Después de cenar, siempre salíamos por aquella carretera estrecha, desierta salvo que pasase algún coche despistado. Y siempre buscábamos en el firmamento alguna señal extraña de luces; veíamos estrellas fugaces pero ovnis, ninguno.
Era extraña aquella afición que teníamos los cuatro. No nos daba miedo un atropello.
Incluso cuando estábamos en el jardín, junto a la casa, oteábamos el cielo sin cansarnos y cualquier luz extraña nos hacía ponernos en alerta. Luego resultaba ser cualquier avioneta que volaba bajo, porque los grandes aviones que despegan del aeropuerto pasan por encima de aquellos parajes, en la vertical de una de las pistas de despegue, pero de ellos sólo se ven unas pequeñas luces parpadeantes que van ya muy altas.
Luego nos cambió la afición y buscábamos a mediados de agosto esas estrellas fugaces llamadas las Perseidas o lágrimas de San Lorenzo. Algunas veces hemos podido verlas en todo su esplendor. Para ello hay que armarse de mucha paciencia y sentarse cómodamente. Cada año que pasa las lágrimas de San Lorenzo nos hacen recordar a los que se han ido y que cumplían años por esas fechas.
Saludos a todos. Espero ir conoci?ndoos a trav?s de vuestros escritos, que estoy segura me interesar?n mucho. Y tambi?n que a vosotros os interesen los m?os.
