña en el piso de alambre entrelazado de su jaula, nuestro investigador vio que para desatorarlo, el granjero cortó la pierna del venado consciente con una navaja afilada, en lugar del alambre, para separar la pezuña. Con la esperanza de rescatar su inversión, el granjero metió al venado sangriento en la cajuela de su auto y lo llevó con el veterinario. Cuando el veterinario le aconsejó matar al ciervo, le disparo con un rifle calibre .22, porque las “balas son más baratas que las inyecciones”.

“Tengan Confianza en Nosotros” Dice la Industria de las Pieles

“Los granjeros de mink y zorras de Norte América estamos altamente comprometidos a la ética del cuidado humanitario. ... Las técnicas de eutanasia que se practican en las granjas de pieles son las que reconoce la American Veterinary Medical Association ... [que] aprueba a las inyecciones mortales como el método más humanitario”.


Los animales como mapaches y zorros que son atrapados por trampas de acero—sufren un insoportable dolor al quedar atrapados por las patas, piernas y cuerpos por las trampas de acero. Algunos animales, especialmente las desesperadas madres que tratan de reunirse con su prole, luchan para soltarse y hasta roen sus propias piernas para escapar. Los animales sufren en las trampas durante horas e incluso días, hasta que los tramperos llegan y les aplastan el pecho o les rompen el cuello. El animal atrapado está con riesgo de sufrir pérdida de sangre, infecciones, gangrena, cansancio, lluvia, heladas, shock o ataques de depredadores. Otros animales como los castores y las ratas almizcleras que son atrapados en trampas bajo el agua pueden luchar hasta 20 minutos antes de ahogarse. Cada año, las trampas también dejan lesionados o matan a cientos de miles de perros, gatos, pájaros y otros animales—incluyendo especies en peligro de extinción—que son atrapados por error.

J0xe06 de octubre de 2008

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