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Una Barca a la Deriva

Es madrugada; dentro de un par de horas amanecerá. Suerte que la marejada se ha calmado. La luna marca una franja amarillenta en la superficie ondulante. Una barca, repleta de seres humanos, cruza el camino de luz. Huyen de la guerra, del hambre y la miseria. En la barca, etiquetada para quince personas, viajan, hacinadas, cincuenta. Llevan cuatro días a la deriva. Mujeres embarazadas; niños llorando sin consuelo, y hombres jóvenes demacrados. Una fatiga lánguida los mece. Una derrota, una impotencia. Los han engañado miserablemente. No tienen víveres, ni agua, ni gasolina; y los móviles agotaron sus baterías. El timonel, que hace de capitán, es un niño de quince años. Lleva una pistola en la mano. Amenazó con disparar al primero que se moviera de su asiento. Todos comprendieron, por el miedo que reflejaba sus ojos, que lo haría. Ahora solo se oye, en medio del gimoteo incontenible, el murmullo de los rezos. Reflejos blancos en los rostros negros. El cielo infinito en lo alto, sembrado de estrellas. Y aquí abajo, la franja de luna amarilla, atravesada por una barca perdida. Se elevan las plegarias. El cielo está lleno de santos de todos los colores. Cada cual se agarra a su favorito y le suplica ayuda. Los rezos quieren bajar a los santos del cielo para escapar de una muerte segura. Pero nadie, al parecer, los oye. El mar inmenso, desesperante, es casi un cristal. Muere otro de fatiga, hambre y frío. Van seis. Lo tiran por la borda. Los demás continúan agarrados unos a otros, temblorosos.
De pronto aparece, confundido con las primeras claridades que iluminan el horizonte, las luces de un gigantesco buque. Parece una ciudad flotante. Es un crucero para gente rica. Pero un barco salvador, a fin de cuentas. Y se acerca. En los rostros de miradas tristes renace la esperanza. Una sinfonía de plegarias se eleva de la barca al cielo, dando las gracias. Los brazos se convierten en remos. Gritan y hacen espavientos desesperados... Hasta que ven, desalentados, cómo el supuesto barco salvador, sigue su ruta. Pronto se pierde en la claridad del horizonte. Justo por donde comienza a nacer un nuevo día.
Marcial25 de marzo de 2018

5 Recomendaciones

7 Comentarios

  • Clopezn

    No somos conscientes de la suerte que tenemos de haber nacido donde lo hemos hecho. No somos mejores. Solamente salimos en el sitio adecuado el día que nos parió nuestra madre.

    25/03/18 10:03

  • Clopezn

    Buen texto para reflexionar en los días que empezamos.
    Un saludo

    25/03/18 10:03

  • Marcial

    Es verdad. Tenemos una suerte inmensa. ¿Cómo sería nuestra vida si hubiésemos nacido, por ejemplo, en Siria? Gracias por leer mi reflexión.

    26/03/18 06:03

  • Diegozami

    Tema duro, pero bien contado.
    Saludos.

    26/03/18 10:03

  • Lasombra

    Hola Marcial. Me parece un texto precioso muy comprometido socialmente. Estamos muy necesitados de que nos abran los ojos.

    27/03/18 07:03

  • Remi

    Es una narración muy cruda, una realidad que está y a veces ignoramos porque está lejos. Unos tanto y otros sin un sitio seguro para vivir.
    Muy buen texto Marcial, un saludo.

    27/03/18 06:03

  • Luia

    Tremenda realidad tangible.

    Saludos
    Lu

    27/03/18 07:03

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