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Velorio Infernal

Tomaba el cigarro. Temblaba en pos a sus manos. Introduciéndoselo en la boca, inspiraba el aire devastador del tabaco hilado, el fino tabaco, el tabaco preciado. Mientras inhalaba, el tabaco enfurecía, se enrojecía, y luego se calmaba. Reposaba mudo en su boca, jugaba, se mezclaba en los pulmones. Hacia, seguramente, círculos o cuadrados, con los que legendariamente, terminaba saliendo por la boca, con el impulso de un suspiro bien acabado; inundando, así, todo el cuarto. El humo hacía aun más tétrica la situación. La constante corriente de emanaciones se presentía en los invitados, conjuraba una mezcla de incertidumbre y desazón generalizada. Todos preocupados, inciertos. ¿Quién sucedería en el trono? ¿Quien fracturaría el linaje divino del odio?
Había una serie de conversaciones que nunca se acaban, toda la belleza y delicadeza, la fama, la riqueza. El dinero, la vanidad, el lujo. Se comentaban todas las características de abajo. Y, presuntamente, se criticaba y desairaba toda la vulgaridad y la mediocridad del cielo. Las comunes charlas eran totalmente atípicas. Muchos de los presentes no habían siquiera asistido al ultimo velorio. Al anterior. Que había sido el único que había ocurrido aquí abajo. Por lo que las conversaciones cruzaban la línea, o se encontraban al borde, de lo necesario para la situación que encarnábamos, que era un velorio.
Todos había tratado de alzarse, todos querían resaltar, era necesario saber quien ocuparía el pedestal. ¿Se haría una votación para elegir al sucesor?
Todos habían ido vestidos con su característica ropa de duelo. Pero era totalmente nueva, ya que era el primer duelo. Adolf siempre igual, me comentó de sus experiencias en el sur, cuando estuvo encarcelado. Muchos creían que él sería el sucesor, ya que fue uno de los peores. Estaba acompañado de otro gran candidato, el engañador, como lo llamábamos aquí, Emmanuel.
Yo igualmente estaba tranquilo, pero algo extrañado, no podía sacarme de la cabeza la risita satírica de él. Del innombrable.
Salvador y Vincent venían juntos. Lustrosos, onerosos. Virginia, que estaba cerca de mí, le comentaba a Óscar (mientras fumaban y bebían café) que Vincent había logrado operarse la oreja. Hacia años que yo no veía a nadie. Siempre relegado estaba yo. No podía creer la cantidad de gente. Excesivamente todos los allí presentes éramos los conocidos. La mezclilla estaba afuera. Con velas, con fuego, lloraban, se enmudecían constantemente. Hacia un frío nunca antes sentido. Sócrates hablada con Platón. Muchos comentan que se había pasado desde arriba. Que todo esto le parecía maravilloso. Pero sinceramente no había visto nada. Sólo rumores.
Luís de Francia cortejaba con Victoria de Inglaterra. La pareja me caía tremendamente encantadora y propicia. Dante estaba en sus sueños de dolor, totalmente conmocionado. Era uno de los más próximos a él, debido a que fue él quien le comentó el secreto de los tres estados antes de la final eternidad, que Dante transcribió en su libro. Truman comentaba sus atrocidades con Marilyn y Jhon y Elvis. Que cuarteto magnifico. Me gustaría reunirme más constantemente con ellos. Osama vino a preguntarme si yo le daría mi voto. En ese momento sólo dije: Sí. Luego vinieron muchos más, Saddam, Fíodor, Benito y más. Otros simplemente vinieron a decirme que yo sería perfecto para el cargo: Freddy, Frida.
Mata-Hari y Cleopatra estaban acompañadas. Las dos unidas de las manos, no podía creer que Constantino no dijera nada, es excesivamente celoso.
Mi estado me diligenciaba en los golpes que me delataban. Luego del velorio, fui a casa. Medité. Me sorprendió la cantidad personas que me dijeron que votarían a mi persona. Era verdad, yo tenia una relación plenamente rutilante con él, pero no se si podré encarnar tal magnitud de trono.
Habían pasado ya unos días, estaba preparando las comidas, subyacentemente, sumido en una profusa crisis demagógica, mis habilidades culinarios de algún extraño modo se debilitaban.
Debía poner prisa en la actividad que realizaba, el consejo para organizar la votación, al que pertenecía, con otras 9 personas, se reunía en menos de veinte minutos. Las peripecias que debatimos en fin, fueron organizaciones y cursos de acción inválidos, ya que el día de la votación, no se cumplieron con respecto a lo debido. En el matutino, había una lista con los posibles candidatos. Me sorprendió estar entre ellos. El pueblo no votaría, solo lo haríamos nosotros, en un cónclave. Irónico. Cada uno de nosotros escucharía las posturas del resto. No habría candidatos. Todos hablaríamos. Tardaríamos una eternidad, somos muchos los de aquí abajo. Los conocidos. Luego de esos días, que presupongo serían diez u once, pasaríamos al cuarto del cónclave. Estaba totalmente prohibido comentar a la prensa sobre lo hablado o votado. En el cónclave había una banca para cada uno de nosotros. En cada banca un sobre, laca para sellarlo y una hoja con el logo oficial, en la que deberíamos escribir nuestro voto. Luego de hacerlo, pasaríamos al frente, al ser llamados, y lo colocaríamos en una urna de marfil. Haríamos el procedimiento hasta que el setenta y cinco por ciento de las partes estén de acuerdo con las decisiones. Como se planificaba que tardaríamos otros diez días en decidir quien sería el elegido, planificamos hacer dos votaciones por día. Una de mañana y otra de tarde. Una vez que se haya elegido al predecesor, una gran tormenta azotará Esparta. O mejor dicho, el lugar que hoy en día ocuparía.
Ya hace aproximadamente tres días que estamos aquí adentro escuchando a cada uno de los que votarán. Mi turno fue el primero, ya que fuimos anunciados por orden de llegada. Estaba aterradamente nervioso. Mi respiración se cortaba, tan solo traté de demostrar una actitud certera y convincente. Propuse una idea, que luego muchos me la secundaron, de cambiar la imagen del predecesor, por una imagen más misteriosa, y no tan malvada. Muchos optaron por discursar que no tenían interés alguno en ocupar el cargo. Adolf me sorprendió totalmente cuando lo dijo. Yo pensaba votarlo, muchos pensaban hacerlo. Seguramente, ahora, el resto de los oradores, solo tratarán de obtener los perdidos votos de Adolf. Yo decidí que me votaría a mi mismo. Aunque sabía que no ganaría, tener algún voto, aumentaría mi fe. Fe, que ironía.
Comenzó el conclave, tardamos 7 días para que todos pudieran comentar sus propuestas. Y llegó la hora de la primera votación. Luego de hacerlo, los resultados fueron atónitos. En primer lugar se encontraba Benito, y muy cerca de él, Osama. Pero juntos no alcanzaban el cuarenta por ciento. Yo, sorprendentemente estaba en el tercer lugar.
La multitud afuera, que conmocionada esperaba un resultado, estaba atenta a Esparta, y luego de la hora comedida, y al ver que esta parte esta plenamente calurosa y soleada, se desilusionaron. En el segundo cónclave seguía en tercer lugar, pero en primer lugar estaba Magno, y en segundo Saddam. Definitivamente los votantes no tenían en claro a quien elegir. En el tercer ciclo pasé al segundo lugar, con un sorprendente cuarenta y tres por ciento. El primero, que estaba a cargo de Emmanuel, tenía cuarenta y cuatro por ciento. El cuarto cónclave fue devastador. Alcancé el primer lugar, un cuarenta y nueve por ciento. En segundo lugar estaba Emmanuel, con un treinta y cinco por ciento.

El quinto y último cónclave fue algo totalmente astucioso. Conmovedor. Salí elegido con el setenta y siete por ciento del consenso electoral. Esparta se cubrió con un manto gris, un gris opaco. Yo estaba plenamente abstraído e inmerso en una serie de ataduras nerviosas. No podía creerlo. Reemplazaría al Diablo. Adolf, que fue el encargado de la organización, salió a la ventana de la casilla principal, y anunció que había un resultado. Que había un nuevo Dios negro. Que me coronaba con el nombre de Lucifer Segundo. Luego sería conocido como Lucifer Segundo, el grande. La multitud aclamó furiosamente. Ahora llega el turno en que me anuncia. Sus palabras fueron totalmente ociosas: “Adán, el Rey de los Negros Mares, Adán, el primero. Lucifer, el segundo”. Cuando salí a saludar al balcón mi indócil mente se trasladó a pensar ¿Qué hacía yo?, Adán, el esposo de la Eva, siendo Rey. El condenado a los infiernos por cometer la dulce tentación.


“Levántate Adán. Vamos, Arriba. Despierta. Hay que aplaudir al nuevo Lucifer”.
Aplaudí, aún estaba aturdido por mi sueño. ¿Quien iba a pensarlo?, Él es el nuevo Satán. ¡Pobre Diablo!

Misterf25 de julio de 2009

2 Comentarios

  • Abyssos

    Un lugar lleno de "celebridades" de todo tipo, y lo de la votacion organizada por un personaje de tan... "pintorezcas" caracteristicas, le da un aire muy terrenal y conocido, si, definitivamente el cuadro de un excelente infierno, una imagen muy fiel a lo que deberia de ser, desde mi punto de vista... es como un infierno cliche... tal como el titulo de otro de tus textos.

    Me parecio fascinante... tu inventiva, tu narrativa estructurada, seria y fina, la propuesta y la imagen que plantea el relato es tambien genial, desde el principio... quiza te comentaria lo de tanto punto y seguido... a mi me dificulto un poco la lectura... pero bueno, eso es solo cosa de estetica.

    Al final era solo un sueño de Adan? pobre... uno de los primeros en caer al infierno y uno de los que mas pasan desapercibidos ahi, pero entiendo su pensar... quien querria ser el rey de tales personajes y de un lugar asi... seria como ser el rey de este decadente mundo (cualquier parecido con la realidad, es coincidencia...).

    Te envio mi felicitacion, escribes muy bien.

    Bienvenido a la comunidad.

    Un saludo.

    25/07/09 06:07

  • Misterf

    Muchas gracias por lo que me comentas! Te agradezco tu punto de vista y voy a revisar eso que me dices! La verdad que cuando me haga de un tiempo voy a leer tus textos que seguro esta geniales! Muchas gracia spor las criticas constructivas que son muy bienvenidas!


    Saludos y Hasta Luego.-

    26/07/09 03:07

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