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El Concierto

Apresuraba mis pasos para no llegar tarde al concierto, desde una cuadra de distancia se podía oír la música estridente, la alegría me invadió y saqué mi caneca de alcohol de 90 que mi vecina enfermera se robaba del hospital Calixto García, y vendía a todo el barrio, era mejor que la chispa de tren, los fines de semana había que llegar temprano a su casa porque se acababa rápido, le había echado un poco de limón y azúcar , no agua para que me durara toda la noche, sorbí un trago, aquello bajó por mi esófago como un volcán en plena erupción, pero feliz porque sabia que iba a pasar un momento agradable y desestresante con mis amigos y podía despejar de la universidad cuyas pruebas me llevaban de la mano y corriendo, pero cuan equivocado estaba.

Era una hermosa y caliente tarde del mes de Agosto de 1992, la Casa De La Cultura del municipio playa hervía de bullicio, el grupo Metal Oscuro tocaba una de las canciones favoritas del momento Vida o Muerte, no me pareció extraño ver a varias vans de la policía o guagüitas como le llamaban todo el mundo registrando a mediación de cuadra a cuanto joven pasaba, estábamos acostumbrados.
Me escabullí como pude pagué mi entrada y una vez adentro el panorama no podía ser mejor, habían mas de mil personas ondeando sus melenas al compás de la música en aquel patio que no daba mas.
Ubiqué a mis amigos y pronto me puse a bailar, el hardcore estaba encendido, después de dos canciones empezaron a entrar policías que hasta el momento se habían mantenido afuera, de forma provocativa se mezclaban entre las gentes para ver si alguien los empujaba, como era de esperar esto irremediablemente sucedió, mi amigo Disnay saltaba y bailaba sin darse cuenta que dos policías estaban detrás de el mirándolo, sin querer pisó a uno y este como un relámpago le aflojó un bastonazo en plena frente a lo que Disnay respondió con un sonoro trompón que le hizo bolar la gorra a mas de un metro, entonces se formó.

Los policías empezaron a dar bastonazos a trocha y mocha los trompones empezaron a llover, la música se paró y todos corrían en varias direcciones, afuera siguió la bronca, un policía cayo al suelo por un gaznatón que una mano de la multitud le adivinó en pleno rostro, mis amigos y yo corrimos hacia el, recuerdo que quise darle una patada y por la velocidad que llevaba resbalé y caí junto a el y me salvé por los pelos de coger uno de los piñazos que se dirigían a su cuerpo, al levantarme corrí hacia la esquina y no se en que momento llegaron los refuerzos, arribaban patrullas y guagüitas de la policía por todos lados con sus sirenas, la temible Brigada Especial hizo su presencia, de los carros se bajaban mulos vestidos de azul que impresionaban por su tamaño y su mirada sedienta de sangre, todo se puso peor, a mi derecha cinco policías le daban una tunda a un joven que sangraba profusamente, a mi izquierda , una muchacha les gritaba a un grupo de policías para que dejaran de golpear a su novio, uno de los policías la cargó para llevársela y esta con las dos manos le arañó toda la cara y mientras este gritaba de dolor ella se perdió en la multitud, atrás de mi un adolescente casi un niño estaba encerrado en una patrulla con todos los cristales subidos y habían llenado el carro con spray lacrimógeno, alguien gritaba “ se va a morir es asmático”, el muchacho trataba inútilmente de romper los cristales con los pies mientras su cara se ponía morada, hasta que una piedra se estrelló contra el cristal y alguien lo rescató de lo que parecía una muerte segura, por doquier se veían jóvenes enceguecidos y llorando por los spray lacrimógenos, a mi derecha seguían golpeando al joven, les grité abusadores y un policía se viró hacia mi y me dijo, así que eres bocón, y diciendo esto empezó a perseguirme yo corrí por toda la 5ta avenida que ya la policía había parado y empezado a desviar el trafico, me subía hasta por encima de los carros, y sentía el airecito del bastón que casi me rozaba, en una esquina unos jóvenes destrozaban una moto de la policía de trafico (caballitos) junto a la caseta donde un policía se resguardaba del aluvión de piedras, como a tres cuadras cansado de correr me viré subí mis puños y el policía al verse solo regresó gritándome que me iba a coger, a mi regreso, un grupo inmenso de personas corría hacia la parada que quedaba frente al Hotel Tritón cuando inesperadamente por allí mismo arribaron un montón de policías que desesperadamente se lanzaban como un comando y empezaron a dar golpes de todos colores, estas personas tuvieron que regresar al centro de la batalla campal de donde habían huido, alguien les gritó “me alegro cobardes”.
Hay que destacar que en esa ocasión los uniformados estrenaban unos bastones grises largos que te cogian todo el lomo, la bronca ya duraba dos horas las familias que quedaron atrapadas en sus carros por todas partes miraban con horror lo que sucedía, un hombre que venia en un lada con su mujer y tres hijas se bajó del carro gritándole a un policía, déjala no ves que es casi una niña, aludiendo a un policía que arrastraba a una adolescente por los pelos, muchos valientemente se enfrentaban a los policías mientras sus familias horrorizadas los culminaban a que entraran en los carros y se perdieran, los policías respondían que si no se iban también iban a coger lo suyo, los camiones que ya habían hecho su entrada se iban cargados de personas arrestadas hacia la estación de 5ta y 62.

Los Perros.

Estos pastores alemanes llegaron en grupos de a tres, los policías los lanzaban indiscriminadamente contra la multitud, el negro Rogelio como todos le llamábamos cogió a uno de ellos y lo cargó por los aires y lo estrelló contra el piso, acto seguido les soltaron como cuatro, todos gritaban “corre”, pero no llegó muy lejos, los perros lo alcanzaron rápidamente mientras lo mordían un policía le pisaba la cabeza, y entre dientes reía mientras su bota laceraba una y otra ves su rostro, a lo lejos se veían algunos turistas tomando fotos, la policía les incautó todas las cámaras, los represores se llevaron los perros, algunos cojeaban por las pedradas, parece que eran los únicos que tenían y si seguían usándolos se quedarían sin solucionar los miles de robos que aquejaban a la Habana.

Las Piedras.

La cosa se salía de control, los policías tenían miedo, fue la primera ves que vi tantos policías huir, las piedras no cesaban un policía que cuidaba una patrulla recibió una pedrada en pleno rostro, a ese se lo llevaron en camilla, la gente en un momento perdió el miedo cansadas de tantos atropellos, y todos cargábamos piedras que las tirábamos sin ton ni son, se las tirábamos a las patrullas, se podían ver sus cristales rotos por todas partes, a unos metros dos patrullas volcadas cada ves que una patrulla recibía una pedrada se mandaba a perseguir al grupo pero siempre recibía otro río de piedras y estos escapaban, ya no sabían para donde ni a quien perseguir, un mulato flaco que estuvo a mi lado por espacio de media hora apodado el gato tenia una puntería increíble, siempre les daba a los carros en el parabrisas o en las ventanillas del chofer, yo solo atiné a una patrulla que le abollé el guardafango de una de las gomas traseras.

La Retirada.

La noche ya se había apoderado de la ciudad, mientras seguían los gritos, los arrestados y las piedras, no se si porque era domingo en la noche lo cierto es que los policías no daban abasto, estos decidieron concentrarse en el medio de la avenida mientras rodeados por cientos de jóvenes piedra en mano, miraban asustados, hacia rato los tiros se dejaban escuchar, pero un policía asustado entro en un ataque de nervios previendo lo peor abrió el maletero de una patrulla saco una AK47 y disparo una ráfaga al aire, todos corrimos, otros policías enseguida lo aguantaron gritándole, “ tu estas loco” se lo llevaron, no lo vi mas, en eso llego un capitán, rodeado de muchos hombres, y empezó a decir que el iba a retirar a todos sus efectivos si nosotros hacíamos lo mismo, todos como si hubiera sido ensayado gritamos que tenían que soltar primero a todos los que estaban presos, el nos prometió que así lo haría.

El Agente De La Seguridad.

Este personaje vestía una guayabera blanca y se había bajado de un carro que pasaba, se había pasado toda la bronca tratando de calmar a los uniformados, pero siempre en vano, en una de mis carreras pasé por su lado y le grité “ mira lo que están haciendo” el se agachó pensando que iba a propinarle algún golpe, yo seguí corriendo el después me miraba avergonzado, por el papelazo y porque sabia que se habían hecho muchos atropellos y abusos, este individuo se la pasó siempre enseñando su carné conminando a la calma, pero nadie nunca le hizo caso.

Los Heridos.

Hacia un tiempo ya que las ambulancias pululaban alrededor, llevándose lo mismo policías que jóvenes, los policías ya se habían retirado y a donde quieras que mirabas se veían manchas de sangre, cristales rotos, metales y muchas piedras, muchos quedaron con costillas fracturadas, clavículas, cabezas rotas, esperamos por espacio de una hora, pero nuestros conocidos seguían presos, al vernos engañados decidimos irnos para la estación de policía.

La Estación.

Quedábamos unos trescientos jóvenes y empezamos a marchar hacia el precinto policial, íbamos cantando el estribillo de una canción de moda de un grupo alemán llamado Destruction, este era “Socialism Eternal Death” inspirado en los últimos acontecimientos en la Europa del Este, al pasar por las calles los carros daban marcha atrás temerosos de que fuera una manifestación antigubernamental, de hecho lo era, una ves allí todos nos parapetamos al frente de la misma gritando a coro “libérenlos” repetidamente, los vecinos cerraban sus puertas y ventanas, casi siempre en la entrada de las estaciones de policías hay un soldado con una ametralladora de posta cuidando la entrada esta ves salieron cuatro, se oía una voz trasmitida desde un altoparlante exigiéndonos calma y silencio, seguimos gritando, entonces salió un hombrecillo al parecer el de la voz rodeado con los de las ametralladoras para hablarnos, como ya habíamos sido engañados se armó un discusión, yo le grité dos o tres groserías al tipejo, el me respondió que si quería ir preso también, seguí gritando improperios y alguien me cargó y me puso aparte mientras me calmaba.

El Cabo Rodríguez.

Este hombre se destacó por sus abusos sobre todo con las mujeres, el hombrecillo de la vocecita nos decía que ellos no tenían culpa de lo que había pasado, que los policías que perpetraron la masacre eran de otras unidades, a lo que alguien le respondió que había un cabo de apellido Rodríguez que si era de ahí, al parecer lo conocía, todos lo habíamos visto porque como ya dije se destaco dando golpes y su apellido se veía claramente en su uniforme.
Súbitamente apareció este hombre arreglándose su bigote diciendo “ quien yo”? a lo que todos respondimos si tu, de pronto se iba a volver armar la bronca pero el hombrecito al parecer al mando le gritó que se fuera para adentro espetandole - después hablo contigo -, no se si lo hizo para congraciarse con nosotros o porque lo había hecho quedar mal, lo cierto es que el cabo Rodríguez se fue cabizbajo avergonzado sabiéndose en problemas, en las ventanas del edificio se veían muchos ojos asustados al parecer de los policías.

Los Generales.

Al cabo de unos instantes empezaron a llegar unos Generales muy preocupados con escolta y todo, algunos borrachos porque al parecer estaban de fiesta ya que era domingo, recuerdo uno con un barrigón y bien pasado de tragos que se caía solo, amablemente nos preguntaba los nombres y de donde éramos, y que nunca se había visto una protesta masiva de la juventud así como esta, y mucho menos frente a una estación que le explicáramos lo que había sucedido, nos decía que en su juventud el había bailado mucho con Elvis Presley y que por lo tanto a el también le gustaba el rockcanroll, alguien le dijo que era internacionalista que había peleado en Angola, muy decepcionado, otro que el gobierno decía que la revolución una de las cosas por la que había luchado era por acabar con la represión de la antigua policía de Batista, yo le comenté a uno que estaba al lado mío, “siempre hay comuñangas infiltrados”, los dos reímos.
El general nos prometió que soltarían a todos los apresados y así sucedió, cuando salieron los encarcelados todos aplaudimos, mis amigos Ariel y el chino Julio Lam estaban todos golpeados con moretones, verdugones de los bastonazos por todos lados, el General nos despidió diciendo que podíamos hacer las denuncias pertinentes en la estación a partir del lunes, Disnay fue el único encausado, al parecer lo acusaban de empezar la reyerta, estuvo preso injustamente 1 año, y cuando salió siempre estaba preso porque le salía el antecedente de la bronca, me decía que ya se conocía todos los calabozos de la Habana, optó por no salir mas.
En el transcurso de una semana cientos fueron los padres que fueron con sus hijos con huesos rotos, enyesados, con marcas visibles de la salvaje golpiza, todos fueron rechazados alegando que para acusar debían dar nombres, a pesar que muchos eran militantes del partido, todo fue un engaño.
El asunto cogió un vuelo enorme, ya que hubo muchas protestas, y sobre todo llegó a oídos internacionales, Radio Marti dió la noticia, y varios periódicos importantes publicaron los hechos, debido a las protestas el Partido Comunista en unos de sus informes, dio una versión completamente distinta diciendo que habíamos matado a un policía, que habíamos sido utilizados por un grupo de contrarrevolucionarios para que provocáramos a la PNR(policía Nacional Revolucionaria), etc., todo mentiras, tergiversaron todo a su favor, nadie pagó, nadie fue enjuiciado.

Las Disculpas.

Pasó un mes y en un concierto en el Patio De Maria, el único lugar que teníamos para reunirnos y escuchar nuestra música, lugar que todos decían que nos lo habían dado la Seguridad Del Estado para tenernos controlados, se apareció un General y se paró en la tarima, nos pidió disculpas y nos ofreció tiques gratis para bañarnos en la piscina y disfrutar de la discoteca del Castillito, un lugar que no teníamos acceso ya que solo iban los niños de mamá y papá o sea los hijos de la nomenclatura, alguien gritó que se lo metiera por el c…. , todos empezamos a gritar que no queríamos que nos compraran el silencio, que queríamos justicia, que nos veríamos en la próxima, el General solo dijo, - bueno eso es lo que hay- y sin tener o saber que decir se retiró con su bulto de papeletas, todos nos reímos a carcajadas gritándole improperios se podía ver la cara roja del hombre en su retirada.
Aun me siento orgulloso de ese gesto.
Leoasi18 de diciembre de 2007

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