En un viaje astral, que no conduje, que apareció en mí sin más,
ya no estaba yo, que de tanto caer, aprendí a volar.
Alcancé las nubes con las manos y me deje ir.
Se me olvidó algún recuerdo en la agonía de la eternidad.
Una rosa roja, celebraba reuniones sobre cada gota de pena que hallaba en su camino.
En el desierto sopla un viento como burbujas de luz que hacen el deleite del atardecer.
La luna en su éxtasis virtuoso se reflejaba en el océano azul oscuro,
donde en una cesta blanca lleva la paz a todos,
y como regalo, una mañana fresca y luminosa hacía las delicias de toda la humanidad.