Mi Metamorfosis (4)
Corono mi historia
con rastrojos de guerras
de pan con penas
de la perra gloria.
De mis batallas en frentes ajenos
siendo el más canalla entre los buenos.
Del tratado que firmé
aparentando ser el juez
de un pasado adscrito
en el juzgado,
por otro escrito
que mañana escribiré.
Esto no termina aquí.
Cada paso,
despacio,
asediará mi fortín.
Plantaré cara como numantino,
fervor poético y diamantino
del que sus días anega en polvo
y plantea que el amor
es, entre lo mejor,
un estorbo.
Y el cariño un incordio,
entre besos sin valor,
y miradas de odio
encubiertas como una mancha
en un vestido de Dior.
Se mueren comandantes.
Caen despojos
de meditaciones precio coste.
Hablan así los ojos
de estrellas del norte
en el mar de la tranquilidad,
de la Luna de la verdad
que no tergiversan tus cohortes.
Aúllo.
Aúllo.
Aúllo.
Vanidad sin orgullo.
Tres veces negado.
Ninguna arrepentido.
Tres veces arrancado
su vestido.
Por el dios de las tetas y el vino.
Tan cruel, tan vicioso
tan anodino.
Solitario,
muerto de sed,
postergando arrugas
y conservando acné.
Mirando por debajo del hombro
a los que son más que yo.
Queriendo olvidarme del Sol,
al que con alas de escombros
me quise acercar
y nadie me convenció de lo contrario.
Maldito corazón,
corazón rebelde de estepario.
Oscuridad de las tinieblas,
darkness of the blackness de Mark Twain.
Crápula made in Spain,
instigador de las querellas
queriendo quererme a mí,
en lugar de quererla a ella.
¡Qué tiempo fugado,
qué destino anticipado,
en la génesis de una estrella!
Cuya luz hace mella
y convoca al traidor avisado.
