Prolongo en el reguero de su pólvora,
aquel lenguaje demandado:
esa palabra gestada en la pizarra
blanco y verde del desgarro
Sigo por sus voces
la aciaga desesperación,
duro hasta arderme
en la interminable desgana
de la nunca esperanza,
caigo (me descauzo)
en la vertical de sus hendeduras,
tanteo a ciegas
algún lugar de reposo.
(Alejandra:
hurgaste el borde afilado del juicio,
la razón te bebió
en hordas de oquedades.
Sólo habló el espanto
donde te arrinconó el silencio).