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Seis y Tres

Soñaba despierto con ella. Bella dama, femenina, atrapado en sus profundos ojos azules nunca pudo volver a ser el. Sintió dolor cada noche y cada mañana al despertar. Ya no comía, no escuchaba ni vivía. Tanto tiempo tardo en conquistarla, tanto esfuerzo, tantas madrugadas de desvelo no se comparan con los cinco minutos en los que pudo disfrutarla.

Ella lo olvidó, vaya a saber que la había atraído hacia él. Fuese lo que fuese no había sido suficiente para la chica que reflejaba cientos de mares con cada mirada.

Mareado de canciones tristes pensaba sin saber muy bien por qué lo hacía. No encontraba respuestas a lo que le estaba pasando, aunque, curiosamente se había dado cuenta que tantas charlas como otras, habían hecho que se fijara en ella. Se encontraba en una gran burbuja de bronca porque se cuidaba de las mujeres, se cuidaba de sí mismo. Pero habia caído.

Cabeza alta, hombros arriba, caminaba segura y atractiva, como cada vez que salía a recorrer los paisajes de la ciudad. Nada malo podía estar por pasar, todo iba tal cual lo deseaba.

Solo quería desaparecer, esperaba profundamente que la tierra, en una especie de salvataje, se lo llevara hacia el interior más profundo que sea posible. Sin ganas de nada, poco a poco comenzó a dormirse más temprano –quizás para no encontrarla-. Lentamente se fue alimentando, sediento de agua bebió litros y litros. Había llegado a la línea de salida.

Aunque parecía que todo iba bien, poco a poco se encontró enredada en una telaraña en la cual nunca había estado. Se sintió angustiada y resignada por no encontrar la salida.

Una vez parado –firmemente- en la línea de salida, comenzó a vivir nuevamente. Pronto se dio cuenta que podía caminar, ante la semejante sorpresa corrió y corrió, hasta el día de hoy.

Sentada, sola, triste, y pesimista lo vio pasar. Corría rápidamente por el parque, parecía que nada podía frenarlo. En ese instante miró las páginas del libro que leía y se dio cuenta que las seis líneas que la historia antes le dedicaba a él, ahora eran para ella. Confundida por la situación, releyó el párrafo anterior, contó los renglones. Una lágrima marcaba el punto final.
Pabloberru03 de marzo de 2011

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