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Sin Destino; "capitulo 2"

— ¡Felicidades! —exclamaron los invitados. En su mayoría familiares y todos mayores de 18 años.
Había globos pegados sobre el tapiz verde esmeralda de la pared, regalos de distintos tamaños arrumbados en una esquina de la sala, serpentinas y confeti sobre la mayoría de los muebles. Pero por favor, que la ambientación no los engañe, ya que en la mesa donde se estaba partiendo el pastel, estaba el joven cumpleañero, de nombre Marco, el mejor amigo de Jonathan.
Un chico de mirada la mayor parte del tiempo fría y molesta, que ni sus ojos verdes podían darle viveza. El cabello castaño, la piel blanca y un tanto pálida, de complexión un poco delgada y vos entre la pubertad y la niñez.
Pero como era de esperarse, aparte de su apariencia poco amable, de hecho era poco amable, con aires de grandeza y adultez, todo el tiempo parecía que se sentía un rey en medio de plebeyos. No solo por las grandes cantidades de dinero que posee su madre en el banco, y que haya estado una que otra vez en la portada de alguna revista o en alguna pasarela de moda en sus épocas de niño.
Su rostro se discutía entre el aburrimiento y el enojo. La madre de Marco iba por toda la mesa y parte de la sala sirviendo comida a los 33 invitados, esperando a que su hijo le quitara aquella escalofriante mirada de encima. Sin embargo fuera a donde fuera, la mirada de Marco parecía saeta siguiéndola a todos lados, con un semblante que advertía que algo saldría muy mal, si aquella fiesta continuaba.
La madre de Marco, es una mujer aun joven, chapada a la antigua por culpa de su padre machista, abnegada, servicial y sobre todo sumisa ante su hijo. Tan sobre protectora, y también muy ciega de razonamiento, aun a pesar de ser una mujer inteligente.
La madre que ya conocía los métodos tan extremos que podía poner Marco en práctica, con tal acabar con tal verbena, fue hasta su lugar para tomarlo del brazo y llevarlo a la habitación para tener una seria platica, según ella. Siendo perseguidos por las miradas indiscretas de los familiares.
Al cerrar la puerta de la habitación, Marco aparto bruscamente la mano de su madre, girándose para reclamarle:
— ¡¿Qué demonios te sucede mujer?! ¡Te di la orden de no hacer estupideces como esta!
Aquel valor que la madre había tomado en un principio, se desvaneció al oír los reclamos de su hijo, encogiendo los hombros y retrocediendo un poco contestando suavemente.
—Perdón mi vida, pero quería hacerte algo bonito por tus 13 años—brevemente sonrío—, ya eres todo un adolecente, ya te puedo dejar hacer muchas cosas, las que quieras.
La atención de Marco fue capturada por completo con la última oración. Pidiéndole a su madre que repitiera la antes dicho, creando en él un gran interés, que fue capaz de sacarle una sonrisa, vanidosa, pero a fin de cuantas para la madre fue una sonrisa.
Marco le dio las gracias a su madre con un beso en la mejilla. Pasó por un lado de ella y abrió la puerta, pero antes de salir la madre dijo aceleradamente, como si no quisiese que la escuchara bien:
— invite a Jonathan…—justo al acabar, se llevó las manos a la boca.
Marco se detuvo en seco, quedándose así unos segundos, para luego retroceder y cerrar de nuevo la puerta. La madre retrocedió un poco asustada hasta chocar con la cama.
— ¡¿Eres estúpida o qué?!—exclamo al derribar un florero al suelo. Soltando la madre un breve grito—. ¡Ese idiota ya no es mi amigo! ¡Se enamoró de la misma chica que yo!
—Pero mi amor, tu y yo sabemos y creo que todo el mundo sebe que Jonathan ha estado enamorado de esa niña desde que iban en la primaria. Y te consta que ella está de novia con uno de los chicos que juega futbol.
— ¡Carajo! ¡Hubieras invitado a alguien más! ¡¿Por qué él?!
— ¡Por que no tienes más amigos que él!—exclamo repentinamente la madre.
Marco furioso le levanto la mano, queriéndola abofetear en un momento de arrebato. La mujer solo escondió el rostro, esperando a que lo hiciera. Sin embargo se detuvo al último instante, girándose abatido, para sentarse sobre la cama.
—Tu, tu sabes que Jonathan ha sido un ángel de la guarda para ti, es tu mejor amigo, por una muchachita promiscua ¿perderías a tu mejor amigo, al único?—dijo la madre con voz suave, mientras se acercaba a abrazarlo.
Marco se apartó de la cama al ver las intenciones de su madre, yéndose a recargar sobre la pared. Quedo con la mirada fija al suelo, seguramente pensando en las palabras de su madre. Repentinamente se escapó una pequeña risa de la boca de Marco diciéndole a su madre mientras re rascaba la cabeza.
—Siempre me porto grosero con él, seguramente no vendrá. Todos tenemos un límite, aunque no lo parezca, va a llegar un momento en el que Jonathan y yo terminemos mal.
La madre conmovida le tomo la mano, diciéndole con los ojos llorosos:
—Nunca vuelvas a decir eso, los amigos son por siempre y pase lo que pase, así el mundo se termine, ustedes seguirán siendo amigos.
Marco deslizo su mano para liberarla en lugar de solo jalonearla, lo cual la madre tomo con mucho afecto. Más ella que nunca suele recibir ni el más mínimo afecto por él. Marco abrió la puerta, deteniéndose antes para decirle a su madre:
—ya son las 8:00 pm, la cita fue 2 horas antes, como te dije… no vendrá.
Justo en ese momento comenzaron a tocar la puerta apresuradamente, a lo que Marco volteo a ver fríamente a su madre la cual tenía la ceja levantada y una presumida sonrisa, la cual no tardo en borrarse al tacto de la mirada de Marco.
— ¡Qué esperas mujer! ¡¿Qué yo valla a abrir?!—exclamo Marco.
La familia que había escuchado todo, no sabía hacia dónde mirar al verlos salir, lo cual la madre notó apenada. Al abrir la puerta Jonathan estaba con el brazo recargado sobre el guarnición de la puerta, con la respiración agitada, la ropa mojada y llena de tierra por la parte de atrás.
— ¿Pero qué te sucedió? ¿Quién te viene persiguiendo?—dijo asustada echando un mirada a la solitaria calle.
—El tiempo señora, el tiempo—contesto aun sofocado.
Marco apareció tras su madre con los brazos cruzados y un semblante vanidoso. Reservándose a solo mirarle. El silencio y la tención permanecieron alrededor de 30 segundos, pero 30 segundos que ah los tres se les hicieron eternos, aunque Jonathan jamás quito su sonrisa, ni la mirada de Marco, hasta que por fin Jonathan se acercó a decirle:
— ¿Me perdonas por enamorarme de la misma muchacha que tú?—lo dijo con firmeza y arrepentimiento.
Aquella disculpa le había llegado de sorpresa a Marco, quedándose sin poder responder absolutamente nada. Marco sabía que era el culpable de todo, pero era tan orgulloso como para aceptarlo.
—Eso espero torpe—contesto Marco sin perder la postura—, que sea la última vez. Además ya no me importa, supe que sale con un jugador de futbol y varios más—dijo girando la vista a su madre.
Jonathan levanto su mano para chocarla con Marco él cual después de mirarlo de arriba abajo de forma despectiva, término por chocar su mano con la suya, dejando salir una sonrisa, la cual solo Jonathan logra ver tan seguidamente.
Jonathan y Marco pasaron mucho rato platicando sobre la escuela, aparte que Jonathan le dijo que no era necesario haber agregado sobre el novio de aquella chica a la que Jonathan tanto ama. La familia de Marco después de mucho tiempo conoció al famoso Jonathan, de él que tanto la madre le hablaba a las sobrinas. Bromearon, se pelearon lo ebrios, algunos cantaron y después de las 10:00 pm, la gente se marcho. Jonathan había cumplido el objetivo de la madre, el haber hecho un poco más llevadera la fiesta con Marco.
Después que la familia se había ido, Jonathan y Marco se quedaron en las escaleras platicando. Jonathan estaba con las manos dentro de los bolsillos parado frente a Marco el cual estaba sentado. Cuando, mientras platicaban de un proyecto que presentarían al siguiente día, unos pasos se empezaron a oír en el piso de arriba, los ruidos eran pausados y suaves, lentamente se acercaban más hasta las escaleras hasta que por fin se escuchaba que alguien las iba bajando.
Marco trataba de disimular su miedo, yéndose a parar con recia pose a un lado de Jonathan quien solo tragaba saliva atemorizado, puesto que ambos sabían que ya nadie a excepción de la madre, estaba en la casa. Pero fue más su curiosidad de ambos que se quedaron petrificados esperando ver a quien bajaba. No se veía nada, porque las luces de las escaleras estaban apagadas, solo la penumbra y aquellos pasos pausados.
Repentinamente Marco salto al frente, como si quisiera atrapar algo. Pero fue Jonathan quien con su pie piso una pelota de goma color roja, la cual él quedo contemplando con emotividad.
— ¡Está es la pelota con la que te golpee por accidente en el jardín de niños!, recuerdo que después de eso nos volvimos amigos.
—No, no, no, no, no—reitero Marco molesto—, que tú me siguieras a todas partes pidiéndome perdón, solo porque yo te decía que te fueras al carajo, no era amistad era atosigamiento—contesto vanidoso, para luego quedarse pensativo. —Es muy estúpidamente imposible que la pelota saliera sola de mi habitación, además, la tenia dentro de una caja de cristal.
—Seguro son los espíritus de tu casa—contesto Jonathan asustado. Volviendo rápidamente el rostro con una insinuante sonrisa al preguntarle a Marco— ¿Ese caja no es la que te regalo Samanta?, ¡sí!, ya recuerdo que un día antes de irnos de la primaria ella te regalo una caja de cristal y a mí un perrito de peluche.
Marco se giró enojado, empujando a Jonathan por los hombros para que dejara de pisar la pelota, haciéndolo perder el equilibrio, cayendo al suelo de espaldas. Jonathan no se quejó, ni reclamo, solo se quedó mirando el techo pensativo.
— ¡Ah diferencia de ti, yo si se cuidar las cosas idiota!—exclamo Marco molesto— ¡a ver dime! ¡¿Dónde está el peluche que te dio ella?!
Jonathan se incorporó en el suelo, quedándose sentado allí contestándole con tono un poco burlón:
—Creo que calcinado. ¡Hay tuvo una buena vida! Tú sabes que de pequeño me gustaba quemar mis juguetitos.
Marco se volvió hacia Jonathan una fría y ensimismada mirada. Marco recordó un momento en su vida, mientras se tocaba el hombro. Al mismo tiempo que Jonathan tocaba la parte superior derecha de su espalda con pena.
—No hace falta que me lo recuerdes—contesto marco ensimismado— ¿o sete olvido que por tonterías tuyas como esas casi perdemos la vida 10 niños?—contesto Marco apretándose el hombro con coraje.
Jonathan se sentó en el suelo para tratar de recordar aquel siniestro, supuestamente provocado por él, sin embargo solo veía llamas atravesadas en su camino, lo que parecía el techo de una pequeña cabaña y los gritos alterados de niños. Poco podía recordar Jonathan de aquel día, pero cuando lo trataba de hacer un dolor en la cabeza le evitaba ver más que solo eso.
Afortunadamente llego la madre de Marco con un semblante entusiasmado, sus ojos irradiaban alegría y sus movimientos era tan suaves y apresurados que parecía estar bailando o posando para algo, en fin su alegría era tan inmensa que logro contagiar a Jonathan de su viveza.
Marco extrañado, se trató de alejar, puesto que el si conocía aquellos arrebatos de felicidad, los cuales terminaban en abrazos y besos. Sin embargo al ser atrapado por su madre entre sus brazos, esta solo le dijo que tenía un regalo para él, que la siguiera. Justo al terminar de hablar se volvió a retirar de la misma alegre manera.
Sin tiempo de renegar, Marco se apresuró a ir tras ella, imaginado un regalo de dimensiones descomunales, « ¿un auto? ¿Todo el fondo de dinero de mis estudios? ¿Una moto? ¿la sexy de mariana?» se preguntaba marco. Aunque nadie invito a Jonathan él se fue tras de ellos. La madre y Marco se detuvieron en la sala. Marco miraba a todas partes tratando de ver su regalo, encontrando la única diferencia de que el teléfono estaba descolgado.
—Pensé que el mejor regalo no cabría en nuestra sala—dijo con un toque de sarcasmo y molestia.
Justo en ese momento la madre tomo el teléfono, hablo un poco en voz baja y luego le extendió el teléfono a Marco. Al no poder comprender de los que se trataba, la quedo mirando extrañado.
—Hola—dijo intrigado.
Al principio se escuchó un poco de interferencia, para luego contestar una voz adulta y profunda, la cual parecía tener un poco de tos.
— ¿Hola?—pregunto risueño—. Tantos años de no oír mi voz ¿y solo le dices hola a tu padre?
Al instante las fuerzas de las piernas de Marco se desvanecieron, cayendo sobre el brazo del sofá. Estaba muy turbado, como esperando más palabras de su padre, mientras que por sus mejillas rodaban unas pocas lágrimas.
— ¿Cuándo volverás padre?, que aquí en casa te necesitamos mucho.
— Valla, pensé que al ser tú el hombre de la casa mantendrías todo en su lugar. Pues respondiendo a tu pregunta, volveré en 8 meses a más tardar, la misión en la que estamos no es nada fácil, en estos momentos nos estamos yendo a otro lugar.
Al instante Marco exclamo inconforme, exigiendo a su padre que volviera lo antes posible, a lo que el serio le contesto, dejándolo cayado al instante.
— ¡¿Piensas que todo su puede ser a tu voluntad?! ¡¿De dónde piensas que saco el dinero para tu ropa, tu comida, tu escuela?! ¡Pensé que ya habías dejado de ser el mismo niño arisco de siempre, por dios Marco, aprende a madurar, nada se hará a tu capricho y punto!
Marco sostuvo el llanto a punto de envanecer con su padre, dejando salir un inconforme «está bien» el cual hasta a Jonathan sorprendió, ya que al haber tanto silencio en la habitación, todo se podía escuchar con claridad.
El padre de Marco es un militar sobresaliente, que fue comprado por países externos en los cuales mandan a un grupo igualmente preparado, para misiones peligrosas para cualquier ser humano sin algún tipo de entrenamiento especial como el de ellos. Curiosamente el hermano de Jonathan que estaba en la marina, fue comprado por el mismo cliente, y aunque su ubicación debe de permanecer en extrema confidencialidad, Jonathan sabe que se encuentran en los límites del polo sur.
Poco después las cosas se calmaron con Marco y su padre, bromearon y se juraron cosas en su regreso. La madre no podía estar más feliz, en sus semblantes se notaba, y más al voltear a ver una foto familiar sobre la pared. Donde solo estaban los tres, la familia en la que ella siempre soñó.
Minutos después la llamada se cortó inesperadamente, dejando a Marco con tantas preguntas en su cabeza, preguntas que obviamente su padre no podría contestar y otras que sí, con respecto a su pubertad y lo confundido que se encontraba en ese momento de su vida.
Jonathan miraba con cierta molestia la obediencia hacia el padre y la negligencia contra la madre por parte de Marco. Estaba tan ensimismado tratando de resolverlos como familia, que no notó el momento tan emotivo en el que Marco abrazo a su madre a voluntad propia, enterneciéndose al percatarse del tan conmovedor hecho.
Jonathan los admiraba tiernamente, esperando a que terminaran su prolongado abrazo, ya que no quería interrumpirlos, pero tenía la necesidad de llegar temprano a casa, antes que su mamá se enfureciera. Miraba persistente el reloj. Hasta que Marco recordó que Jonathan aún estaba ahí, soltando avergonzado a su madre.
— ¡Maldita sea Jonathan! ¡¿Qué demonios tienes que estar viendo?!—exclamo enfurecido, volviendo a envanecer—. ¡Y tu mujer! ¡¿Cuándo pensabas soltarme?!
— ¡Ay! ¡Es que se veían bien bonitos así abrazados!—contesto Jonathan conmovido.
La madre solo suspiro, terminando de colgar el teléfono que Marco dejo tirado. Jonathan estaba a punto de despedirse, pero antes de decir siquiera una palabra se quedó pensativo, tratando de recordar algo que estaba olvidando.
Sin embargo la madre se adelantó antes, preguntándole a Jonathan si quería que lo llevara en su automóvil. Jonathan aun pensativo guardo silencio, queriéndose concentrar.
— ¡Ya…! Me acorde—exclamo Jonathan asustando a la madre de Marco.
Jonathan fue hasta Marco que previamente se había marchado hasta la escalera, estaba recargado sobre el barandal. Cocándole enfrente sus manos cerradas y los brazos cruzados, pidiéndole que escogiera que mano quería. A lo que Marco contesto con un frio «vete al diablo». A pesar de eso Jonathan rio, y le volvió a preguntar risueño.
Marco fastidiado dio un manotazo a la mano derecha, tirando al suelo una de las pulseras. Jonathan preocupado se apresuró a levantarla, viendo que había escogido la pulsera con el dragón rojo.
—Aunque tu método de elección fue un tanto brusco e impertinente como siempre Marco—dijo Jonathan sarcástico—te hago la entrega de esta pulsera que simboliza nuestra eterna amistad. Y desde este momento te hago saber que pase lo que pase, nunca… te abandonare.
La expresión de Marco cambio a una más afectuosa, tomando con ligereza la pulsera de entre las manos de Jonathan, la cual se llevó al pecho dándole gracias a Jonathan, empezando a replicar un poco pensativo.
—Tu sabes como soy Jonathan, igual y un día terminamos medio matándonos, por alguna estupidez. Yo no creo en lo eterno. No quisiera perder a mi único amigo, pero tampoco me gustara que te pasaras la vida cuidándome las espaldas—con frialdad en la mirada repunto—siendo que yo podría herir la tuya.
Jonathan bajo la cabeza, queriendo entender la posición en la que Marco se ponía. Pero entender a Marco es como querer entender la vida misma, algo sumamente difícil. La madre de Marco venia de su recamara, notando enseguida la tensión del lugar. Ella metió las llaves del automóvil a su bolso, y lo dejo caer de tal manera que provocara ruido para romper aquel pesado ambiente.
—Listo ya vámonos Jonathan, antes que tu despiadada madre te cuelgue de algún árbol—dijo la madre en tono de broma.
Marco rio un poco, se agarró la nuca y extendió su mano a Jonathan, contestando con mesura:
—Pero… ¿quién sabe? Tel vez aún me estés fregando la vida de anciano. Eres muy persistente en todo, si llevas más de 8 años enamorados de Carlota, que dures toda la vida como mi amigo, no me sorprendería.
Al momento Jonathan sentimental le tomo del brazo, jalándolo repentinamente hacia él, para darle un abrazo. La madre que es muy sentimental se empezó a secar las lágrimas que le brotaban de manera tierna. Enseguida Marco se apartó, apenado.
—Ya, recuerden que esto es una vez por año, no se les valla a hacer costumbre—les advirtió Marco a ambos.
La madre interrumpió para recordarle a Jonathan que debía de llevarlo a casa. Marco les pidió que lo esperaran que tan solo subiría por una chamarra. Jonathan con una extraña sonrisa le dijo que le esperarían, solo que no tardara. Cuando por fin Marco se perdió en la penumbra de las escaleras Jonathan se giró hacia la madre de Marco, dando un pequeño aplauso y frunciendo la boca.
—Creo que usted y yo tenemos que hablar—dijo Jonathan mirándola con seriedad.
Marco aún no se podía quitar de la cabeza, la idea de que alguien se había metido a su cuarto. Pensaba que seguramente se habían puesto a husmear en sus cosas, aunque esa no era la respuesta más acertada ya que Marco mantenía siempre su habitación cerrada con llave.
Repentinamente Marco comenzó a sentir el ambiente más pesado, frente a él las escaleras se contorneaban de manera lenta, al mismo tiempo que se alargaban más. Se llevó la mano a la cara, pensando que su mente le hacia una mala pasada. Quiso mantenerse cuerdo, queriendo continuar, sin embargo cada vez que trataba de levantar los pies, sentía que tenía por lo menos 50 kilos de peso en cada uno. Tomo fuerte el barandal de madera, el cual crujía por el peso de Marco haciéndole pensar que no se trataba de una alucinación, tal vez de verdad su peso había aumentado abruptamente.
Nadie más que él se percataba de lo que lo que le sucedía, ya que veía a joanthan platicando con su madre tranquilamente. Comenzó a tomar fuertes bocanadas de aire al notar que este le faltaba cada vez más, la mano derecha la tenía agarrada del barandal, mientras permanecía en cuclillas. Cuando su respiración comenzó a normalizarse, la demás cosas también, todo volvía a ser normal. Sin embargo el brazo con el que se sostuvo del barandal estaba completamente adormilado, aparte de un fuerte cansancio en las piernas. Cansado y adolorido subió las escaleras casi a rastras, oscilaba al tratar de caminar y no lograba incorporarse bien, mientras que lentamente volvía su vista a fallarle. Frente a él estaba un pequeño pasillo de habitaciones, el de sus padres era el primero a la derecha, el de la izquierda era el de invitados y casi hasta el fondo estaba el suyo, desde ahí pudo notar que su puerta aún permanecía cerrada, lo cual le hizo pensar que el ladrón o curioso aun permanecía en su habitación.
Repentinamente Marco sintió como si a su cuerpo se le hubiera agregado el triple de su peso, ya que al solo dar un paso, azoto contra el suelo, y por más que tratara de levantarse, volvía a caer.
— ¿Fantasmas?—pensó mientras levantaba esforzado el rostro—. ¡No!, que estupideces, tal vez estoy enfermo. Sí, nada más explica esta terrible debilidad, el sudor, el calor insoportable y estos temblores incontrolables.
Las manos eran las que menos le pesaban, mecánica y esforzadamente comenzó a clavar los dedos en la alfombra para arrastrarse hasta la entrada de su habitación. Mientras Marco sufría extraños acontecimientos, Jonathan tenía una seria plática con su madre sobre la forma tan mimada en que trata a Marco, recibiendo excusas sin sentido, argumentando la madre que Marco es su único hijo, y que todo lo que hacía y aguantaba era por amor.
A Jonathan siempre le pareció interesante la familia de Marco, más que nada su madre, ya desde pequeño se le hacía impresionante la forma tan sumisa de ser por parte de ella hacia Marco, y todas las cosas que le pasaba por alto. Sin en cambio la madre de Jonathan era totalmente lo contrario a ella, ya que es una mujer estricta, que nació en una familia de militares, marines y hasta agentes encubiertos, así es su descendencia, por ende Jonathan creció bajo el mismo régimen estricto.
Por otra parte Marco ya estaba por llegar a la puerta de su habitación, y justo en el instante que toco la puerta aquel peso extra desvaneció. Justo en ese momento Jonathan que oía y veía a la madre de Marco quejarse y llorar, volteo la vista repentinamente sintiendo algo extraño, fijando su vista al techo, aun así Jonathan no presto demasiada atención.
Marco apoyándose por el picaporte logro ponerse en pie, aun a pesar del cansancio, se sentía extremadamente liviano, como si la fuerza de gravedad ya no ejerciera tanto en él. Con sus manos temblorosas giro la perilla para abrir la puerta, escuchando el peculiar chasquido de que la puerta estaba cerrada con llave.
— ¡¿Qué demonios?!—exclamo perturbado— es imposible que la pelota saliera traspasando la puerta, la… la caja de cristal permanece sobre una repisa alta, ¿Qué demonios está pasando ahí adentro?
Un poco turbado, saco sus llaves del bolsillo, metiendo la llave con extremada delicadeza para no hacer ruido, aún mantenía la manija fuertemente sostenida con la otra mano, esperando el momento de quitar el seguro y abrirla para encontrar a quien sea que se haya metido dentro de su habitación. Al quitar el seguro, giro rápido la perrilla, abrió la puerta y encendió la luz, encontrándose con que la habitación estaba completamente vacía. Sin embargo al mirar su repisa donde tenía la pelota roja, notó que la caja de cristal estaba muy al borde casi a punto de caer.
Marco soltó un largo suspiro de alivio, cerrando tras de él la puerta se dirigió hasta su repisa, con intenciones de colocar en su lugar su tan apreciada pelota. Pero, por alguna extraña razón la caja de cristal cayo del borde, con una agilidad jamás presente en Marco logro prever esto, saltando con las manos extendidas hacia adelante, casi involuntariamente, sin embargo le faltaron algunos centímetros para salvar aquella caja de cristal la cual al chocar contra el suelo se rompió en pedazos, Marco metió el rostro entre los brazos, algunos pedazos de cristal golpearon su cabeza, pero ninguno le lastimo.
— ¡Carajo!—exclamo enfurecido sin moverse— la caja, la caja… ¿maldita sea porque la caja?— molesto golpeo el suelo, encontrándose su puño con un pedazo de cristal, el cual se incrusto dentro de sus nudillos.
Se levantó con los antebrazos y encogió las piernas para sostenerse con las rodillas, de tal forma en que se pudiera levantar sin lastimarse más, de repente se quedo mirando al suelo, notando una pequeña mancha de sangre sobre el suelo, asustado se levantó, la sangre que salía de la herida comenzó a contornearle el rostro hasta caer por la barbilla. Con molesta vanidad corrió hasta el espejo frente a su cama, mirando una profunda cortada que abarcaba casi toda la ceja derecha, sin embargo esta ya estaba dejando de sangrar, no le dolía, pero si le molestaba, le enfurecía, le aterraba el solo pensar en ver su tan amado rostro con una cicatriz.
Con molestia en la mirada se contorneaba delicadamente la herida, la cual dejo en tan solo instantes de sangrar.
—Ok, no le diré nada a mi madre—se dijo con afán de tranquilizarse— no se ve tan profunda, solo me pondré alguna gorra o fingiré haberme vuelto emo y me dejare un fleco caer sobre la frente, ¡todo con tal de no desfigurar mi hermoso rostro con una cicatriz!—se dijo sobresaltado.
Marco comenzó a limpiarse la sangre que había escurrido por su rostro con una toallita húmeda, al terminar de quitar todo rastro de sangre sobre su rostro, agacho la cabeza y con un cepillo comenzó a llevarse todo el cabello hacia el frente. Una perturbadora sensación en la habitación le desconcentro, giro rápidamente hacia atrás, pero la habitación permanecía en un profundo silencio. Aquella sensación le helaba el cuerpo, literalmente exhalaba frio. Sin embargo el escepticismo de Marco le hizo recordar que estaba en principios de septiembre y que eso sería algo normal, aunado al hecho de que hace unas cuantas horas estaba cayendo una desoladora lluvia. Para una persona como el todo tiene una explicación.
Continuo con su patético plan, insistiendo en peinarse de tal forma que cubriera la herida, la cual a cada que se miraba se veía más pequeña algo a lo que tomo sin importancia. Al levantar la mirada para verse al espejo noto algo perturbador que le helo aún más el cuerpo, por el espejo vio una especie de esfera que irradiaba un color azul claro, aterrado volteo recargándose contra el espejo pero… sobre la cama que era justo donde vio el reflejo, no se veía nada. Marco cerro los ojos tomando un respiro repitiéndose la frase: «controla tu mente, controla tu mente y podrás controlarte a ti mismo Marco»
Dispuesto a continuar con su plan se dio la vuelta, quedándose estupefacto al ver de nuevo a la esfera azul flotando sobre su cama, Marco giro la mirada a la cama, luego al espejo, percatándose que la esfera solo era visible por el espejo.
— ¡¿Esta es una maldita broma?!—Exclamo fuertemente— ¡¿Quién carajos está haciendo estas niñerías?! ¡Espero que no seas tú maldito Jonathan, si tu madre, estas ayudándolo te juro que no la pasaras muy bien por el resto de la vida! ¡Olvídate que tienes hijo!
—No temas—dijo una risueña y mesurada voz— Soy tu amigo, no, no, mejor dicho soy tu admirador. No hay nadie más guapo y fuerte que tú, no necesitas de él imbécil de Jonathan, el solamente te hace ver como un idiota que necesita ser cuidado por un joven necesitado de amor. No necesitas un amigo si puedes tener gente que te admire, únete a nosotros y te convertirás en un héroe, serás admirado y respetado, claro, si es que sabes ser el mejor, aun así cuentas conmigo para lograrlo, ya nada te ata a este pútrido mundo, su gravedad no ejerce en ti, sus leyes no ejercen en ti, ahora serás un sin destino. Ahora eres alguien especial, no deberás de ser el fracasado que Jonathan te provocaría ser si te quedas a su lado.
Con estas tendenciosas palabras logro seducir a Marco el cual miraba con fascinación la esfera por medio del espejo. No obstante a esto, comenzó a expedir un olor con la fragancia de su padre, la misma fragancia que usa siempre una mezcla entre madera y frutos cítricos, seguido al olor a vainilla; un olor que tranquiliza en toda circunstancia a Marco. Lentamente fue colocando su mano sobre el espejo, como si quisiera acariciarla, su mirada embriagada de Marco igual acariciaba con la mirada la esfera, una esfera que cada vez más intensificaba su olor, y color, ya no decía ni una sola palabra, solo levitaba quieta. Al colocar Marco la mano sobre el reflejo de la esfera, fue repelida con fuerza hacia atrás, mas eso no evito que lo intentara una vez más, hipnotizado volvió a colocar su mano, esta vez no fue repelida. Las esquinas del espejo comenzaron a resquebrajarse, las hendiduras comenzaron a caminar lentamente hacia la mano de Marco, a lo igual que se empezaban a extender hacia la pared, la cual comenzó a crujir bruscamente. El hipnotizado de Marco pasaba por alto tal hecho, en su mente solo estaba la esfera, y todo lo que representaba, o sea lo que él deseaba. Las hendiduras del resquebrajado espejo tocaron la punta de sus dedos, justo en ese momento el espejo reventó frente a él en mil pedazos, la fuerza fue tanta que Marco salió expulsado hasta caer sobre su cama, solo pudo levantar la cabeza brevemente para ver que tenía sangre y pedazos de vidrio incrustados en sus brazos, y encima de las piernas la esfera levitando sobre el…
—No tengas miedo, ahora ya no tendrás miedo
Joesanarte25 de septiembre de 2015

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