Camino solitario por una calle gris bajo la tormenta de un día de enero. Sigo arrastrando una pesada carga en mi corazón, la vida ha perdido su color desde que tú no estás. Me repugna lo que veo y sólo salgo cuando llueve. Todo es triste, melancólico y sucio. Desde hace mucho tiempo no veo más que odio en la gente, de nada sirve el contacto de unas manos entrelazadas, ni el roce de dos bocas que dicen amarse. ¡Falso todo es!
Vivo en el mundo de la mentira y la traición; un suburbio donde la felicidad sólo existe en los cuentos, en los relatos escritos por almas que lo único que han vivido es el anhelo de un deseo que nunca llegará. Luz, es cierto que no he podido ver toda esta desdicha antes de tu trágica muerte, será porque entonces sí sabía lo que era el amor.
Quizá algún día vuelva a sentir la suavidad de tus manos y el sabor de tus dulces labios. Quién sabe dónde, quién sabe cuándo... Hasta entonces, seguiré caminando entre las lúgubres calles, acompañado de mi única satisfacción: ver cómo la lluvia intenta limpiar la ponzoña de un mundo cruel y deshonesto.