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Para Mejorana

Era una casa de estilo colonial, con balcones custodiados por barrotes oxidados. Se encuentra a mitad de un vao durmiente en las afueras de un pequeño pueblo. Perteneció, a un escritor que jamás fue conocido. Esa casa aplastada por el tiempo era el hogar de un sueño.

Pasó el tiempo y el pueblo se hizo ciudad, y la ciudad se convirtió en laberinto y en el ombligo del laberinto descanzaba aún la triste casa.

Algunos jóvenes, curiosos y rebeldes, buscaban la casa, pero sólo se perdían más y más según el grado de su curiosidad: unos aseguran que durante sus recorridos nocturnos en el laberinto escuchaban una voz, distinta a la del hombre, ajena a este mundo; otros que más cerca llegarona a esta casa mítica inhalaron el vaho ya ahora de ellos, sólo se les ve en callejones, en prostíbulos, en cementerios.

Pasó el tiempo, y la casa se perdió de los recuerdos, de las leyendas de todos los habitantes de este laberinto. Hasta que un 23 de Mayo, cuando el sol descanza su furia y el clima se antoja para hacer el amor, una joven, aburrida de los paisajes de la ciudad, comenzó a dibujar cada uno de los ladrillos que la construyen en su enorme cuaderno de dibujo.
Las manos de esta joven, eran envidia para el mismo Midas; su belleza era similar a la belleza de muchas mortales, pero aún así, reclamaba reverencia.
Los paisajes dibujados, reconstruyeron este laberinto hasta darle forma de una ciudad nuevamente. Sólo faltaba ese callejón y lo que en él hubiere. Era ya el 18 de Junio y parecían comenzar las lluvias a caer. La joven se acercó en ese callejón custodiado por una neblina espesa de repugnante olor, detrás de ella, observó un balcón y un tejado en ruinas, pero la lluvia comenzó a caer y la joven se reitiró.

Dentro de esa casa, la joven fue observada, no se sabe si quien observaba, sea guardían de esa casa desde los tiempos en que sólo la casa existía, o si algún alma mendiga, tomó refugio del ruido del laberinto en ese lugar.

Esa noche, mientras llovía, la joven escuchó algo perturbador: la ciudad que había dibujado y llenado de color cantaba, cantaba ese callejón incompleto.

Era un barítono, y la melodía la reconoció, era el Adagio de Albinoni... ella no entendía las palabras, pero sonaban como latín, esto lo sabía porque en una ocación esuchó una misa en latín, escuchó a Mozart. La joven observó con detenimiento ese dibujo incompleto del callejón y quedo aterrorizada o maravillada quizá, al observar como se llenaba una sombra en el centro del callejón, allí donde observó el balcón. Según avanzaba la melodía, avanzaba la sombra a cubrir todo... hasta que hubo silencio.
La joven sonrió y esperó al amanecer.
Mendaciloquus24 de junio de 2009

2 Comentarios

  • Mejorana

    No es un relato como otro cualquiera Mendaciloquus.
    Esa casa existe y la tengo yo, dentro de mi mente. Hay un callejón y está encima de unas peñas, con muchas ventanas de cristal y algunas telarañas. Las hierbas trepadoras se dejan caer desde lo alto por el paso de los siglos. Yo sóla la visito, casi cada noche, y trepo por sus peñas y por sus ventanales.
    Eso es lo que me fascina de tí, mi dulce Analfabestia de pelambreras dibujadas a carboncillo, que muchas veces me tengo que parar a descifrar aquello de lo que hablas, pero yo vivo ahí, estoy dentro de ese mundo fantástico que siempre me describes.
    Gracias, Mario. Es todo un honor, que una persona como tu que apenas responde a los comentarios que le hacen, me dediques este texto tan tuyo y tan sentido.
    Te quiero mucho.
    Porque me da la gana de quererte.
    Porque me gusta amar.
    Porque soy una viciosa del cariño.
    Porque soy así.
    Como soy.

    25/06/09 09:06

  • Mejorana

    Me lo guardo en mi archivo, junto con todos los que tengo tuyos.
    Un abrazo.

    25/06/09 09:06

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