El Carro de la Basura
Grande muy grande, tan inmenso y de color naranja,
avanzaba el carro de la basura por laberíntica calle.
Todo el callejón lo ocupaba este colosal de lata, sin que pudiera ceder el mínimo espacio a la combera para avanzar en sus moticos, vistiendo su camiseta y yin, con sus gorritas, blanca, roja, azul, negra y cualquier otro color.
Un joven enojado de la combera en medio del taco de carros y motos, se abría paso gritando madres y maldiciones, a cuantos se le atravesaban, mientras con violencia se adelantaba.
Metiendo su moto por la estrecha hendija que dejaba el carro de la basura,
gritaba, insultaba y apretujaba, dispuesto a llevarse por delante al que le incomodara.
La acera superior se cerraba en el costado derecho, por allí la gente formaba su taco y ni forma de devolverse para circular por el costado izquierdo, donde una maya plástica, color naranja, formaba cerco que rodeaba un profundo hueco, en proximidades al estrecho anden que daba a la entrada de una humilde morada de pequeñas ventanas de color verde oscuro.
Por la estrecha garganta de este pequeño anden, se erigía el anudado taco, primero lo precedían las moticos comberas del popular barrio del hueco, seguido de una procesión de taxis, en tanto, el conductor del carro de la basura, contemplaba desconsolado a los dos jóvenes ayudantes, que con magia malabarista, una a una, lanzaban al enorme carro, las bolsas de todos los colores, repletas de basura, en tanto todos los ojos masculinos centraron por un minuto la atención, hacia una esbelta joven morena, de curvas similares a la calle que circulaban, con cuerpo de palmera y ligeras ropas que intrépida se abría paso y de un gran salto, cruzaba por la agonizante calle.
De repente los resecos labios, por un implacable sol, del fatigado conductor del carro de la basura, una vez que el rabioso joven de la motico cruzó la vía, con todas sus fuerzas gritó: - ¡Y ahora como hago la puta bajada!- Mientras el ruido del enorme carro en el llameante asfalto, rechinaba.
