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Micro-historias de Olotilandia Fin

XL

Por este tiempo, bien alzado el otoño, caían las sonatas en helados platos de nata que se comía la contradicción, y las rimas sonaban a latas, a botellas vacías que un duendecillo travieso utilizaba para guardar soles pequeños.

En el entretiempo se celebraba una cena de entremeses para entretener a los entrenadores de entregados duendecillos tenistas.

Muchas historias se habían escrito en las entrañas de los árboles, pero ellas no les hacían daño a los mortales que se comían las hojas.
Llovió por fin, y los duendes bajaron deslizándose revueltos por las cascadas hasta los valles que que¬daron rellenos de flores al terminar de caer aquella agua seca.


XLI

Contrabajo tocaba el duendecillo que cada día le resultaba más difícil seguir tocando. Lo dejaría todo, me iría como el agua por el desagüe, desahogándome de mal tocar los instrumentos -decía el infeliz.

Perdido en la búsqueda de los caminos, se entretenía el duende haciendo un tiovivo con la encrucijada, pues no sabia a donde ir, y aquel día decidió ir a ningún sitio.

Solo de los microsegundos conseguía el duende compañía, a pesar de estar muy bien sobre las tardes echa¬ba de menos las mañanas que tan pronto se iban.

El duende empequeñecido necesitaba explicación de lo grande, por eso se ingenió unas alas para volar So¬bre las cosas.


XLII

Una suntuosa fiesta alumbrada con estrellas y fa¬rolillos chinos hicieron aquellos duendecillos que ha¬bían estado cayendo desde el cielo a los mares dulces de una tierra de miel. Es cierto que vivían en los bosques del regaliz, que estuvieran en mansiones de chocolate y que no les fuera lo material, pero más cierto es que se bañaban en bañeras de flores y que lo envuelven todo con una sonrisa, que llevaban consigo el espacio en sus estelares cebollones y se desentienden del tiempo en sus itinerarios sin rumbo.

Cuando así de pronto se acabó la reunión, volvieron a sus caminos y se enternecieron con los espejos.











Epilogo


El duendecillo que tenia la cabeza en forma de interrogante, se lo preguntaba todo asimismo, sin darse cuenta, de que su capacidad, solo le permitía hacer preguntas.
Hasta que se le ocurrió preguntarse quién tendría las respuestas. A partir de ese día se dedicó a buscar al duende de las respuestas.
Por cierto, el duende de las respuestas, también se respondió a si mismo por las preguntas a las que tenía que responder, y fue a buscar sus incógnitas.
Yo me enteré del caso, porque el duende de las preguntas me preguntó si había visto al duende de las respuestas.
Otro buen día, me encontré al duende de las respuestas, y me respondió que buscaba al de las preguntas. Lo malo del caso, es que yo soy el duende de la ignorancia, y no pude decirle al duende de las respuestas, donde estaba el de las preguntas Espero que algún día se encuentren, porque parecen necesitarse el uno al otro.

marcelinosi@yahoo.es http://webs.xadica.cat/quixotcatala
Marcel17 de noviembre de 2015

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