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Cap 5. Cerca Queda El Raval

Coronaban quizás la más alta meseta, pues estaban rodeados por planicies menos elevadas, que la dejaban ceñida y acabada en reina de todas, a cierto nivel, el más elevado frente al mar. Se encontraban dentro del término municipal conjunto de cerros llamado Macizo de Begur. Solo a secuencias de leves segundos se podía observar a lo lejos el azul grisáceo, lo único brillante en ese despertar del cielo plomizo. La lluvia insaciable pesaba tanto sobre la tierra que ligeramente dejaba sentir su aliento al transpirar. Las palabras que dirigía Carmen a su tío Michel apenas salían se transformaban en un vapor fuerte, en buenas condiciones, vaho inconfundible, a pesar de mezclarse inocentemente entre la espesa niebla que entraba por las rendijas de las ventanillas del Mercedes Benz. Hacia frío, pero su tío tenía un secreto para que no se empañaran los cristales, ese pequeño espacio del cristal de la ventanilla, que dejaba al aire puro su parte en el proceso, particular misión en la mejora de visibilidad. Begur era desde su lejanía uno de esos islotes suspendidos entre suelo firme. Michel le refirió a su sobrina lo reconfortante que era reencontrarse de nuevo con el corazón de “La Costa Brava”. Litoral de auge debido al anclaje entre sus márgenes, de la nueva burguesía catalana de finales del siglo XIX, que volviendo de las Américas, con importantes fortunas, traían creciente etiqueta de postín. Muestra del lujo poco contenido, jactancia guardada entre el equipaje de vuelta. Adentrándose en los entornos colindantes, propios en características similares, numerosas casas de indianos, edificios históricos. Los dominios de Begur, se sucedían entre algunos edificios de estilo colonial. Algunas mantenían su esencia, conservando la designación de majestuosa villa, más cercanas a fortunas hechas en Cuba.
Una de ellas era “La Gaviota”, la quinta del abuelo Xavier. No dejaba de ser una vuelta al hogar para todos, especial concentrado de sentidos para Carmen. La casa más maravillosa y llena de alegrías que pudiera rodear su tierna infancia.
La finca propiedad de la familia iba siendo heredada de generación en generación, data de mediados del siglo XIX. Nada más entrar, un pasillo lleno de arboleda a sus lados hace desembocar hacia la entrada de la majestuosa y confortable masía. Es curioso, incluso chocante, pues la primera impresión no es para nada fría, ante un desfile hacia lo ancho en muros de piedra. El uso de la pizarra acabado en rebozados de color terroso, servía para ayudar a proteger los muros frontispicios, acabados por un remate triangular, que contenía el escudo de la casa. Debajo aparecía un pequeño grabado a forma de leyenda que lo daba por terminado. Todos estos detalles podrían aparentar impresiones contrarias, oscuras y tristes, pero por alguna extraña razón no era este el caso. Distribuidos en dos plantas. Los “Voltes Catalanes” de la planta baja fueron restaurados recientemente para crear aun más un ambiente de lo más acogedor y desahogado.
Michel abrió la enorme puerta de hierro. Nada más entrar, el inmenso salón destacaba en pulcra limpieza, trabajo notable del servicio responsable de la casa. Le agrado lo que tenía ante sus ojos, todo se encontraba igual que hace muchas décadas atrás, lo malo del asunto, es que dicha estancia le traería recuerdos, tarde o temprano, de manera repentina e invasora. La sala estaba repleta de innumerables objetos. Un jarrón de cerámica ocupaba un rincón, sobre una extensa alfombra marrón. Piezas lujosas de cristal sobresalían de las estanterías repletas de libros. La mesa de buena y fuerte madera en medio. Sobre ella una pipa vieja, junto a la foto de Merche. La cajita de música, muda, con sus bailarines interiores a modo de sorpresa congelados por el tiempo. En su tapa, grabada en la cubierta, una triste paloma retorcida y atrapada entre si misma. Los cojines del sofá bordados a mano. Las cortinas finas solo templaban y suavizaban la luz, que se colaba entre rendijas de forma improvisada. Las bombillas se entremezclaban del techo, como pendientes de un hilo ligero, desde su maravillosa lámpara con forma de araña.
La oscuridad fue llegando a “La Gaviota”. Solos estarían en ella asta el día siguiente. Luego llegaría Marta con su padre, buscando un refugio, todos juntos, en familia, el relajo que trae consigo, el viento más fresco y novedoso. Ese reclamo del bienestar, la oda al olvido, superación de lo perdido, entre el paso del tiempo. El frío de la noche llamaba a la puerta, apetecía sentarse en el sillón del abuelo, al lado de la chimenea, pensó Carmen pero Michel se le adelanto en pensamiento. Cargó la antigua pipa, encendiéndola cerro los ojos, plácido y apacible se zambulló en una visión del pasado, sin darse cuenta, atrapado por la tranquilidad del momento, acabo como temía prisionero de los recuerdos.
Fue entrando en el sueño, al principio todo daba a entender que se encontraba en una morada sin memoria. Sin querer avanzaba como empujado desde su espalda por el viento, hacia algún lugar indescifrable al principio. Oía el eco de sus propios pasos. Lentamente penetraba por una oscura entrada, bóveda de granito. Se detuvo, veía sombras por lo que parecía un estrecho túnel, una de ellas destacaba sobre manera, forma fantasmal envuelta en la figura de un gigante amenazante. Las paredes se alargaban y a la vez se achicaban mientras que dichas sombras parecían que cuchichearan y gimieran entre si. Se dispuso a encarar la situación contra el gigante indescifrable en forma determinada, indescriptible apariencia oscura. Al creerse arrinconado, a punto de ser engullido por ella, se apoyó débilmente a una de las paredes curvas y esperó sin saber a que del todo, pues unos rallos de luz tímidos al principio comenzaron a asustar rápidamente a lo tenebroso. Era una salida pensó, un refugio improvisado y fue avanzando sin peligro alguno, gradualmente reponiendo el valor, hacia las luces que se agrandaban poco a poco.
Una mano pequeña lo agarro y lo saco bruscamente del corredor oscuro. Todo se lleno de sol, contornos dorados del medio día. Las niñas jugaban a la rayuela, cerca del quiosco de música, en la plaza central del pueblo. Begur tomaba forma de nuevo, su querida estancia de los largos veranos. Merche lo sujetaba sonriente, sacándolo del breve letargo. Sus azulados ojos, curiosos e intensos, lo observaban extrañados tras el mareo de su hermano. Sus mejillas coloreadas entre leves hoyuelos, el cabello peinado hacia atrás, colgando caprichosas, dos llamativas coletas rubias. ¿Era real o se trataba de su imaginación, bañada por la aparición trastocada de los sueños? Hacia uno de los laterales de la plaza se elevaba el Ayuntamiento, al lado de este, se podía leer entre letras doradas la inscripción de “La Casa del Pueblo”. En los balcones, en las puertas de las casas, del mercado, de la librería, desde el puesto de prensa y la imprenta, podían verse grupos de personas charlando entre si. Atentas en sus propias ilusiones e inquietudes, otras dejaban pasar el tiempo. La incertidumbre de las recientes noticias del día obligaba a amenizar, alejar ciertos pensamientos. Preocupantes sin duda. El ejército de los golpistas estaba a una semana escasa de hacer su aparición en Cataluña, último bastión fiable, amparo de la resistencia republicana.
Desde uno de los laterales destaco la presencia a pura exclamación, voz en grito, de una manifestación. Un grupo numeroso de milicianas reivindicaban la revolución, reclamos estruendosos y ensordecedores, llamadas finales a la causa republicana. La atención volvió a la plaza, el entretenimiento paso a ser aviso de concentración. Las masas despertaron de su sopor. Las heroínas asta entonces de la retaguardia, se convirtieron al final en mujeres soldado, destinadas a las trincheras en acciones de producción. Dos camiones repletos de pancartas y carteles representaban con cierto impacto a la mujer innovadora. Vestida de mono de trabajo, cargando un fusil, señalando a la plebe instándola desde la participación hacia la lucha. Algunas de ellas marchaban a pie, paso decidido al frente, primera línea de fuego. El camión que encabezaba la fila, se constituía de unas veinte mujeres con sus uniformes aun inmaculados, recién salidas de la reserva. Una docena de carteles de la Unió de Dones de Catalunya (UDC). Otras, gritaban sin descanso “Les milicies us necessiten!”. Las del segundo camión se formaban a manera similar, al frente de este la agrupación de la Alianza Nacional de la Dona Jove (ANDJ), estas portaban carteles que exponían a su vez “Mujeres trabajar por los compañeros que luchan”. Todos los allí presentes levantaron el brazo a puño cerrado y respondieron al saludo. Solo las niñas seguían jugando al compás del salto tras salto, de casilla en casilla, a soplo impulsado de un solo pie desde el cuadrado numero dos hasta llegar al cielo, donde poder descansar el otro pie en contacto con el suelo firme. La marea humana a sus espaldas no muy lejos. Desde el cielo vuelta a la inversa hasta que se recoge la piedra de la uno, finalizando ronda por fin. Se volvería a empezar desde la dos, saltando hacia la tres. De la luna cayo una miliciana increpándolas en una persistente lucha para que levantaran el puño en señal de repuesta a su saludo.
-¿No saludáis a las milicianas, a las que están dando su vida por la igualdad de todas las mujeres, no veis que es por vuestro futuro precisamente, por lo que estamos aquí?-Michel se acerco a Merche algo asustada, recogiéndola entre sus brazos, protegiéndola de la riña.
- ¡Mercedes déjalas, ya esta bien, no crees, son unas crías mujer! Las estas asustando.
- Tú sigue vendiendo periódicos Valentí y déjanos a nosotras la lucha obrera. Precisamente porque son unas niñas hay que educarlas en la lucha más que nunca. ¿Quizás las vas a formar tú? Los de Esquerra siempre estáis con vuestros apoyos que luego se quedan en nada hacia nosotras. Luego la igualdad de trato para con los hombres es todo una fantasía que se esfuma en ilusiones de humo.
- Mercedes ándate con ojo que estos son los hijos de Xavier. Desearía veros sin su apoyo, pues de lo poco que os queda para la causa lo sacáis en gran parte de estas familias. De las pocas empresas familiares de la tierra que aun os dan sustento.- Hizo gesto de señalar hacia los hermanos abrazados.
- ¡Como si son los hijos de Companys todos nos debemos ahora a la lucha! No me vengas con monsergas Valentí, que ya nos conocemos.
Instalada en su furia volvió a subirse al segundo camión, reanudando canciones y vítores al mismo compás que sus compañeras milicianas. Una vez reanudada la marcha se calmaron los ánimos y todo volvió casi a la normalidad anteriormente instaurada.
-¿Tu eres Michel, verdad? Si estas hecho todo un hombrecito. Acompáñame al quiosco de prensa que tengo un recado para tu padre, anda majo. Toma dale el diario “La Republica”, entre las páginas va un sobre, no lo pierdas, es importante.
-Pero no llevo ahora mismo nada con que pagarte. –Valentí esbozo una sonrisa forzada pero amable.
-No tienes porque preocuparte Michel, mira hay van un par de cuentos, uno para tu hermana, y otro para ti, para que se os pase el susto del cuerpo, anda.
Michel le entrego un ejemplar a su hermana. Ambos se sentaron en uno de los bancos cercanos para echarles una ojeada. A su lado se encontraba un señor al cual creía no conocer de nada. De aspecto singular, pelo largo y oscuro entre alguna que otra cana, algo rizado al caer por entre sus hombros, una perilla a desuso. Ojos redondos, casi minúsculos, mirada punzante y nariz aguileña. Bien vestido, pero de ropajes algo gastados por el uso, quizás llegando a lo anacrónico, pasados de moda. Un reloj de plata colgaba desde una cadenita sujeta a un chaleco oscuro. Parecía al principio que leía absorto la prensa, pero las apariencias ha veces engañan y este era uno de esos casos.
- No dejes de soñar Michel, pues cuando tú dejes de hacerlo, el presente más inmediato dejará de existir. Si despiertas ahora el asistente visible y actual morirá, no quedará margen para el futuro, la realidad quedará marchita en el instante, la proyección dél otro, nunca habrá ocurrido. -
Michel respondió con una mirada perdida, asombrado. Las palabras se le agolpaban entre interrogantes, a la vez que incomprensibles.
- No se de que me habla. Además no le conozco de nada, aunque su cara me suena de algo. ¿Puede ser?
- Puede ser. De alguna manera es posible, pero no es momento de explicaciones, no es que sea complicado, en estos instantes sería imposible. Ni con las mejores palabras, las más apropiadas y acertadas podrías entender ni tu ni quizás nadie, el significado de mi nombre. Pero dejemos una referencia para la comprensión más inmediata, pongámoslo en una sola palabra, llamémoslo “Reflejo”. – La postura del enigmático señor seguía como ausente de todo lo que le rodease, menos de Michel.
- Sigo sin saber a que se refiere señor, preferiría seguir en mis cosas si no le molesta.
- Solo una última cosa Michel. Cuando vuelvas tomaras una decisión de vital importancia. Rechaza la oferta, no es momento de seguir a las presiones sin sentido e inadecuadas. El tiempo te dirá cuando has de claudicar.
- ¿Es quizás el gigante de las sombras de hace unos instantes?-Pregunto sorprendido así mismo de la incoherencia de sus palabras, salidas libres, sin apenas pasar por su cabeza.
- No. Puedes estar tranquilo, ya te referí respecto a mi persona. Lo importante en estos momentos es que recuerdes lo que te advierto. El hombre esta lleno de ambiciones, sin mirar atrás, desde sus tropiezos tras tropiezos, sin aprender tras el castigo, sin llegar al escarmiento por mucho que caiga en el mismo error. Una última cosa, es hora de que marchemos los dos, es hora de volver. El día siguiente a un trágico suceso que ocurrirá en menos de una semana, debes partir con toda tu familia a tu verdadero hogar, hacia París. Deberás llevártelos a todos, sino resurgirán viejas rencillas y presiones de mal gusto, te lo aseguro Michel, debes recordarlo pronto, muy pronto.
Todo se apago ligera y vertiginosamente. Merche ya no estaba a su lado, la plaza había desaparecido por arte de magia, los gritos lejanos de las milicianas, Valentí, hasta su propio reflejo, el medio día en Begur, absolutamente todo se fundió en negro, y nada volvió de nuevo. Solo unos gritos lejanos, un bamboleo inestable lo agitaba sacándolo de entre una pesadilla incomprensible llegada a su fin.
-Tío despierta. Tienes preparado ya tu cuarto, lo tienes todo listo para seguir con tus sueños allí, descansarás mejor, la chimenea la tienes encendida desde hace ya un rato, estarás más confortable.
- Gracias Carmen, que haría sin ti, sin mis sobrinas adorables que cuidan de su ya viejo, tío Michel.

Rocofredo04 de septiembre de 2012

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