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Doble Filo

La belleza, ese bien tan cotizado, tan aclamado, tan valorado. En medio de una sociedad superficial que convierte a las personas bellas en seres alfa; las más deseadas y buscadas.

Se percibe como una gran suerte y una ventaja que allana el camino, abre todas las puertas, pone al alcance todo lo imaginado y facilita la consecución de cualquier objetivo. Sin embargo, hoy quería hablar de la cara menos reluciente y carismática de la belleza, esa que puede llegar a convertirse en una condena.

Se trata de la que debe soportar comentarios y miradas obscenas en su día a día,
así como propuestas vejatorias, acoso e intimidaciones. Pero lo más pésimo de todo es el eclipse que produce, ya que oculta a la persona que hay detrás, y con ella sus capacidades, habilidades, principios, logros... Los cuales quedan sepultados por la irradiación de la carne que la envuelve, convirtiéndose en características que no interesan a nadie, que pierden toda visibilidad y reconocimiento, quedándose ennegrecidas y tan opacas que pasan desapercibidas. Como los árboles de aquel refrán que impiden ver el bosque...

Las relaciones se vuelven muy complicadas, porque cada vez es más difícil discriminar quien simplemente se interesa para poder tocar de quien siente aprecio real. Asimismo, la parte de la persona más trabajada y que debería ser el principal motivo de reclamo, carece de atractivo. En cambio, los atributos que vienen dados, aquellos que responden más al azar y a la herencia genética, esos sí se consideran dignos de adular.

Sandramas02 de octubre de 2018

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