TusTextos

Con Amor.

“Tengo muchos recuerdos tuyos Gabriel, incluso algunos de ellos te los dije cuando se me venían a la mente, y no sé cómo los tomabas, no sé qué pasaba por tu mente cuando te contaba un recuerdo que me quedaba en la memoria por ser tan lindo, pero no hacía falta que dijeras nada, sonreías y me rodeabas con tus brazos, y algunas veces me decías –Eso fue lindo, y recuerdas aquella ves que… –.
Y me contabas una historia donde yo era tu protagonista, eso me encantaba, era adicta a tu forma de relatar recuerdos. Muchas vivencias junto a ti, en todo ese tiempo hubo tantas risas y tantos momentos felices y tan pocas lágrimas y escenarios duros. La balanza siempre se inclinó y se inclinará al lado de las tantas cosas buenas que pasamos juntos.
Hoy frente a ti quiero contarte dos recuerdos o anécdotas que me hiciste vivir, que jamás te dije pero que para mí servían como base o soporte de mi amor por ti. La primera fue el día de nuestra boda, precisamente en el momento en que me levantaste el velo para besarme; pero quiero ser lo más especifica posible, dos años antes de nuestra boda, nuestro amigo Ulises se casó, y mi memoria grabó el pasaje de Mía por el pasillo de la iglesia, del brazo de su papá.
Tú y yo estábamos viéndola caminar, y tú me susurrabas –Mira a Ulises, va a llorar, míralo–. Ulises estaba tranquilo, enamorado eso sí, por algo lo decías, pero permaneció toda la boda sin derramar una lágrima. Cuando llegó la hora y el Padre le dijo a Ulises que podía besar a la novia y él le levantó el velo, volviste a susurrarme –Aquí llora, si no llora me voy de aquí–. Recuerdo que en ese momento sacaste la cámara y enfocaste video hacia la cara de Ulises, traté de reprimir una carcajada pero fue inútil, por lo menos nadie me escuchó más que tú pues todos aplaudían en la Iglesia.

En nuestra boda, mientras caminaba del brazo de mi papa, y te veía a través de la delgada tela del velo, pude ver a Ulises y Mía viéndome, y podría jurar que Ulises le susurraba a Mía, eso me dibujo una sonrisa al instante, por algo son amigos ustedes dos me dije.
Y te veía cada vez más cerca a cada paso, sonriente y guapo, jugando como acostumbrabas a balancearte hacia delante y hacia atrás cuando hacías fila en alguna parte, tiempo atrás ya te había dicho que dejaras de hacerlo pues parecías un niño, pero en ese momento me sentí tan relajada y afortunada de que no me obedecieras, como si me estuvieras esperando en alguna otra parte en alguna otra ocasión, así llegué al altar junto a ti.

–Siempre me gustó verte de blanco, pero bañada y de blanco si que es un placer– Fueron tus palabras al ponernos de frente al altar, te saqué la lengua recuerdo y me tiraste un beso.

Y llegamos a la parte más importante de mi recuerdo, cuando el Padre te dijo que podías besarme, me levantaste el velo, y vi como corrían lágrimas por tus mejillas por tus lindos ojos humedecidos, me reí imaginando a Ulises grabándote a lo lejos. Te acercaste y me besaste, me abrazaste y me dijiste –Te amo preciosa–.
Estaba sorprendida porque no imaginé que tus sentimientos estuvieran al borde, tú me dabas tanta seguridad y confianza en ese momento que pienso que yo no te la dí a ti, pero en ese momento, e incluso en el video de la boda (no el de Ulises), fue maravilloso verte llorar por lo que recientemente éramos.

Fue algo que jamás te dije, pero que aun si hubiese querido hacerlo no hubiera sabido cómo expresártelo.
Para no hacértela tan larga (aunque los detalles son importantes), mi segundo recuerdo se formó cuando estaba embarazada de Diego, fue casi un año después de casarnos, vivíamos felices en un departamento en Buenos Aires, recuerdo que discutimos porque yo no quería irme de México, no veía un mundo más allá lejos de mi familia, no recuerdo las palabras que me dijiste, pero sentado en una silla que volteaste, según tú la postura de las cosas duras de decir, me diste a entender que si Dios nos daba esta oportunidad, quienes éramos nosotros para desaprovecharla, al final cedí y al final como casi siempre, tenías razón, todo salió perfectamente bien, vinieron nuestros hijos al mundo: Diego, después Paula y Julio. Pero fue en el primer embarazo, donde los dos éramos primerizos e íbamos al hospital cada vez que podíamos, aun cuando solo era un feto, y creo que fue por esas fechas del cuarto o quinto mes, cuando te oí decir las palabras más bellas que jamás le he escuchado a otra persona, y es exactamente la parte brillante del recuerdo, estábamos los dos en la azotea del departamento tomando el fresco , yo estaba sentada observando una mariposa que volaba cerca de mí, siempre he creído que quieren que las atrapes, vuelan de una forma extraña que pareciera que te torean, pero sólo la observé no quise levantarme a atraparla, de pronto me sorprendiste viniendo por un lado y me pellizcaste dulcemente una mejilla, como las abuelas suelen acariciar a niños pequeños, te arrodillaste para escuchar al bebe, pusiste tu oreja en mi ya grandecito estómago, empecé a acariciar tu pelo mientras seguías allí, y empezaste a decir:

–Hola bebé, ¿cómo estás?, espero que bien, quiero que sepas que eres un gran regalo para nosotros, y que no importa que seas cuando salgas de allí, incluso no importa que seas cuando crezcas, siempre te querremos tu mami y yo. No debes de ser malo con tu mami jamás, ella ha podido con esto ella solita, yo solo ayudo un poco, pero a ella le debes que comas, que estés fuerte y feliz, y se lo deberás toda la vida bebe. Quiero contarte dos secretos bebé, si eres hombre te llamarás Diego, y si eres mujer Diega, bueno ya que tu mami me jaloneó el pelo creo que te tendrás que llamar como ella si eres nena, Paula. Mi segundo secreto bebé, es algo entre tú y yo solamente, no le digas a tu mami, por ahí me han dicho que el mejor regalo que un padre puede darle a sus hijos es amar profundamente a su madre, y yo estoy loco por tu mami, así que te doy el mejor regalo del mundo sin ni siquiera esforzarme, tu mami me lo hace fácil, será porque es la mejor mujer del mundo. –

Y así, te asomaste a verme y te reíste porque lloraba, te acercaste rápido a darme un beso, y después muchos besos.
Solo puedo agradecerte por todo esto, y que si volviera a nacer sería de nuevo tu mujer, y sobre todo quiero que sepas que:
Te amaré por siempre Gabriel. “

Paula, a sus 84 años leyó su carta frente a la tumba de su amado esposo Gabriel, frente a sus 3 hijos en la ciudad de Liverpool en Reino Unido.


Jaquez30 de noviembre de 2013

1 Comentarios

  • Diegor7

    Una bonito historia Jaquez, amé la parte de Diega, jaja, fue muy gracioso, en serio que sí.

    Me ha gustado cómo narras el amor entre Paula y Gabriel, ciertamente me gustaría ser como este segundo, así de espontáneo. Pero soy Diego y así me amo.

    ¡Saludos desde México! Por cierto, gracias por comentar y leer mi cuento. :)

    05/01/14 11:01

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