Disfrutaron esa obsesión confusa que aprecia la piel con sólo sentir un suspiro,
mirando hacia lo inevitable.
Apreciaron ese deseo producido entre ambos,
sin embargo incapaces de confirmar el sentimiento.
Aquel día movilizó la quietud de ambos;
aquel insólito pero agraciado momento que vivieron juntos
se transformó en una conexión peculiar e infinita,
produciendo que aquella tímida dupla
unieran sus cuerpos de forma inmediata.
Pero sus deseos definidos no lo estaban del todo,
sabiendo que ambos sentían esa molesta cobardía
de no ratificar lo sucedido.
De manera angustiosa,
sus ilusiones de altas expectativas se marchitaron.
Sabiendo que no volverían a repetir esa sensación única
del no sentirse vacío por dentro.
Así, se concluyó una lección más que valiosa.
La distancia entre el querer y el poder, sólo esta en la mente de uno.
