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Incomprension


Como cada día a las 9 de la mañana, salía a trabajar. Llevaba unos pantalones ajustados de color azul, una camiseta blanca ceñida y su cabeza estaba adornada con un gorro al estilo ochenteno. Sostenía unas bolsas de colores, donde llevaba todo el material para decorar aquellas tiendas. Había adquirido, con el tiempo, mucha experiencia en este campo.
En sus comienzos se había dedicado, fundamentalmente, a decorar su habitación, rompía espejos, los adornaba con botones y algún resto de pintura sobrante; la mesa de la habitación de su infancia estaba decorada al estilo “vintage”, una mezcla algo cercana o mejor dicho, de imitación hacia este estilo, un mueble antiguo pintado a rayas negras y blancas, haciendo una combinación perfecta con sus paredes de color blanca y púrpura.
Había nacido para eso, empezó a darse cuenta tarde, ya que la sociedad y sobre todo el entorno en el que residía no era la mejor fuente de inspiración para desarrollar sus cualidades. Siempre aconsejaba a sus amigas de la ropa que debían llevar en cada momento, siendo sus gustos cada vez más extravagantes y grotescos, comparables a cualquier estilista loco y admirado en las mejores pasarelas.
Adrián era el menor de cuatro hermanos, siempre había sentido admiración por cada uno de ellos, se sentía cobijado entre todos, siempre miraban por su bien y de alguna manera había ido creciendo de forma caprichosa, al haber perdido a su padre desde niño. Se sentía incomprendido, pasaba horas y horas en su habitación dibujando garabatos, escribiendo algún tipo de poesía que solo él comprendía.
Su madre, Cristina, era una mujer de gran carácter, había aguantado la pérdida de su marido y la crianza de sus cuatro hijos, permanecía pendiente a los logros de cada uno de ellos, viendo el fracaso como un corte en sus arrugas, una pérdida que se adjudicaba a su papel como madre. Pasaba horas y horas haciendo punto, tejiendo su vida en telas infinitas y de gran belleza. Adrián siempre había pensando que quien fuese capaz de hacer algo tan bello no podría guardar maldad alguna, pero que esos telares estaban construidos de manera tan complicada que cada hilo conformaba el dolor de su conciencia.
Adrián había perdido media vida intentado gustar a su madre, pero todos los intentos eran en vano, no sabía el porqué de su comportamiento, pero no era justo, él no había hecho nada, ¿ser diferente y por ello malo? ¿y la cantidad de cualidades que conformaban su personalidad, donde quedaban?
Menta03 de agosto de 2009

1 Comentarios

  • Abyssos

    el ser humano teme lo que no conoce o no entiende, o simplemente lo odia. Esto se da desde las mayorias que no comprenden a las excepciones que se dan dentro de ellas, hasta en las excepciones que no comprenden a las mayorias. ¿Quien decide quien es la victima y quien el victimario?

    Lo bueno y lo malo, le feo y lo bonito... todos son conceptos subjetivos, por lo que la incomprension resulta inexistente, yo la llamaria mas bien intolerancia.

    Interesante tu propuesta.

    Un saludo.

    04/08/09 12:08

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