Empezó con un simple dolor en mi pierna, nada más que eso, no le di mucha importancia.
Después de unos cuantos días sin poder dormir por el dolor, decidí amputarla, así que firmemente decidido me dirigí hasta la cocina, busqué la cuchilla más afilada, unas toallas, hielo, y una bolsa plástica. Me senté con el pie dentro de un balde con hielo mientras observaba la cuchilla que me sonreía maliciosamente sobre la mesa, tomé aire para darme coraje o para echarme atrás, saqué lentamente la pierna y comencé la cirugía casera.
Una semana después, sentí dolor punzante, esta vez en mi mano. Casi sin pensarlo procedí a amputármela, creyendo que extirpándome partes iba a poder escaparle al dolor.
Siempre un dolor nuevo que me aquejaba y me prohibía toda posibilidad de descanso y comodidad.
Creí que estaba enloqueciendo, alucinando o agonizando, hasta que me di cuenta que no quedaba más por arrancar. Entonces tomé una decisión que concluiría con todo dolor; la eutanasia.
Ya solo quedaba la mejor de las decisiones, la eutanasia, lo que me queda en duda es como escribistes, con que dedos o manos jejjeje...
Me sorprendistes gratamente con este texto.
Saludos sin amputaciones.
