TusTextos

You Are Not Our Fucking Waiter.

-Ven amigo. La verdad es que no tenemos muchas tardes como ésta, me gustaría que cada cierto tiempo, no lo sé, cada diez minutos, verifiques que mi botella y la de éstos caballeros no esté vacía.
El mesero asintió, se retiró con una sonrisa y veinte dólares más rico.
-Entonces, maldita sea, continuando. Alexander se casa en unos días, y tú dices que por la mañana viste a Lau con un hombre que no era él.
-Sí. La vi de lejos y me acercaba para saludar pero su comportamiento para con él me dejó tan confuso que no supe qué hacer, hasta que ella se alejó con su acompañante hacia el estacionamiento.
Otho se llevó las manos a sus sienes para presionarlas un poco.
-Esto no es bueno, ¿Estás completamente seguro?
-Para nuestra mala suerte y la de Alexander, sí, lo estoy -dijo Alfredo.
-Si Lau anda con esas tonterías, ¿para qué hacer todo este circo de la boda? No tiene sentido -dijo Martín.
Los tres treintañeros bebieron de dos tragos su pequeña botella. Su mesero, atento a una nueva y futura remuneración, dejó tres nuevas botellas, las destapó con maestría y se alejó.
-Creo que pude haberles dicho algo a ustedes unos meses atrás -decía Martín-, había visto a Lau en Costco con otra persona que no era Alexander, sólo que nunca estuve seguro de lo que había visto. Ahora que Alfredo nos dice esto, caigo en la cuenta.
-Si no me lo dijeran ustedes de verdad que no lo creería -dijo Otho-, esa perra, embaucando a Alexander.
-Y a nosotros, los malditos trajes ya están rentados -mencionó Alfredo.
Acabaron sus tragos y el mesero se esmeró.
-Ahora lo que debemos discutir es como procederemos ante esto -dijo Otho.
-Yo no quiero decirle a Alexander, así que me deslindo de esa responsabilidad, pero uno de ustedes debería hacerlo -dijo Martin.
-Podríamos raptarla y desaparecerla como venganza por su traición -dijo Alfredo.
Ambos lo miraron con extrañeza.
-Es solo una idea. Además debe haber votación.
-Se me ocurre algo -dijo Martin mientras veía su reloj-, podemos citar aquí a Lau y persuadirla de que si va a seguir con esas cosas, debe decírselo a Alex y terminar con la farsa.
Otho se rascó la barbilla y se tomó su bebida.
-Me agrada la idea; pero ¿con qué excusa la traemos acá?
-Pues en primera volvemos al bautizo del sobrino, allí buscamos alguna mesa sin mucha gente alrededor como ésta. En altavoz le diremos los tres que tenemos una sorpresa para su matrimonio, pero que queremos que ella nos diga si es buena idea, algo por el estilo -explicó Martín.
El lugar donde estaban era un salón de eventos doble, muy elegante y exclusivo. Alfredo los había invitado a la fiesta por el bautizo de un sobrino, pero se aburrieron y prefirieron pasar a la celebración de al lado: una boda. Para su suerte, su mesero atendía ambas celebraciones; nada más encontrar una mesa apartada del ruido, tres sendas botellas llegaron a buen recaudo.
-Está sonando.
-¿Bueno? -era la voz de Lau.
-Si hola Lau -hablaba Otho-, disculpa, ¿está Alex cerca de ti?
-No, salió a casa de sus padres hace unos minutos. ¿Lo necesitas?
-No, la verdad es que a la que ocupamos es a ti. Los muchachos te escuchan.
-Hola Lau -dijeron al unísono Martín y Alfredo.
-Oh, ¿Qué necesitan?
-Los muchachos y yo queremos darles una sorpresa especial a ti y a Alex, por sus nupcias y eso, pero nos gustaría que nos reuniéramos para que nos dieras el visto bueno. Ya que no quisiéramos arruinar nada.
-Ajá. ¿No podrían decírmelo por teléfono? Como les digo Alex no está.
-Es algo que necesita de tu entera atención -dijo Martín improvisando-, ya sabes que si no fuera importante no te molestaríamos, sabemos lo ocupada que estás planeando todo lo de la boda.
Otho le levantó ambos pulgares.
Se escuchó un suspiro del otro lado de la línea.
-Está bien. ¿Dónde nos vemos?
Al acabar la llamada se tomaron sus tragos que permanecían helados.
-Bien, la verdad es que no debemos planear qué decir, sólo que sea rápido -dijo Otho.
-La cerveza ayuda a pensar rápido -dijo Alfredo.
Pasaron alrededor de tres o cuatro rondas de cerveza más cuando por fin Lau llegó.
-Buenas chicos. Y bien, ¿Cuál es esa sorpresa tan misteriosa?
-Sabemos que engañas a Alex -dijo Alfredo; frío, imperturbable, borracho.
A Martín y Otho se les atragantó el trago que habían dado.
-¿Qué? -dijo Lau con extrañeza.
-No puedes mentirnos, y menos a mí que fue el que te vio. Hoy, cuatro treinta y dos de la tarde, en plaza Perisur.
-Estás borracho.
-Lau -dijo Otho en tono serio-, tenemos testigos oculares de lo que Alfredo menciona. Discúlpanos pero, por encima de todo esto, está Alex, y debemos cuidarlo si podemos hacerlo. Aunque eso signifique que la boda se cancele.
Lau rió con entusiasmo, sobresaltando a los muchachos. Si tenían grados de alcohol en la sangre éstos se evaporaron.
-A parte cínica -dijo Martín.
Con los tragos visiblemente vacíos en la mesa, el mesero, que se había convertido en un ninja, dejó nueva remesa.
-Chicos, no tengo tiempo para esto. Hablen con Alex -dijo Lau, levantándose de la mesa y retirándose del lugar.
-Al parecer esa zorra es una psicópata -dijo Alfredo.
Martín y Otho pensaban.
-Le importa una mierda lo que los mejores amigos de su prometido saben de ella. ¿Así de segura está de nuestro fracaso cuando se lo digamos? -dijo Martín.
-Unas cuantas lágrimas de esa mujer pueden hacer que Alex olvide quienes hemos sido sus amigos todos estos años.
-Mi plan no suena tan loco ahora, eh -dijo Alfredo.
-Tú no quieres decírselo -dijo Otho-, y Alfredo no tiene tanta credibilidad. Eso me deja a mí como el emisario de éste chisme tan horrible.
Martín le puso una mano en el hombro.
-Así es -le dijo.
Otho acabó su bebida y sacó su teléfono celular.
-Lo llamaré y citaré aquí.
Marcó y puso el altavoz, dejando el celular en el centro de la mesa.
-Que onda Otho -era la voz de Alex.
-Amigo, necesitamos que vengas, los chicos te escuchan.
-Alex -dijeron al unísono.
Se escuchó un suspiro y uno que otro carraspeo.
-Sé lo que quieren decirme.
Los tres amigos arquearon la ceja y llevaron las manos por el pelo.
-Entonces, ¿lo sabías? -dijo Otho.
-Así es.
-Pero, ¿cómo has dejado que te engañe todo este tiempo?
Hubo unos segundos de silencio.
-Es difícil para mí explicarlo. Es probable que no lo entiendan.
-Pero es que no hay nada que entender, pudiste dejarla y conseguir a otra mujer, ahora están por casarse, has llegado demasiado lejos. Es obvio que éste matrimonio va directo al fracaso -dijo Martín.
-Escúchenme, los tres. Debí decírselos desde hace tiempo. Ella no me ha engañado en ningún momento. Ella no ha hecho nada de lo que yo no esté enterado. Absolutamente nada desde nuestra primera cita.
-¿De qué rayos hablas? -preguntó Otho confundido.
El mesero, indetectable ya, cambió las botellas por nuevas.
-Ella y yo, tenemos algo así como un acuerdo. Ella puede tener otras relaciones. Es algo realmente complicado de explicar. Sé que ustedes la han citado hoy para una especie de intervención, y les agradezco que lo hagan porque sé que se preocupan por mí, pero de verdad chicos, todo está bien. La verdad es que quiero que les quede claro que no hay engaños en mi relación, y que mi decisión de casarme con Lau sigue en pie, y que espero que me apoyen en todo esto tal y como me han apoyado siempre. Por favor, no se devanen los sesos pensando en qué y por qué, yo soy feliz, y sé que eso debe ser suficiente para ustedes.
Al despedirse de él y finalizar la llamada, los chicos quedaron escépticos y confundidos.
-Que tarde tan más de mierda -dijo Martín.
Enseguida los abordó un mesero.
-¿Algo en lo que pueda servirles?
-Tú no eres nuestro maldito mesero, largo de aquí.

Jaquez13 de noviembre de 2017

2 Comentarios

  • Polaris

    Otra forma de participar, el relato, no siempre te comento, pero siempre te leo.

    Pol.

    13/11/17 01:11

  • Jaquez

    Gracias Pol, escribo por gusto, pero comentarios así me hacen querer escribir mejor, con más calidad y entusiasmo.

    13/11/17 06:11

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