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Entropía

He sido mecánica, producido en masa de forma casi impersonal, pero dejándome el alma en casa en cada una de mis labores.
El corazón empolvado desde la guantera me gritaba que se acercaba el invierno y que aquello que nutría mi mente no era más que un placebo.
Nunca le había escuchado, era presa de la razón, o así la hacía llamar.

Entonces los engranajes no se alineaban y el alma estaba ilocalizable, la memoria deformada por el olvido en una inmensa lista de tareas que nunca me pertenecieron.
Volví al coche en busca de algún tipo de calor.
Escuálido y endeble, casi apagado se mantenía el corazón tendido sobre la guantera. Pese a la irracionalidad de la situación, parecía ser el único que se alegraba de verme.

Lo tomé entre mis manos, buscando que compartiéramos un poco de calor, aunque no sabría decir cuál de ambos se encontraba más gélido.
Ambos lloramos, más ninguno con lágrimas pues no recordábamos como, y la noche se fue cerniendo sobre nosotros.

No recuerdo cuando cerré los ojos, ni el proceso de abrirlos de nuevo tampoco. Esto se repitió durante varias noches. Cuando por fin volví a mi sentí un estallido dentro del pecho que me sobresaltó, me tomó un tiempo acostumbrarme de nuevo a los latidos.

Pasados unos meses encontré mi alma envuelta en papel de regalo dorado sobre mi cama, aunque tampoco sabía muy bien cómo hablar con ella. En cierto punto pensé que nos habíamos perdido y que el reencuentro jamás tendría lugar.

Pasó el tiempo y casi todo retomó el orden natural de mi ser, aunque no del ser que solía ser, para mi supina confusión, los engranajes parecían necesitar una contraseña invisible que mi memoria debió haber suprimido. Me maldije durante mucho por ello.

Tiempo después entendí que quizá la entropía de mi ser era menos voluble de lo que había imaginado en primera instancia. Alma y corazón eran factores que podía utilizar para sacarme rendimiento práctico, pero de los que no me podía desprender.

Así que estoy en ello, intentando aprender a poner el corazón en todo pero a nunca más dejarlo en nada. No nos lo perdonaríamos.
Reid10 de octubre de 2020

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