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Otro Mugriento Día para Vivir...

Otro mugriento día para vivir, similar al resto que le antecedía de su pesada, aburrida, miserable y absolutamente solitaria vida. Lo peor de todo era tener que escuchar esas voces entrometidas que parecían querer arreglarle todo con un “tienes mucho porque vivir”; ¿pero qué carajos saben de lo que yo necesito para poder vivir?, ero lo que respondía para sus adentros, mientras que su rostro mostraba una sonrisa fingida y su cabeza levemente de lado asentía entrecerrando los ojos para enfatizar el gesto de aceptación y conformidad hacia el comentario metiche. Por eso había decidido ya no volver jamás a decir una palabra a nadie que no fuera de su entera confianza; ya no más lastimas y pobreteaderas por parte de los demás. Ahora sufriría en silencio, tal vez su cara no mostrara más que melancolía, pero ya aprendería a fingir y mientras tanto al que se atreviera a preguntar, pues le diría que tenía muchísimo dolor de cabeza o que estaba muy cansada de trabajar. Ya pronto dejaría de pensar y tal vez de sentir; o tal vez no.
Pero en realidad sentía dolor y no solo de cabeza, porque honestamente se la pasaba piensa y piensa en cada detalle maldito; como solía decirles, sin poder lograr armar el panorama completo del porqué de su desgracia. Así las cosas el dolor era de todo el cuerpo y en especial del alma; terrible, porque para esa no hay cura, al menos al cuerpo lo lograba apaciguar con mil pastillas que se metía para poder seguir funcionando. ¿Y su alma?, esa si que ya no funcionaba y no tenía ganas de hacerla funcionar, había perdido las ganas, las poquitas ganas que le quedaban de reserva.
Muchas tardes y la mayoría de las noches, sentía que su alma se retorcía dentro de su cuerpo provocándole una tremenda opresión en el pecho, de la que solo podía salir inhalando y exhalando todo el aire de la habitación en donde solía encerrarse, después de esto a veces caía de rodillas ahogada en llanto, un llanto profundo y desconsolado; otras, solo miraba al vacío mientras unas gruesas lagrimas resbalaban por sus demacradas mejillas, y algunas más parecía estar poseída de rabia que era descargada en cualquier persona o cosa que estuviera cerca.
Los episodios más extraños eran cuando extendía sus manos temblorosas hacía el vacío y acariciaba una forma en el aire a la que regalaba una mirada infinita y cristalina, por supuesto después seguía el llanto que paraba hasta que alguien tocara la puerta de su escondite o se quedara dormida, cosa que tampoco pasaba muy a menudo por lo que era casi una bendición, ya llevaba un sin fin de días durmiendo por poquitos, así que como las pastillas para dormir ya habían terminado y el médico le había dicho que ya no le prescribiría las milagrosas porque se estaba pasando de la dosis, decidió matarse de cansancio, siguiendo el sabio consejo de su amigo, de alguna manera su cuerpo caería rendido en el colchón de su cama vacía, dejando de pensar y de sentir dolor al menos por un rato. Además mejoraría su aspecto vampiresco, la piel macilenta se iría, al igual que las ojeras; pero, ¿de qué servía? Ya llevaba meses sin arreglarse el cabello, las raíces sin teñir tenían más de tres centímetros de largo, solo se lo amarraba en una cola o se lo soltaba acentuando más su aspecto de “no tengo ganas”; ella, que antes era tan afecta al manicure, ahora tenía los dedos momos y lastimados de tanto quitarse los pellejitos de los dedos y comerse las uñas, un hábito que ella despreciaba pero que estaba adquiriendo y lo peor se bañaba por puro compromiso, más no disfrutaba ponerse bonita, simplemente no existía razón alguna.
Ya no se sentía bella, aún cuando algunos le habían dicho que estaba más delgada y radiante; se notaba que estaba fingiendo muy bien su papel de chica fuerte, pero en verdad se sentía una nada. Por lo regular era decidida, pero su seguridad estaba echa pedacitos, se sentía viviendo con alguien a quien desconocía; así que ese día mugriento se vio al espejo, pero lo que ella vio fue a su persona raída y descosturada, trató de forzar su vista y no se encontró; se acercó al espejo y lo que vio fueron las marcas de unos dedos en su hombro izquierdo; no, esos dedos no eran de ella; eran de él, si de él; se los había dejado una día antes cuando ella había logrado arrebatarle un poco de pasión forzada y solo encontró un vacío mayor. Él era lo último en una larga cadena de sucesos que la habían llevado al borde de su sano juicio.
Cerró sus ojos y por primera vez en mucho tiempo, ya no pudo llorar; trató pero ninguna lágrima salió, por fin estaba seca; recordó los sucesos del día anterior, cada palabra, cada gesto, aroma, todo; y se dio cuenta de algo, todo aquello que él dio sin querer, solo como respuesta a sus súplicas de tanto tiempo eran como una esponja que le absorbía cada centímetro de si misma.
Todos aquellos sentimientos lindos al quedarse apresados se echaron a perder, estaba enmohecida, rancia y se sintió más vieja y marchita; lo peor era que él no quería aceptar que era su culpa; para lo poco que le importaba ella, en realidad no le importaba nada, le daba igual. Entendió que, aún sabiendo su falsedad nunca nadie podría hacerla sentir como él; su corazón había latido tan fuerte, como nunca antes para volver a quedar sumido en el abismo de la desesperanza y la vacuidad.
Observó su cuerpo de arriba abajo, hasta llegar a sus propios ojos, y se regaló una sonrisa de consolación; era probable que algún día despertara sin sentir esa horrible sensación o que eso no sucediera nunca, ya nada importaba, además no tenía el valor como para cortarse la vida, eso era patético. Volvió a cerrar sus ojos y recordó el instante en que se alejó de él; extraño, pues siempre estuvo alejada de él; volvió a escuchar el taconear rítmico que ella misma hacía al caminar y revivió las ganas que tuvo de regresar y gritarle, de decirle, cómo se atrevía a abandonarla, a tratarla como a basura, a alimentarse de su dolor; pero no pudo, no tenía caso alguno; recordó que a él le daba igual lo que ella dijera o sintiera.
Abrió sus ojos, ya no había mirada de conmiseración, ahora era vacío, su ceño se frunció, al mismo tiempo que su boca se torcía en una mueca, dándole a su cara un aire de altanería y frustración. Inhaló profundamente, mientras que muchos pensamientos encontrados y turbios daban vueltas en su cabeza; exhalo trayendo a su mente la imagen del día anterior : su cuerpo trémulo ante el poderío de el de él y lo único que consiguió fue que su cabeza se levantara con aire arrogante; entonces, ella cubrió su cuerpo con una camisa blanca y unos jeans, amarró su cabello en una coleta, se maquilló, tomó su bolso y una carpeta con los papeles de su trabajo; claro, sin olvidarse de los tacones que le ayudaban a balancear su cuerpo al caminar, se perfumó y entonces como nunca antes, salió a la calle, sin miedo; pues ya no tenía nada que perder, si ya lo había perdido todo; su rostro con el rictus de altanería y frustración, sus ojos que no veían nada, pero su andar era fuerte. Así caminó; caminó entre la gente, sintiendo el peso de todos y de nadie, aceptó su soledad y la hizo su amiga. Perdiéndose entre la multitud y para siempre.
Naomi2829 de mayo de 2008

4 Comentarios

  • Naomi28

    Haber que opinan de esto, en realidad es una experiencia mia, acepto toda clase de criticas, solo no sean tan crueles jejeje...

    29/05/08 07:05

  • Federico

    No sé que decir, quiero decir algo, quiero poder hacer algún análisis pero no puedo. Alguien que está muy cerca mio se siente así, por lo que de alguna manera me siento algo identificado con el texto.
    Me gusta como escribís.
    Besos
    Pd: las chicas sin maquillaje son más lindas.

    29/05/08 10:05

  • Tantra

    En serio , o vuelves a escribir algo o este foro se va a la mierda de cabeza y de inmediato .No quiero suicidarme todav?a , as? que si quieres salvarme de ello , sigue escrbiendo ?ya!

    14/07/08 02:07

  • Naomi28

    Puede ser, pero no se estoy mal creo que volcare mi indiganacion y asco pronto.. te agradezco infinito tu rega?o..

    17/07/08 01:07

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