TusTextos

Celular

13:02 h
Cuando su marido entró la vio llorando, dejó caer su caja de
herramientas y se puso a llorar con ella mientras la abrazaba
fuerte. No necesitó que Estela le diga lo que había pasado, porque
no hay nada en la Tierra que se compare con el llanto de una madre
cuando ha perdido a su hijo.

12:37 h
La música de la radio llena la cocina. Estela apaga una hornalla,
destapa la cacerola y huele el aroma que asoma. Su especialidad
está casi lista. Hoy llega su hijo que estudia en la ciudad. El fin de
semana pasado no vino porque estaba con exámenes, así que se lo
extraña en la casa. El colectivo llega al pueblo a las 13:20. Su papá
Antonio va a salir un rato antes del trabajo, va a pasar por la casa
para lavarse las manos y va a ir a esperarlo a la terminal.
A Estela le parece escuchar el teléfono. Apaga la radio y presta
más atención. ¿Quién podrá ser? Se abre camino hasta la mesita
del teléfono y atiende. Los lentes que tenía en la mano se le
resbalan. Ella como imitándolos también se resbala y cae sentada
en una silla. Le pregunta a su interlocutor si está seguro de lo que le
está diciendo.
En la cocina, los fideos, que no se enteraron de lo que le pasó a
Martín, rebalsan de la olla mientras el agua hierve.

12:30 h
Esa mañana el calor es más insoportable que nunca. Gustavo
cierra la puerta de su auto y enciende el motor. El aire no anda, así
que abre la ventanilla mientras toma la avenida. No ve que un chico
cruza la calle distraído con su celular.
Cuando cualquiera de los dos levantó la vista, fue tarde. Había
atropellado a una persona, a un chico. Lo había matado.
Intenta hacer algo pero enseguida un policía le dice que no lo
mueva, se agarra la cabeza y entre lágrimas piensa en su mujer y
en sus dos hijas. Con bronca patea la llanta mientras al chico lo
suben a una ambulancia. Otro policía le dice ahora a él que no se
mueva, que espere para que le tome una declaración. ¿Una
declaración? Preguntó entre las lágrimas que no dejaban de caerle.
Arrodillado cae en el asfalto cuando empieza a lloviznar. Y en ese
momento lo ve, el celular del chico está tirado entre las ruedas
delanteras de su auto. Estira el brazo y temblando lo agarra. Con
miedo, aprieta un botón y lee en la pantalla “Casa”. Se cubre los
ojos con la mano izquierda. Luego vuelve a mirar el aparato
sabiendo ya lo que tiene que hacer. Oprime el botón verde y hace la
llamada.
Una madre en un pueblito a unos ciento cincuenta kilómetros de
distancia se derrumba en la silla que la familia Gonzalez tiene junto
a la mesita del teléfono.

9:30 h
Esa mañana Martín Gonzalez se levantó, se bañó y desayunó unas
tostadas con mate cocido junto con uno de sus compañeros de la
pensión. Le contó que estaba contento y triste a la vez. Estaba
contento porque le había ido muy bien en los exámenes de la
semana y eso pondría muy orgullosa a su mamá Estela que siempre
que le preguntaban decía orgullosa que su hijo estudiaba medicina
en la ciudad.
Pero también estaba triste. En su casa la plata no sobraba y
estaba seguro de que su papá se iba a enojar con él cuando se
enterase. Lo iba a tratar de irresponsable y le iba a decir que era un
consentido de su madre. Pero él no tenía la culpa, los otros eran dos
y él solamente uno. No quiso dárselos, pero no tuvo más remedio
que soltarlo cuando forcejeaba y vio el resplandor de una navaja.
Sin pensarlo se fue corriendo hasta la pensión.
Todo esto le pasaba por la cabeza mientras revolvía el mate
cocido para que se enfriara un poco. Más tarde, volvería al pueblo
para pasar el fin de semana con su familia y ni se imaginaba lo
contento que los iba a poner cuando se enteraran de que la tarde
anterior le habían robado el celular.
Jjconti26 de enero de 2010

Más de Jjconti

  • Celular

    311 lecturas | 0 comentarios
Chat