Acaba de alzarse el avión en el vuelo de regreso a casa después de pasar tres días en Roma y pienso; cual sería la más maravillosa declaración de amor si se perdiera este pájaro de hierro en el desafortunado descender de la desdicha.
Juego a pensar cuanto tiempo tendría antes que el pánico se apoderaba de mí y de todo y de todos o, la nada nos absorbiera igual que lo hacen los agujeros negros. Para decirte lo que no he dicho hasta hoy y seguramente no diré, si no es porqué la casualidad me golpeé el estómago y vomite todos esos sentimientos que se esconden en las vísceras, calientes y espesos. Pienso e intento ser original, auténtico, gracioso e inteligente, quizás creativo. ¡Pero joder! Volvemos de ROMA. Qué no se habrá dicho y escrito ya. Si es la cuna de casi todo y de todo, hace más de dos mil años.
Por lo que más quiero, que no baje el avión...
O quedara al descubierto lo absurdo que pueden llegar a ser mis pensamientos cuando el silencio se apodere del momento y únicamente mi mano izquierda, seguramente sudada, intente agarrar con fuerza la tuya y con los ojos absorbidos por el pánico procure transmitirte, luz de mi vida, una falsa calma que quedará al descubierto en el segundo cero. Aunque de allí, solo vayamos para atrás. Y hasta el impacto trataré de recordar a nuestros hijos, enviándoles desconozco de que forma, me da igual si a través De Dios o del diablo, toda mi energía. Y bailaremos, bailaremos por unos segundos en el silencio más absoluto tú y yo y aunque el ruido y el descontrol lo poseen todo, bailaremos amor en el caer, en nuestro absoluto silencio con los ojos clavados el uno en el otro.
De mientras, seguimos como las estrellas sobre el mediterráneo. Deseando envejecer a tu lado, no por egoísmo, solo por amor: a la vida, a ti, y sobretodo; a lo nuestro.
