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El Asedio

Había llegado el momento, los percibía muy cerca. Estaban llegando con sus lustrosos y jóvenes cuerpos, con energía y pasión, tal como se recordaba a sí mismo al principio, un niño con afán descubridor que había hecho de ésta su morada y había estado campando a sus anchas haciendo lo que él quería, sin preocuparle el que hacer del mundo más cercano al suyo, como si fuera independiente a cualquier estímulo que no viniese de su interior. Ahora llegaban, los años habían pasado factura extremadamente rápido como si 40 o 50 años hubiesen pasado en los 10 años que había pasado en su morada alimentándose y creciendo y ya se encontraba sólo y cansado de las cosas que era capaz de hacer en su pasada vida, aquella que por sí sólo pensaba que llevaría y de la que fue rechazado cayendo directamente al suelo de los mortales en la que todos esperaban la más mínima muestra de flaqueza para adentrarse en su mundo, desterrarle y llevarse lo que por derecho le pertenecía. Llevaban asediándole más de lo que podía soportar, haciendo pequeñas incursiones que a la larga conseguía rechazar pero que cada vez eran más largas y duraderas y lo debilitaban 5 años más, 7 o 10. Había perdido la cuenta de los años perdidos en su lúgubre morada deseoso de que llegase la vida que él tanto había deseado y por fin llegaban para hacerle fuera y destruir lo que había construido. Él les gritaba y los intentaba ahuyentar pero se acercaban más y más hasta que no hubo marcha atrás...

Ellos vivían en los alrededores de esa casa como si fuese un castillo feudal y ellos sus vasallos, pero de la casa no salía ni entraba nunca nadie. El pueblo, joven y a la vez longevo había ido estableciéndose otra vez a los alrededores ocupando las casas que les había pertenecido a ellos o a familiares desaparecidos después de la gran debacle y desaparición del pueblo, nadie sabía la razón de aquella debacle pero se decía que era una historia prohibida al igual que la casa del centro, se decía que en ella yacía el espíritu de un chico joven que vivía en el pueblo antes de la gran debacle. El chico desapareció en la casa ese mismo año y no se le volvió a ver desde entonces. Para más inri los pocos que se acercan a aquella casa vuelven diciendo que se les aparece un chico gritando con la voz rota y llorando implorando que le dejen en paz y que en sus propias narices se cierran puertas y ventanas y nadie puede entrar en la casa.

Con el tiempo y el olvido la casa se convirtió en un atractivo para todos los habitantes de ese pueblo que ya habían perdido la memoria de todas las fantasías que circundaban al pueblo y a la casa y los niños hacían incursiones para intentar encontrar al fantasma de la casa al igual que los curiosos padres ebrios de alguna noche casual de borrachera que no podían evitar hacer la broma en estas circunstancias. De vez en cuando corría la historia de que se habían escuchado alaridos pero no, nadie daba crédito a ello, ya no.

Una noche, una pareja estaban apunto de entrar en la casa, cuando la puerta se abrió de golpe y apareció en el marco un niño, un adolescente, un joven, un adulto y un viejo, todos ellos en la misma persona, con la cara desquiciada del cansancio a punto de caerse en lo que parecía que para él fuese un pozo sin fondo, y dijo entre dientes más en un suspiro que otra cosa: "Me rindo, ganáis, quedaos con esta miseria de casa, ya no es mía, no puedo soportarlo más." Y con ello se cayó, no como una persona que se tropieza, no como un muñeco que cae en cualquier posición, simplemente cayó y continuó cayendo durante unos cuantos días, despertando de vez en cuando teniendo sensaciones que no le eran del todo ajenas pero no reconocía como suyas, recuerdos que no creía suyos arremolinándose en su cabeza asimilándose con una simpleza desgarradora, cerrando partes de un puzzle que no había conseguido acabar en años, cobrando coherencia todos aquellos delirios y sintíéndose estúpido de haber desperdiciado tantos años.

Entre delirios y grandeza fueron sanando las heridas visibles de este fuerte joven, niño, viejo... al que los viejos del pueblo recordaban como aquel chico que se perdió en la casa. No entendían como podía haber ocurrido semejante estupidez, haber permitido que todo esto ocurriese. Pero era demasiado tarde lamentarse, el joven ya era casi adulto según los estándares de la sociedad y prefirieron acceder a él desde su propia libertad permitiendo que ganase confianza con ellos. Devolviéndole la personalidad perdida durante tantos años en una vida que ellos creían como animal y depravada de la cual no había conseguido escapar por algún problema de memoria o cosa similar. No cabían excusas, nadie podría descifrar el encrucijado camino al que se había sometido el chaval para permanecer tanto tiempo encerrado en esa casa, lo importante era recuprarlo y dejar que viviese y conviviese con ellos con el fin de rehabilitarlo y que pudiese recuperar su vida y su libertad de sí mismo...
Makutos18 de julio de 2008

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