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¡adiós, mi Región! Prólogo

La esperanza se perdía poco a poco. O no. No importaba. Laura tenía cincuenta y tres años cuando el párroco de su pueblo fué a visitarla. Don Rogelio, que así se llamaba, insistió mucho en que ella le acompañase a celebrar el aniversario del nacimiento del pueblo en que ambos vivían desde que eran niños.
Al principio, Laura insistió en quedarse en casa pero, Rogelio era un hombre con dominio de la lengua de modo que, utilizando alguna que otra artimañana lingüística, logró convencerla para ir a la ceremonia.
Al anochecer, la plaza mayor estaba infestada de gentes de todas las regiones cercanas que, sabiendo de la celebración, habían llegado con las mejores intenciones para rendir sentido homenaje a Villa la Baja.
Villa la Baja no era un pueblo demasiado popular por lo menos, hasta aquella noche, la noche en que el orbe dorado se incrustó contra el campanario. La temperatura era de treinta y tres grados. El padre de Laura desapareció, su madre perdió la vista en el acto y, ella adquirió un don que, hasta entonces, jamás hubiese creido posible: Soñar despierta

Fin del prólogo

Mantra23 de febrero de 2010

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