Te vi llegar con todas esas mentiras escondidas en tu hermosa sonrisa, me miraste con esos ojos suplicantes tirando lágrimas vacías, me cogiste la mano y me congelaste. Creíste que te escuchaba aquella noche, pero tus palabras no decían nada, solo salían de tu boca pero como siempre nunca del alma. Creías que cuando sonreí al final de tu falso discurso disfrazado de cutre poesía hipócrita era porque otra vez habían ganado tus mentiras sobre mi... Pero no. Te miraba y sonreía porque la victoria había sido mía, porque al fin soy yo la que deja que las palabras salgan igual que entran, porque ésta vez soy yo la que suelta tu mano, la diferencia es que yo no pienso volver ni con verdades ni con mentiras, simplemente me voy para reconstruir lo que casi te regalo. Mi vida.
