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La Cama de Los Dioses (cuento de la Otra Navidad)

Hoy es día 25 de diciembre. Es la noche de Navidad, esa noche mágica que esperan los niños newyorkinos a Santa.

Kevin va camino del albergue, con la intención de ver si todavía llega a tiempo para cenar caliente. Esta tiritando de frío, va deprisa con la cabeza cabizbaja, pensando en la noche dura que le espera.

De repente un frenazo, un gran Chevrolet casi lo atropella. (Sólo le faltaría eso)

Del coche sale un chico de más o menos su edad, corriendo hacía él, asustado.

-Perdón, no queríamos hacerte daño. ¿No te has dado cuenta de que veniamos?

-Pues no -responde Kevin.

-¿A dónde vas? Hace mucho frío.

-Al albergue

El niño se vuelve a su padre que está detrás de él escuchando la conversación entre curioso y sorprendido.

-¿Qué es un albergue papá?

-Pues el sitio donde normalmente duermen y cenan las personas que viven en la calle como yo -interrumpe ansioso Kevin.

-¿Tú no tienes padres?

-No, no que yo conozca al menos.

-¿Y no tienes miedo?

-La calle es mi casa, si le tengo miedo no podría vivir.

-¡Ah! -exclama el niño sorprendido.

-¿Y duermes en la calle?

-Si

-¿Y cómo es tu cama?

-Pues depende

-¿De qué?

-De si encuentro sitio en el albergue o no. Si llego pronto duermo en una cama normal, con sábanas, alguna que otra vez mantas y lo mejor de todo ¡con almohada! Las calles son muy duras para la cabeza.

-Hoy es navidad

-Si, ¿y qué?

-Pues... Puedes pedirle a Santa una cama para dormir.

-Si claro, y me la llevo a cuestas durante todo el día, ¿no? ¿eres tonto o sordo? ¿Aún no te has dado cuenta de que no tengo casa?

-¡Ah! -Vuelve a quedarse pensativo.

El padre de Mark cree que es hora de intervenir

-¿Cómo te llamas muchacho?

-Kevin

-¿Tú crees en Santa? -le pregunta Mark

-¿Quién es ese? Creo que no lo conozco.

-Pues esta noche vas a creer en él, de momento te vamos a invitar a cenar -interviene con entusiasmo el papá de Mark.

-Vale.

-Yo me llamo Mark -dice ofreciéndole su mano el pequeño.

-Ok -responde Kevin devolviéndole el saludo.

El padre los lleva a los dos a un Macdonalds, y le pide una maxiburguer de polllo a Kevin y una normal para Mark, para él una ensalada y unas patatas fritas que comparte con ambos niños.

Después de salir de allí, Kevin cae en la cuenta de que es demasiado tarde para ir al albergue, y además hace una noche de perros. La nieve cubre la mayor parte de las aceras.

-Venga Kevin te llevamos al albergue

-No, no es necesario, hoy ya está cerrado, es Navidad hasta para los voluntarios -dice con un tono entre fastidio y resignación.

-Toma Kevin usa mi abrigo, y….

Mark va corriendo hacía el coche y vuelve con algo entre las manos...

-Toma, no es una almohada, pero te servirá, es mi cojín para dormir en el coche

-Gracias Mark.

-Buenas noches Kevin

Una vez se despiden, padre e hijo cogen el coche y continuan su camino. Y aquí acaba la buena acción del día de Mark y su papá que se van con la conciencia tranquila y con la sensación de haber hecho feliz por un rato a Kevin, pero...

Por suerte para ellos nunca supieron que pasó a continuación.

Kevin se puso el anorak de Mark, pero seguía teniendo frío.
-Podrían haberme llevado con ellos, pero a lo mejor vivían muy lejos, o seguramente les ha dado asco mi olor -iba pensando para sí mientras seguía caminando.

Recorrió dos manzanas, casi corriendo buscando un callejón que estuviese un poco más refugiado del viento gélido.

Se encontró casualmente con David, un indigente como él aunque bastante más mayor

-Hola chico, está la noche cruda

-Ya te digo David, esta noche nos vamos a pelar de frío

-¿Qué llevas ahí escondido debajo del anorak?

-Un cojín que me acaban de regalar

-Eso está bien muchacho, pero no te va a librar del frío

-Ya.

-Toma, bébete esto, te ayudará a entrar en calor muchacho. Coge estos cartones y esos periódicos que milagrosamente están secos y póntelos como manta.

-Yo no bebo alcohol David

-Hoy es una noche especial chico, hazme caso, entraras en calor y a lo mejor consigues dormir.

-Vale.

Kevin cogió la bolsa de papel que contenía vino del más peleón que se pudiese imaginar, y le dio un pequeño sorbo, era amargo, casi le hizo vomitar, pero aún así siguió bebiendo.

Poco después estaba acurrucado, temblando de frío, y decidió apurar la botella de un trago.

La embriaguez le resultó acogedora y la verdad es que ya no daba tiritones, se encontraba algo mareado, pero era una sensación parecida a cuando llevaba varios días sin comer.

Se durmió pensando en como sería tener una familia, y sobre todo una casa con una cama para él solo, sin tener que pelear con nadie ni estar pendiente de no llegar tarde para poder dormir.

Sus sueños alcoholizados le llevaban a una casa enorme, con una cama mullida, con un edredón blanco bordado con su nombre en letras doradas, las sábanas calentitas y acogedoras, e incluso imaginó a la madre más cariñosa del mundo que le arropaba y le daba un beso de buenas noches.

Sin embargo David, se durmió pensando en el gran regalo que le habían hecho al muchacho, un cojín y un abrigo... Santa debía de existir, pero esa noche se olvidó de pasar por aquella calle. ¡Qué asco de vida!

El frío y el alcohol hicieron a partes iguales el trabajo... Kevin pasó de la helada calle a la cama que siempre soñó. El resto lo puso el destino. Kevin se durmió aquella noche en el sueño eterno, pasó a compartir la cama de los dioses, allá, donde el ojo humano nunca fue capaz de ver.


Marinera20 de diciembre de 2010

2 Comentarios

  • Serge

    Marinera:
    Pobre Kevin, cuantos niños sufren como él, la vida tiene unos contrastes bastantes extraños.

    Un gusto leerte.

    Sergio.

    21/12/10 04:12

  • Marinera

    A SERGIO
    Muchas gracias Sergio, nos veremos más adelante.
    UN beso grande

    31/12/10 04:12

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