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Sin Destino

El destino es un enemigo y un aliado que cuando esta de tu lado todo puede suceder, nunca te deberás confiar de él, siempre te tiene muy buenas cosas pero antes pondrá miles de obstáculos para llegar a ellas.
¿Quién es el destino?, No lo sé, tal vez sea Dios, tal vez el destino sea alguna otra cosas. Pero él está ahí, listo para ti, para sorprenderte para maravillarte o solamente para arrastrarte por la vida.
La luna menguante que se posaba entre las densas nubes que cubrían la ciudad, tenía un color azul radiante que iluminaba cada parte. La gente, el tiempo y la vida transcurrían en su correcto orden; los que morían, los que nacían. Todos tenían su papel y su lugar en el mundo, absolutamente nadie viene a perder el tiempo. La gente actúa como engranes, cada que alguien se conoce, se besaba, se tocaba, se pelea, se enamora, se traiciona, se apoya. Todo tiene una acción y una reacción; pero ¿qué pasaría si algún engrane se rompe o deja de funcionar sin previo aviso?

Capítulo 1.

Bienvenidos a la ciudad de México, una metrópoli muy particular y compleja. La lluvia comenzó a caer sobre la ciudad, una lluvia que no perdonaba, que inundaba cada pequeño espacio, no tardo en comenzar a haber embotellamientos y disturbios por la fuerte lluvia, las personas corrían para llegar a casa. Sin embargo, allí frente a la tienda de regalos estaba un joven parado, que miraba detenidamente un juego de pulseras en el aparador, al parecer no le importaba que la lluvia le mojara por completo, el simplemente no apartaba la vista de aquellas pulseras.
Los rayos contornaban su imagen en la oscuridad, así como la escaza luz de las lámparas, su nombre es Jonathan, a simple vista un joven normal como cualquiera otro, con problemas y sin ellos. Jonathan es un chico tez morena clara, pelo azabache corto y alborotado, grandes ojos negros y de complexión mediana, con una cicatriz en la espalda a causa de un incendio. Sí, normal.
Siempre viste muy casual, jeans, playeras obscuras. Pero en realidad lo que lo separa de entre las millones y millones de personas, es su sensato y buen corazón, aparte de su sinceridad arrasadora, que a veces podría sonar un poco impertinente, dispuesto a ayudar a quien sea, incapaz de traicionar a alguien, —¿Qué podría corromper algo tan puro?—desde siempre me pregunte.
Jonathan solo quito la mirada de aquellas pulseras para mirar sus bolsillos, de los cuales sacos unos cuantos billetes y monedas bastante mojadas, 250 pesos conto en su mente. A un lado de las pulseras estaba el precio, 260 pesos. Poco después los volvió a meter en su bolsillo y se dirigió a la entrada de la tienda.
La tienda era un lugar amplio, con todos los objetos acomodados de tal forma que le daba un toque mágico al lugar, piso de mármol y una buena iluminación, lo hacían muy acogedor. Debido a su apariencia y la diversidad de objetos que iban desde; relojes cucú, alebrijes, esculturas de piedra, madera y mármol, cuadros de paisajes enigmáticos, máscaras y curiosidades hicieron que Jonathan se quedara boquiabierto mirando levemente de un lugar a otro, olvidando completamente a lo que iba. Hasta que él encargado de un grito lo devolvió a la realidad.
― ¡¿Pero qué estás haciendo?! ¡Vamos sal de aquí!―exclamo el encargado malhumorado― ¡Mira el desastre que estás haciendo! ¡Vete antes de que te ponga a limpiar!
El hombre que por su cara advertía ser malhumorado, ya era un señor grande, «por no decir viejo», que por encima de sus anteojos miraba a Jonathan severamente, mientras agita repetidamente su periódico, para parecer más amenazante.
Jonathan al verlo tan enfadado miro tras de él, pensando que se dirigía a otra persona. Pero al notar que no había nadie, recordó que se había metido completamente empapado por la lluvia; respondiendo apenado, pero con una sonrisa en el rostro:
― ¡Una muy sincera disculpa! Vera lo único que quiero es comprar esas pulseras que están en su aparador―contesto señalándolas.
El señor se levantó a servirse más café de la cafetera que estaba aún lado de Jonathan, mientras Jonathan le seguía con la mirada esperando una respuesta.
― ¿Y…? ¿Pues viniste a comprar no?―pregunto el señor con severo tono.
― ¿Si?―contesto Jonathan un tanto dudoso―. Pero el problema es que solo me faltan 10 pesos para a completar.
― ¿Y que no puedes conseguirlos y volver luego?
Vera yo vivo muy lejos de aquí—comenzó a explicar mortificado—, son para un amigo al que aprecio mucho, no me habla y quisiera restaurar nuestra amistad, vamos… usted debe de comprender.
―Veo que eres un joven que no teme mostrar sus sentimientos—contesto el señor bajando el tono—. Aunque así pareces gay—añadió agresivo—, dime ¿porque quieres tanto a tu amigo?
El señor tomo de nuevo su periódico y se fue hasta su puesto, dispuesto a poner atención a la respuesta de Jonathan.
―No, no es lo que usted piensa, no soy gay―contesto incomodo―. Vera, mi amigo Marco siempre ha estado conmigo, él no tiene hermanos… tampoco amigos, muchos enemigos, ni novia, ni parientes que lo quieran, en fin. Por su forma tan insolente de ser, pero yo lo conozco más que cualquiera ¿creo?, y sé que en el fondo es muy buena persona, vale la pena conocerlo.
El señor al oír las palabras de Jonathan, abrió rápido el periódico ocultando el rostro tras sus grandes páginas, como si quisiera ignorar a Jonathan.
Jonathan al ver tal acción inhalo profundamente, y agacho la cabeza. Así se quedó unos segundos, hasta que resignado levanto el rostro con una enorme sonrisa, diciéndole al señor:
―Bueno, de ante mano gracias, que tenga una linda noche.
Jonathan camino a la salida lentamente con los hombros hacia abajo, a lo igual que la cabeza. Se detuvo en la entrada mirando la poca visibilidad provocada por la lluvia. A punto de salir, el señor le detuvo diciéndole:
―Dices que es para un amigo, ¿verdad?―pregunto sin quitar la mirada del periódico.
Jonathan solo volteo el rostro, levantándosele el ánimo de nuevo. El señor salió del mostrador y se metió en una pequeña bodega, dentro de las escaleras. Al salir le entrego un trapeador y una cubeta a Jonathan, el cual miraba al señor con los ojos destellantes y de esas sonrisas que son incontenibles.
El señor le pidió que limpiara el desastre que había hecho. Empezando sin demora a trapear. Jonathan iba de un lado a otro, empeñado en sacar tan bien, que en lugar de sacar, termino por trapear toda la tienda.
El señor que de vez en cuando lo miraba, mejor no le dijo nada, ya que lo veía muy inmerso en su mundo; pero de repente Jonathan se quedó parado con la mirada perdida en el suelo, borrando todo rastro de su sonrisa. Él hombre que leía el periódico lo miro sobre los lentes.
― ¿Que sucede?―Pregunto intrigado.
― ¿Porque al mencionar a mi amigo y sobre todo lo que quiero que esté presente siempre en nuestra amistad, Usted simplemente se quedó callado como si quisiera ignorarme?, vi en sus ojos que algo no andaba bien, ¿podría decirme que era?―pregunto Jonathan.
El señor cerró su periódico y se quitó los lentes, mirando fijamente a Jonathan le contesto:
―Cuando yo era joven, ya hace bastantes años por cierto, yo tenía un amigo. Nunca nos separábamos, éramos como hermanos—aquellas dureza en su mirar y tono de voz cambio por una frágil mirada y acongojada voz—. Creo que como hermano debí protegerlo de todo y todos; pero la vida tenía planes diferentes para mí y para él. Las malas amistades se apoderaron de él, y yo sinceramente no hice nada para protegerlo, al contrario lo abandone…― Unas lágrimas recorrieron sus mejillas, saliendo el señor del mostrador para dirigirse hasta Jonathan―. ¡Pero tú eres un amigo de verdad, se ve en tu mirada!, en ti se ve una energía de bondad y espero nunca la pierdas, porque el destino es impredecible―triste volteo la mirada hacia las pulseras, tomando del hombro a Jonathan.―. Mi amigo al cabo de algunos años murió… ¡al verme al espejo el único culpable era yo…! ¡No las drogas, ni las malas amistades! ¡Era yo!—El hombre soltó en llanto queriéndose dejar caer de rodillas al suelo, siendo sostenido por Jonathan de un abrazo.
―Imagine que este abrazo no se lo doy yo… si no su amigo―Le dijo Jonathan dándole un fuerte abrazo— ¿sabía que las personas somos como engranes?, algunos se rompen para dejar a otros seguir rodando, o sea que gracias a usted, yo nunca abandonare a mi amigo, pase lo que pase—dijo cambiando su seriedad por una sincera sonrisa— ¡Gracias por contarme algo tan profundo!
Aquello no fue solo un simple abrazo, ya que por instantes el hombre sintió la presencia de su amigo, fue como si en Jonathan sintiera su tacto, su calor hasta su aroma.
― ¿Cómo te llamas?—pregunto el hombre revitalizado.
―Me llamo Jonathan ―Respondió mientras volvía a tomar el trapeador.
Jonathan siguió trapeando mientras pensaba en el pobre señor y la forma en que perdió a su amigo, prometiéndose nunca abandonar a su mejor amigo, pase lo que pase.
― ¡Listo termine!―exclamo lleno de satisfacción, minutos después.
El señor rio al verlo tan alegre. Tomo sus llaves y fue al aparador; pero antes de tan siquiera colocar la llave en la cerradura Jonathan ya estaba parado tras de él, ansioso.
El hombre tomo el juego de pulseras y se las entregó a Jonathan. Al momento que Jonathan tomo las pulseras, puso la cara como la de un niño pequeño al recibir un juguete o un dulce. —Qué muchacho tan raro—pensó el señor.
Jonathan saco el dinero de su bolsillo, para pagar las pulseras; pero al quererle pagar al señor, este se negó, cerrándole la mano y diciéndole:
—Tú has hecho más por mí, de lo que yo eh hecho por ti. Mi esposa se sorprenderá cuando llegue a casa, hace años que no me ve sonreír, supongo que esta noche saldremos a bailar—dijo mirando la noche despejarse—. Además, esas pulseras son un regalo que no quise y las puse en venta, son de plata ¡he!
Aunque Jonathan insistió, el hombre se negó una y otra vez. Hasta que por fin Jonathan cedió, saliendo de la tienda con una sonrisa de oreja a oreja. Imaginando incesantemente la cara de felicidad que pondría su amigo al verlo llegar con el regalo.
Las calles estaban en completa soledad, a lo lejos la bruma se levantaba entre las alcantarillas y la autopista, la cual apenas era transitada por uno que otro carro. Aun así Jonathan seguía inmerso en su felicidad, despreocupado de todo. Las calles apenas iluminadas por viejas lámparas, daban un toque terrorífico a las calles.
Pero no fue el entorno aterrador que cruzaba Jonathan el que lo hizo regresar a la realidad, más bien fue un olor a mariguana, el que lo hizo percatarse de que se había alejado del camino, entrando a uno de los barrios más peligrosos de la zona.
El miedo en él era notable, tragaba saliva de vez en cuando, rezando literalmente para no encontrarse a ningún ladrón, asesino o drogadicto. Aunque la realidad es que había entrado a una zona de riesgo segura, donde ni los policías entran por miedo.
Jonathan coloco sus manos en el pecho y comenzó a caminar con total precaución, mirando tras de él, a cada paso o ruido que oía. Por la lluvia desoladora que recientemente había terminado, no había nadie. Pero no estaba de más que Jonathan se apresurara a salir de ahí, ya que la noche es el entorno natural de esas personas.
—Juro que cuando sea grande y me convierta en presidente, mandara a hacer casas más bonitas por aquí, e iluminación, y cualquier cosa que sea posible para que ya no hayan delincuentes—se decía Jonathan con intenciones de mantener su mente ocupada.
La meta personal de Jonathan, sin duda es llegar a la presidencia y cambiar al país, tal y como se lo había prometido a su abuelo antes de morir. Un señor entregado a su patria, el cual por su cargo militar tuvo que hacer cosas inhumanas por parte del gobierno, de las cuales se arrepintió hasta el día de su muerte. Cosas que solo Jonathan supo.
Una cuadra delante de Jonathan, estaban cuatro hombres bebiendo cerveza bajo la cornisa de una tienda, dos de ellos, apenas si se podían mantener en pie. Mientras que los otros dos, le exigían a la tendera que les trajera más cervezas.
La mujer al ver que no tenían más para pagar, mando a llamar a su esposo, un hombre de gran tamaño y de aspecto amenazante, el cual con solo una mirada y un brusco pisotón en el suelo los hizo salir corriendo casi a gatas del lugar.
Uno de los hombres que aún tenía un envase de cerveza en la mano lo arrojo contra la barda, gritando:
— ¡Con un carajo! ¡Ya no tengo ni un quinto! ¡Por culpa de la lluvia, no hubo gente, y sin gente que asaltar, no hay dinero!
Justo en ese momento paso Jonathan por un lado de ellos, demasiado pegado a la pared como si quisiese que esta se lo tragara. Los hombres extrañados por su actitud lo miraron hasta verlo dar la vuelta en la esquina.
— ¡Pero que idiotas somos!—exclamo el mismo hombre repentinamente—, ¡vamos por el chico!
Al momento aquel hombre que opto por ir tras Jonathan saco una navaja, para luego meterla al abrigo. Dos de los hombres se separaron repentinamente, mientras que los otros dos siguieron el rumbo de Jonathan.
Jonathan veía de re ojo tras de él, tratando de ver que no los sigan por los vidrios de los automóviles; los charcos tras de él comenzaron a sonar repentinamente y cada vez con mayor velocidad.
Uno de los hombres con una perversa sonrisa delineada por la luz de la luna, soltó una risa y exclamo:
— ¡Ey! ¡Chico, es mejor que te detengas y nos des todo tu dinero!
El hombre saco de su abrigo la afilada navaja, la cual Jonathan alcanzo a mirar por medio de los vidrios de un automóvil, la luz de las lámparas acariciaban el filo de la navaja de un modo tétrico. El mundo se detuvo para Jonathan, al pensar en el filo y en la fría hoja de esa navaja, sintiendo un dolor en el costado, como si ya se sintiese atravesado por si filo.
Al momento Jonathan dejo caer el dinero, sin siquiera mirar atrás y continuo caminando. Los dos hombres al ver esto, se quedaron estupefactos. Pensando en lo fácil que había sido. Pero aquel que portaba la navaja, se acercó y tomo el dinero contando los 250 pesos, sin embargo se sentía vacío, sin esa adrenalina y euforia que le causaba ver los rostros envueltos en pánico de sus víctimas.
—Ya vámonos men—dijo su compañero con acento chicano, al ver su enfadado rostro.
—No seas tonto, dejar así como así 250, es raro, seguramente ah de tener más dinero. ¡Vamos por él!
Al volver a oír el sonido de los charcos siendo pisados, Jonathan no lo pensó dos veces y se echó a correr, siendo detenido poco adelante por los dos hombres que se separaron antes. Jonathan volteo el rostro en molestia por el atosigamiento. Uno de ellos riendo, lo tomo de la barbilla volteándole el rostro, burlándose de sus berrinches.
Al llegar los otros dos, les exigieron que lo tomaran de los brazos. Jonathan simplemente se dejó doblegar sin oponer resistencia.
— ¿Te siente muy valiente?—pregunto el hombre, dándole enseguida una patada en el estómago con sus botas.
El golpe fue tan brusco que ni los hombres pudieron sostener los brazos de Jonathan, los cuales se pasaron delante de él al caer al suelo sin aire.
— ¡Vamos, ya solo quítale el dinero!—dijo otro de sus compañeros sintiendo lastima por Jonathan.
El hombre sonrió aventando los billetes a quien le pregunto, aunque estos cayeron directo a un charco, mojándose por completo. Causando la molestia de todos.
Poco le importo al hombre, quien empujo a Jonathan para que cayera recostado al suelo. Aunque cualquiera rogaría por su vida, Jonathan en realidad solo pensaba en que llegaría tarde a la fiesta de Marco.
El hombre se encimo en Jonathan empezando a esculcarle los bolsillos, para encontrar aunque sea su celular, y más dinero. Sin embargo termino encontrándose con las pulseras. Al ver Jonathan que el hombre las había tomado rogó por que las dejara.
— ¡Vamos, no te vayas a poner a llorar por unas mugres pulseras!—exclamo con desagrado. Con el dedo llamo a uno de los hombres—. ¿De qué material son estas porquerías?
—No lo sé señor, por el momento veo doble—contesto con la mirada perdida, levantando tres dedos.
Jonathan comenzó a quererse zafar, empezando un forcejeo. Evocando la satisfacción de lucha en el sujeto.
— ¡si! Vamos, enójate, pelea. ¡Al fin y al cabo no saldrás vivo de esta!
—Estas muy mal—contesto Jonathan—Mi amigo me espera.
Al momento Jonathan logro zafar su mano derecha que el sujeto tenia sujetando, alcanzando a darle un fuerte golpe en la barbilla, dejándolo momentáneamente inconsciente
Los hombres al ver tal acción exclamaron sorprendidos, mientras que Jonathan buscaba entre la oscuridad las pulseras que el hombre había soltado después del duro golpe.
El sujeto con la mirada perdida, trato de golpearlo, cayéndose a cada errado golpe que daba. Jonathan alcanzo a ver las pulseras que yacían bajo el brazo del hombre al que golpeo. Pero al quererlas tomar, este despertó queriendo responder el golpe, al que Jonathan alcanzo a esquivar.
Jonathan al ver su reloj, vio que ya iba bastante retrasado, así que les dijo que ya estaba harto de sus juegos. Con su dedo índice dio un rápido picoteo en el cuello de su agresor, desmayándolo de nueva cuenta.
Sin más que hacer Jonathan se despidió de ellos, diciéndoles a lo lejos; que cuando sea presidente les pondría un gimnasio de box, para que aprendieran a golpear para ganar dinero y no para robarlo.
—Yo solo quería una cerveza—contesto molesto uno de los hombres al ver partir a Jonathan.
Joesanarte23 de septiembre de 2015

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