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Sleepwalker

Abrí los ojos de golpe; aturdida por el repentino tirón que me alejó de la inconciencia e insegura acerca de que tanto estaba despierta. Quiero decir: bien podría tener uno de esos extraños episodios en los que crees haber despertado pero se trata solamente de la prolongación de los sueños. Mamá hacía eso un montón y podía sentirla en la cocina, tropezando con todo.

Parpadeando, giré un poco mi cabeza para encontrarme con el reloj de mi mesa de noche dando sus últimos resquicios de vida y dejándome saber que faltaban cinco minutos para las once de la noche. Bostecé amplio una vez más y me froté la cara, un incómodo mareo se apoderó de mí en cuanto me erguí y una dolorosa punzada en las sienes me reclamó por tal acción, parecía como si estuviera padeciendo una cruel resaca, lo que era sumamente improbable dado que había estado trabajando en la cafetería de mi padre hasta pasadas las 9. Así que ni bien había llegado a casa, después de estudiar en la tarde y trabajar parte de la noche, me dejé caer en la cama pesadamente y casi de inmediato Morfeo me arrastró lejos de este mundo en sus brazos. Creo que estuve alrededor de cinco minutos sentada al borde de mi cama, bostezando y cabeceando un poco mientras mi mirada vagaba por toda la habitación. Todo parecía en su lugar y seguía sin encontrar el motivo por el que mi sueño había sido interrumpido. De cualquier modo me resistí a volver a dormirme y en cambio me cambié el uniforme de mesera por una blusa manga larga y un short de franela. Planeaba asaltar el refrigerador y después regresar a la cama con la panza bastante llena.

A mi paso la casa seguía completamente oscura y silenciosa, ni rastros de mi padre y esa línea de pensamiento me puso en alerta: ¿Y si había vuelto a beber? No recordaba haberlo visto cuando entregué mi turno en la cafetería y tampoco lo sentí en la casa cuando llegué casi arrastrándome del cansancio. Me detuve en el penúltimo escalón para acariciar una fotografía de nosotros dos con algo de anhelo cuando un fuerte ruido proveniente de la cocina me hizo pisar en falso y acabar estrellándome contra el suelo. Algo había sido arrojado violentamente contra una de las alacenas y todos los enlatados y conservar habían rodado por el suelo, creando también una cómoda alfombra de vidrios.

-¡Maldita sea, Papá!

Mi primer impulso lógico fue llegar a la conclusión de que estaba borracho una vez más, acabando con las pocas cosas que habíamos rescatado después del incendio que consumió esta misma casa, llevándose con los enceres a mi madre. Aún después de tantos años recordarla dolía como si apenas hubieran pasado horas pero también estaba mi padre, que desde entonces se emborracha para reunir el coraje de seguirme culpando. A partir de eso nos habíamos distanciado al punto de que nuestra relación era estrictamente profesional, pero eso no conseguía desaparecer el impulso de cuidarlo o de evitar a toda costa que se perdiera en la bebida y me dejara sola.

Así que parpadeé alejando los recuerdos y me disparé en dirección a la cocina, irrumpiendo en cuestión de unas cuantas zancadas mientras seguía llamándolo por su nombre en la semi penumbra. A tientas encontré el interruptor y lo accioné para encontrarme tal y como había predicho un gran desastre en el suelo con enlatados y vidrios no solo de conservas sino también de porcelana. La alacena en la que reposaba estaba completamente rota y bajo esta había un enorme agujero. Sin embargo mi padre no estaba a la vista, y si estaba tan borracho como yo creía no había forma de que se hubiera esfumado completamente.

La inquietud me invadió de repente, haciendo que los brazos se motearan con la clásica carne de gallina. ¿Y si no era mi padre sino uno de esos asesinos seriales de las noticias? Por puro hábito me froté los brazos mientras iniciaba la retirada, procurando que mis pies descalzos contra el linóleo no hicieran ningún ruido delator. Me estaba preparando sicológicamente para dar la carrera de mi vida si acaso alguien aparecía por la puerta que conducía al jardín o por el pasillo que llevaba al comedor.

Sólo que cuando di al menos tres pasos en reversa, mi espalda chocó contra algo firme.

Automáticamente descarté la posibilidad de una pared, porque las paredes no usaban ropa de cuero ni gruñían, y me paralicé un instante dejando que el aire se escapara de mis pulmones en un tembloroso jadeo. Sin embargo al percibir que el torso de quien estaba tras mío se expandía la parálisis temporal dio paso al terror más puro y a la adrenalina por mi sistema, iniciando el modo “A prueba de todo” versión Elena.

Así que no me tomé la oportunidad de ver la cara del asesino serial sino que eché una corta carrera hacía la cocina intentando llegar al jardín pero siendo víctima en el proceso de varios eventos desafortunados que no contemplé a pesar de su obviedad:

Primero fue toparme de frente con la cómoda alfombra de cristales incrustándose y abriendo la ´planta de mis pies desnuda. Cedí ante el lacerante dolor y me desplomé sobre mis rodillas y manos, obteniendo el mismo el resultado que con las plantas de los pies. Pero no tuve tiempo de quejarme, pues el atacante con manos frías apresó mis tobillos volviéndome sobre mi espalda con tal violencia que prácticamente parecía un alfiletero con otra buena cantidad de cortes e incrustaciones mientras me arrastraba hasta el vestíbulo.

Dentro de la baraja de cartas que tenía preparada la muerte en su mano para mí, contemplé muchas. Algunas crueles, otras más bien absurdas como en ese programa de “1000 maneras de morir” pero ciertamente el ingenio no me preparó para lo que estaba por ver.

En algún punto del recorrido desde la cocina hasta la sala había dejado de gritar, tratando de alguna manera de identificar el rastro de mi atacante en caso de que contara con la suerte de vivir “Después de…” aunque no supiera muy bien que significaba. Así que había descubierto que su apariencia era demasiado antinatural para ser real, empezando por la temperatura anormalmente baja de sus manos y siguiendo un paso más allá con su apariencia donde descubrí, gracias a la luz de la cocina golpeando su rostro, que su tez era demasiado blanca para ser solamente albina, como si fuera cal o algo parecido y en contraste el color de sus cejas eran tan negras como la crin de un caballo haciendo juego, por supuesto, con la cabellera abundante que cubría parcialmente su rostro y que caía un poco más debajo de sus hombros y lo más desconcertante era que su contextura era desgarbada y flacucha a pesar de su fuerza. Nada tenía sentido.

Así que terminamos en la sala, solo Dios sabe porque, y gracias a las luces de la calle que se filtraban a través de las persianas descubrí que sus ojos eran casi tan blancos como su piel como si no tuviera iris, excepto por el punto negro en medio que parecía ser una pupila extremadamente contraída en cada ojo. Pero lo más desconcertante vino cuando se volvió sin soltar mi tobillo y abrió su boca para emitir un siseo algo animal, revelando al mismo tiempo dos enormes incisivos en su dentadura.

¿Saben qué? Me fui a la mierda en ese mismo instante y la calma aparente que me embargaba se convirtió en una cosa muy distinta a eso. Volví a los gritos histéricos esperando captar la atención de algún transeúnte nocturno pero también me removí como una posesa ignorando demasiado bien el dolor punzante que irradiaba mi espalda hacía los puntos sensibles donde había cortes. Y a pesar de eso podía ver con total claridad como en mi cerebro una gran bombilla se iluminaba al gritar “VAMPIRO HAMBRIENTO Y ESTO NO ES UN SIMULACRO”.

No puedo mentirles descaradamente, amaba los vampiros de un modo bizarro, adornando mi habitación con cualquier poster de película que los incluyera y poseyendo demasiados libros cuya temática los abordara, incluso fantaseaba con Edward Cullen o Eric Northman o ambos al mismo tiempo. El punto era que los creía los mejores héroes de ficción hasta que desperté en esta realidad trastornada, donde parecían ser villanos crueles.

Fuck Logic.

Sin embargo mi modo “A prueba de todo” seguía funcionando mientras seguía pensando en mis libros y así consiguió que mi pie volviera a la vida, en el momento exacto en que su sucia lengua pretendía lamer las heridas abiertas en la piel; el resultado no fue alentador cuando su mandíbula chocó violentamente producto de un golpe en la barbilla. Me soltó y comenzó a aullar ensordecedoramente, allí a sus pies vi algo asqueroso y rosado que saltaba erráticamente y luego un mar de alquitrán negro fluyó de su boca mientras se sacudía. Salí de mi trance cuando me salpicó, girando sobre mi espalda para erguirme y salir huyendo.

Atravesé la puerta principal y corrí a mitad de la calle, esperando que alguien hubiera escuchado mis gritos y estuviera en modo alerta, pero todo estaba tan inusualmente silencioso a excepción de los aullidos que venían de mi sala.

-¡¿Papá?!-Aquí estaba, al borde de la muerte pero aun preocupada por ese desgraciado bastardo-¡¿Dónde coño estás?!

Más silencio, del tipo inusual que da paso a una serie de violines de suspenso o algo así. Mis vecinos, los Baker, deberían haber reaccionado ante tal despliegue de ruido y groserías al mismo tiempo, pero absolutamente nada podía sentirse a parte de mi respiración irregular… ni siquiera los aullidos de mi vampiro.

Descalza y con un montón de vidrios incrustados en todo el cuerpo fui lo suficientemente sensata como para obedecer al impulso de correr segundos antes que la pesada puerta de caoba tallada se rompiera como un pedazo de corcho ante la intempestiva salida de él. Años de practicar deporte me dieron el físico necesario para abarcar una gran distancia en unas cuantas zancadas, pero no fue suficiente cuando él apareció en frente mío y sujetó mi pequeño cuello en lo que parecía su mano gigante. Me levantó del suelo sin esfuerzo pero estaba asfixiándome en el proceso, mientras mis piernas se agitaban violentamente intentando infringirle el dolor necesario para que me soltara y mis uñas se clavaban en su piel pétrea. También fui consciente del modo desesperado en que mis ojos eran nublados por las lágrimas y como mi cabeza parecía hincharse con el aire con no llegaba a mis pulmones.

-Voy a disfrutar matándote…

Irónicamente descubrí que mi primitivo vampiro tenía la capacidad de hablar y también una alta convicción impresa en mi sentencia de muerte. Su boca estaba manchada de un líquido negro y luego vi su lengua asomarse y acariciar sus incisivos como si nunca le hubiera arrancado un bocado. Me di por muerta, dedicando mis últimos pensamientos a mamá y a papá, ignorando la incómoda sensación de aceptar que de algún modo mi verdugo era el protagonista de mis suspiros.

Estaba diciendo Adiós cuando el sonido estridente de un disparo amortiguó mis jadeos desesperados. Gracias al cielo mi amigo el chupasangre se sintió aludido por el disparo y aflojó la presa; y aunque intente caer con gracia me desplomé como una débil muñeca de trapo que intentaba desesperadamente absorber aire y retenerlo por siempre en sus pulmones. Presté atención a la charla que se desarrollaba detrás de mí, consciente por su puesto del vampiro cubriéndome con su presencia y de alguien más a lo lejos con una escopeta. Por un momento mi tos compulsiva rellenó el silencio.

-¡Desaparece, Dante! Ella es mía…

Fue como un susurro indecente cargado de posesividad, no era buena señal si usaba como referencia a los Vampiros Sureños de Charlenne Harris. Mi vampiro parecía un gato siseando.

-No la has mordido, no lleva tu marca así que no te pertenece.

La voz de Dante, por el contrario, carecía de emoción alguna. Daba la sensación de que su discurso estaba siendo directamente recitado de una tarjeta de presentación.

-Dispararé de nuevo, Kadyriath y esta vez no voy a fallar ni por centímetros.

Apareció una tercera voz, pero esta estaba cargada de emociones: ira, amenaza, euforia… me encogí ante la noción de que representaba una especie de trofeo para un trio de machos hostiles. Una exhalación provino del vampiro como si pretendiera refutar el argumento, pero el ruido de la escopeta siendo cargada lo interrumpió. “voy a morir” pensé, pero todo lo que vino después fue silencio, seguido del aleteo de ropas y una ráfaga de viento. Se había ido y al menos por ahora estaba a salvo.

¿A quién engañaba? Mi futuro no era prometedor si consideraba que un vampiro sádico me había abandonado a merced de lo que podía interpretar como otros dos vampiros más hostiles y armados. Preferí fingir que estaba muerta, quedándome tan quieta como el miedo me lo permitía.

-Parece muerta…

Masculló Dante, el inexpresivo, mientras sus pasos se acercaban y yo luchaba por controlar mi corazón que parecía querer atravesarme el esternón y huir corriendo. Temblé levemente y me maldije a mí misma rogando porque hubiera sido imperceptible.

-No lo creo. Mira, está temblando, quizás solo está inconsciente.
La tercera voz pareció aliviada, pero no me relajé ni un ápice. No cuando sentí la culata de un arma empujar mi hombro. Me deje caer sobre la espalda, sintiendo el mar de lágrimas inundar mis ojos cerrados cuando el pavimento revivió los dolores olvidados. Luego vino silencio y el ruido característico de un animal olfateando. ¿El cancerbero del infierno? Era probable…

-Hay que irnos. Ya no tenemos nada que hacer acá.

Hice eco a esa idea, rogando mentalmente porque se largaran sin hacerme daño y tratando de convencerme que el dolor no era real y que no estaba cerca de romper en angustiosos sollozos para aliviarlo un poco.

-¿Estás jodiéndome? Si la dejamos aquí Kadyriath va a volver y seguro como la mierda que va a acabar con ella. Ya perdimos a muchos esta semana intentando salvarlos como para que insinúes que debemos abandonarla.

“¡Largo!” espeté mentalmente, como para insuflarme algo de coraje pero una profunda risa irrumpió inoportunamente y por alguna razón lo interpreté como mala señal. Dante habló de nuevo:

-Parece que no está tan inconsciente.

Lo siguiente que supe fue que alguien se acuclillaba a mi lado y con manos rasposas retiraba el cabello de mi rostro. Apreté los ojos con fuerza y cerré las manos en puños mientras el otro que no era Dante susurró.

-¿Puedes oírme, cariño?

Ciertamente su voz no suponía amenaza, pero reaccioné para salvar mi vida a toda costa. Abrí los ojos de golpe y atiné a lo que tenía más cerca con el puño, encontrando la masa blanda de sus genitales. El Señor Amable se encogió y gritó ahogadamente mientras se desplomaba sobre su costado acunando sus testículos. Requirió un esfuerzo extra, pero mientras Dante se reía, rodé sobre mi espalda y me incorporé apoyándome en manos y pies para echar a correr de nuevo.

Pero igual que la primera vez no obtuve mucha ventaja y esta vez algo duro me golpeó la cabeza esparciendo el dolor como las ondas en un estanque, y desconectando progresivamente mis miembros inferiores y luego los superiores haciendo que irremediablemente recibiera un caluroso abrazo por parte del pavimento.

Lo último que supe antes de ceder a la inconciencia fue que de lejos alguien se reía estruendosamente y alguien más maldecía por lo bajo.

¿Después? Todo se fue a la mierda para mí.
Nattyka11 de noviembre de 2013

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