Resultó que sus labios
mentolados sin un caramelo
para colorear sus dientes,
quisieron probar los míos
merced al terciopelo
del telón del vecino de enfrente.
Yo no quería
conocer su boca
demasiado pronto
para no tener que despedirme
antes de que
supiera lo que escondo.
Me dio todo el tiempo del mundo,
me juzgó queriéndome defender;
cuando navegas por placer, sin rumbo,
no tienes nada que perder.
Pero buscas atracar
en un puerto de montaña,
en algún lugar de España
o quizá de más allá;
no tienes dinero, viejo poeta
aunque rebusques en chaquetas
y trabajes para el mejor postor.
Te recordaré quién eres,
pareces olvidarlo siempre,
renegado del viejo amor,
pistolero sin perdón,
caballero con honor,
luchador en mil batallas,
de las que todos hablan
cuando deberían callar.
Cicatrices ambulantes,
que me sientan como un guante
veinticinco horas al día,
incluso en fiestas de guardar.
Cuando no quieres pensar,
que todas tus tonterías
anuncian que cambiarás,
y que no responderás
a lo que te mueve de verdad,
a tu estímulo diario,
esta lucha de contrarios
esta vida de vestuario,
este camino solitario
que hasta hoy ha funcionado.
Mentiras para limpiar
lo que ellas han ensuciado.
Verdades para poder arrestar
a este último apresado,
este preso recién fugado,
este carcelero del pecado,
el que escribe por no hablar.
Luko:
Es un gusto volverte a leer.
Muchas veces resulta más fácil escribir que hablar.
Mi vista se ha deslizado por el tobogán de tus palabras y de veras lo he disfrutado.
