Pau se adentró en un lago congelado, andando con pasos cortos y suaves para no romper el hielo. Después de diez largos minutos el hombre que encabezaba el grupo, el jefe de la tribu de los angnis, se detuvo de golpe. Desencajó los ojos y señaló el suelo. Justo a sus pies apareció un cuerpo tendido, cubierto de un rojo intenso que manchaba la pura nieve.
Un chico, de unos 30 años, lleno de escarcha, con las manos abiertas y el cuerpo agarrotado. Estaba cubierto por una pequeña tela negra que dejaba entrever su rostro desfigurado. En el cuello tenía un corte limpio y dentro se podía entrever una pequeña semilla blanca como la nieve que lo rodeaba. Los brazos formaban un ángulo perfecto de noventa grados con el torso, en sus manos abiertas estaban sus ojos, mirando al cielo.
Nadie habló, el policía recogió pausadamente las pruebas de la escena. Pau miró a su alrededor, enormes montañas cubiertas de un blanco intenso se difuminaban con las nubes, largas extensiones de naturaleza, se respiraba una paz insólita teniendo en cuenta la crueldad del crimen.
Lo acompañaban tres hombres que apenas conocía y por unos momentos dudó de que ese fuera su sitio. Él había estudiado periodismo, llevaba años en tierras peruanas cubriendo noticias sobre indígenas, haciendo reportajes de su cultura y sus tradiciones. No estaba acostumbrado a ver muertos y menos en medio de la nada. Quería irse rápidamente de aquél lugar.
El día anterior había celebrado sus cinco años en esas tierras y por su cabeza empezaba a fluir la idea de regresar a Barcelona, su ciudad natal. Tenía material suficiente para trabajar en un documental sobre las culturas ancestrales peruanas y publicarlo en alguna revista española especializada.
Esa misma mañana lo llamó Sole, su ángel de la guarda en Lima, proponiéndole un nuevo reportaje. En los dos últimos meses habían aparecido diferentes cuerpos sin vida en distintas partes del país y nadie mejor que él conocía las zonas más recónditas de Perú. A demás sabía muy bien como comunicarse con los indígenas y por ese motivo podría indagar más profundamente que el actual periodista de sucesos. Sole sabía cómo manejarlo para que cediera, así que aceptó el nuevo reto.

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