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Un Lazo de Amor


Una mañana tibia y soleada, caminaba un hombre lentamente cantando con alegría por las largas calles de Gijón, llevando un carrito destartalado con todas sus pertenencias a todo lugar donde se dirigiera, un hombre cuya edad era un misterio ya que estaba escondido bajo una gran cantidad de cabello graso y barba blanca.
Rodeado de tantas arrugas por razón de vivir en la calle, solo se le veía en la cara, dos grandes ojos como soles y totalmente felices.
Robustiano se dirigía como todos los días por la mañana al hogar de los pobres, cuando a poca distancia vio una caja de zapatos tirada apenas destapada y totalmente sucia al lado del contenedor. Rápidamente se dirigió hasta ella, "Un par de zapatos" se dijo "no le importo que no fueran nuevos porque los de el no se unían ni por los cordones, los cogió y sonrió.
Cuando tenía los zapatos puestos y los miraba felizmente, escuchó un ruido familiar que provenía de una caja un poco mas grande que estaba al lado de la de sus zapatos, abrió la caja, y ahí acurrucadito, estaba un perrito peludo, rizoso, flaco y tembloroso del miedo y del frío de aquella época.
El perrito le lanzó una mirada desconsolada.
Robustiano no dudo en agacharse y acariciarlo
"Prubitin mio, con este frío y abandonado en esta caja,
¿Acaso te abandonaron para que yo te encontrara?".
Lo levantó de la caja y se lo puso entre sus ropas sucias pero cálidas, el perrito estaba helado y muerto de hambre.
Lo primero que hizo fue lamerle la cara y desde ese momento se entrelazo una mirada que formó un lazo de amor que ni el hubiera imaginado.
Fue hasta el hogar de pobres, donde solían darle un plato de sopa caliente, se dejó a Lucas en el carrito con todas sus pertenencias, con ese nombre ya lo había bautizado, y entró a buscar sopa y un poco de leche caliente.
No dudo en darle la sopa y la leche a Lucas.
La chica que atendió a Robustiano, se dio cuenta de que Robustiano tenía un gran amor por aquel perro con el que solo llevaba horas... y le arrimó un poco de comida caliente para Lucas. Robustiano y Lucas con todo el amor que les unía se pusieron a comer y beber.
Así fueron pasando los días, meses y años, Robustiano y Lucas, eran una gran pareja ya conocida por toda la gente de Gijón y cuando llegaba la noche Robustiano y Lucas dormían pegaditos uno al otro y al otro lado los amigos de el.

Iban pasando los años y Robustiano se iba haciendo viejo, no podía vivir por si solo,
Lucas era el que lo guiaba, atado a una cuerda, lo guiaba calle a calle.
Una noche, cruzaban la avenida, hacia el parque, para ir a encontrarse con los amigos de siempre, para charlar un poco, beber y luego como todos los días recogerían para ir a dormir calientes por dentro y con frío por fuera en un rinconcito de la calle entre los cartones que tenía preparado Robustiano para el y su perrito.

Al día siguiente cuando iban a cruzar la calle, Robustiano vio como un automóvil a gran velocidad se aproximaba y Lucas desconcertado seguía hacia delante.
Robustiano no se lo pensó y se tiró a la carretera para intentar salvar a Lucas de un gran atropello que le provocaría una muerte segura.
Robustiano consiguió salvar a aquel alma que tanto quería, Lucas, pero Robustiano no se pudo salvar y fue atropellado, a las pocos segundos, falleció..


La gente al ver tal drama se acercó al accidente con toda la curiosidad de que había pasado, solo veían a un perrito peludo encima de un vagabundo dándole calor al corazón. En los ojos de Lucas
se podía ver el desconsuelo que tenia al ver el estado de su querido compañero tirado en el suelo.
Vino la ambulancia, llevó a Robustiano, muerto, y dejó a Lucas en la calle
Por supuesto los amigos de Robustiano lo recogieron y se lo llevaron con ellos, pero Lucas estaba desconsolado, lloró toda la noche y lo buscó entre los que dormían.
Robustiano era un gran amigo para todos ellos, era un hombre muy querido por todas las personas de Gijón.
Gracias a un amigo de Robustiano consiguieron enterrar al gran hombre en su propia lapida.
A la mañana siguiente, bien temprano, cuando llegaron los amigos acompañando al féretro de Robustiano se encontraba allí ya Lucas temblando del frío y con la mirada apenada.

Una vez terminada la ceremonia, cada uno se fue retirando lentamente, pero Lucas no estaba
¿Quizá dónde habría ido? Algunos pensaban que se había ido a buscar nuevo patrón, pero él estaba escondido entre las lápidas.
Una vez solo, se acostó sobre la tumba de Robustiano como para darle el poco calor de su esmirriado cuerpito, su amigo estaba helado.
Por la noche nevó abundantemente, cuando por la mañana el cuidador llegó hasta la tumba de Robustiano y vio sobre la misma, una montañita de nieve con la forma alargada de un perrito, se acercó más y de ella partían las huellas de un par de zapatos rotos en su suela y cuatro pocitos con la forma de las patitas de Lucas.
El pobre sepulturero se quedó paralizado, las huellas iban alejándose a medida que aparecían, como si Robustiano y Lucas hubieran iniciado juntos el camino del nunca volver, siempre juntos, siempre unidos por aquél lazo de amor que los había atado para la eternidad.
Joel12 de noviembre de 2008

1 Comentarios

  • Alumine74

    Me conmovio esta historia!! Es la primera vez que te leo

    12/11/08 05:11

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