TusTextos

Mimos

Los mimos le fascinaban cuando era pequeño.

Esa habilidad fantástica de hablar y quedarse calladitos al mismo tiempo; la forma en la cual creaban estructuras tan sólidas e invisibles de la mera nada, que solamente ellos podían percibir con esos ojos grandes delineados de negro.

Como todo niño, se dedicó a imitar.

La témpera blanca para las clases de arte en el colegio desaparecía cada vez que sus papás le compraban una nueva. Su madre encontraba cafarenas blancas con franjas de cinta negra pegadas a ellas, y su padre siempre se quejaba de que la cinta eléctrica se le acababa demasiado rápido. Más de una vez, su hermana terminaba buscando frenéticamente sus guantes tejidos blancos y su delineador de ojos de kohl.

En las mañanas, antes de que salga el sol y la casa se llenara con su típico alboroto matutino, el niño practicaba frente a una audiencia de figuras de acción y peluches sonrientes. Jalaba cuerdas invisibles, se encerraba en cajitas mágicas, y luego se quedaba horas frente al espejo con su carita maquillada practicando esas expresiones casi caricaturescas que lo dejaban sin aire con las carcajadas que le provocaban.

Pero como todo niño, le llegó la hora de crecer.

Ya no se llenaba la cara de pintura blanca y maquillaje negro. Ya no desaparecían artículos de la casa y sus cafarenas permanecían pulcras y sin residuos pegajosos de cinta. Su público se volvió el pequeño grupo de amigos que tenía, pero solo cuando la noche se acercaba a su final y cuando los restos de alcohol flotando por sus venas los llenaba de esa nostalgia infantil tan pesada como el humo de cigarrillos a su alrededor, la que les sacaba risas perezosas y ponía sus ojos rojos con sentimentalidad que ninguno quería admitir. Nada más.

Y como todo niño que crece muy rápido, añorando por esos años dorados donde actuar frente a juguetes y soñar con ser uno de esos héroes tan calladitos con las habilidades mágicas que tanto le gustaban, se quedó atrás.

Los días pasaban rápido y lento al mismo tiempo; ese sentimiento de monotonía donde las semanas transcurren sin que uno sepa qué día es ni hace cuántos días se vio el calendario por la última vez. Los sonidos se mezclan en esta cacofonía confusa y apagada donde no distinguimos las palabras que nos dirigen y ni nos importa descifrarlas. Los movimientos se difuminan y se sienten tan pesados que el simple acto de ponder un pie frente al otro se convierte en un suplicio insoportable. El mundo se observa como detrás de vidrios empañados y ni nos importa limpiarlos.

Y así, como si nada, somos ese mimo; atrapados en nuestras cajitas invisibles, pesadas. Las empujamos por las calles con un ceño fruncido y con las esquinas de los labios hundidas hacia abajo como si tuviéramos anzuelos enganchados a ellas y cien personas los jalaran hacia el piso.

No escuchamos. No vemos. No hablamos.

No nos escuchan. No nos ven. No nos hablan.

Y a él ya no le fascinan los mimos, y la desgraciada ironía se le arrastra lentamente por la espalda, dejándolo frío y pesado mientras aplasta sus palmas pálidas contra el cristal borroso de su propia caja.
Miarcadia15 de noviembre de 2015

1 Comentarios

  • Miarcadia

    Primer cuento que escribo desde el colegio! O por lo menos el primero que decido mostrar públicamente. Me gustaría recibir feedback para saber como puedo mejorar mi manera de escribir o relatar, sea buen feedback o mal feedback, no me interesa. El punto de esto es aprender! Gracias por leerlo y espero que les guste! :D

    15/11/15 10:11

Más de Miarcadia

Chat