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Muerte, Borracho

-Pinssshee carroo-. Daniel va como cola de avión, su trabajo como agente de ventas lo lleva por toda la provincia, tiene dos semanas que su mujer lo abandonó, vaciándole la casa y pidiéndole el divorcio. Aprovechando que lo mandaron a Jalisco se surtió de tequila, por eso quedó bien ebrio y terminó quien sabe Dios donde, allí donde el carro ya no dió mas, a las tres de la mañana.

Se bajó del carro, agarró su dos botellas y cruzó el camino y entró en un campo con el pasto muy crecido, -¡Cuaz!- ahí va el beodo de narices. -¡no manchen, no pongan el pie!-; a gatas busca sus dos botellas, con alegría se da cuenta que están intactas. –Como las tiene abrazadas no si puede parar-; Asustado Daniel voltea hacia donde sale la voz.

Un anciano de campo es el que le habla, unos huaraches raídos, pantalón de percal y camisa de manta, además de un gastado sombrero de palma son su única vestimenta, la hoz que lleva en la mano muestra que viene de la milpa. Con una facilidad asombrosa lo levanta, sin soltar sus botellas agradece –Graciass señor, es que, hip, mi carro she descompuso y cuando salí me caii-. El hombrecillo soltó una risita de lástima –Pues si no tiene cuidado si va a matar, siñor-. Sosteniéndolo comenzaron a caminar.

Por continuar abrazado a sus botellas casi cae de bruces otra vez, por eso el hombrecillo lo sienta; en cuanto Daniel siente tierra firme destapa una botella y le da un gran trago. Cerrando un ojo para encuadrar a su acompañante le extiende la botella pero este la rechaza, levantando los hombros Daniel vuelve a tomar.

-¿Me puede deshir, hip, sheñor en donde eshtoy?-, mirándolo fijamente el campesino le contesta –En tierra bendita-, -Ssssii, ¿peero commo she llama eshta bendita, hip, tierra?, soltando otra risita el anciano menea la cabeza. Olvidando lo que le había preguntado Daniel se empina otra vez la botella, derramándosele parte en la camisa de seda.

-¿Donndee están los pinnshees shigarrosss?-. A duras penas logra sacar el paquetito, con los dientes agarra uno y se pone a buscar sus cerillos, los encuentra, -yo siñor- de un movimiento el anciano prende el cerillo y le ofrece la llama.

-¿Cómo se llama siñor?-, alternando cigarro y botella comienza a platicar –Danniel, Daniel Cruz para shervir, hip, le mi distinguido, hip, señor-. Picando en la tierra con la hoz el campesino vuelve a preguntar -¿y qui hace en esta tierra bendita?-.

-Vinne a chamm, hip, bear- , -¿Y por que istá tan pedo?-, -Mi vieja me dejó, mi chavito y mi jefa, hip, se murieron hashe tres me, hip, ses y mi jefe no querre verrrme, hip, soy muy dessgracia, hip, do, ya no quiero vi, hip, vir-. Dando otro largo trago Daniel le escupe al cigarro y saca otro nuevo, el ancianito vuelve a prenderselo. Daniel comienza a cantar mientras sigue tomando.

Sin darse cuenta va amaneciendo, el borracho sigue cantando y tomando, entre nubes de alcohol ve a unos niños pasar en bicicleta, detenerse cerca de su carro y regresar a toda prisa, entre gritos. -¡Cállense, pinches loccos!-.

-¿Y como she llama mi distinguido?-, el anciano no le dice nada , solo se limita mirarlo; en eso llega un gran grupo de personas y causando gran alboroto rodean un bulto; picado por la curiosidad Daniel trata de pararse, pero no puede, el anciano le ayuda y entre traspiés llegan con la bola.

Con la sorpresa en el rostro a Daniel se le corta el pedo, el bulto es él, tiene el cuello roto y las botellas que traía están todas rotas, está muerto. Sin creerlo voltea a ver al anciano.

Una sonrisa franca y chimuela lo recibe, cochinillas y gusanos recorren la boca del anciano mientras le ofrece una mano descarnada –Soy la muerte, mucho gusto-.
Marioignacio06 de junio de 2012

1 Comentarios

  • Marioignacio

    De los primeros cuentos que escribí hace años, a pesar que involucra muerte no entra en el terror y espero haber manejado bien la situacion

    06/06/12 12:06

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