Arde la nada, y solo soy un horizonte, redondito, minúsculo, pugnando por trascender mis limites, pero es inutil, una gota de transpiración se desprende de mi birome, y yo la miro, en el portalápices, donde la guardé, a falta de otro sitio mas específico, mientras pienso, sás. Es una mala señal que las biromes transpiren, habla mal de nosotros, como si fuéramos, que se yo ¿escribientes negreros? Esclavistas, eso, de bolígrafos condenados a rolar por las páginas de una hoja, por las palabras de una letra, por la novela entera de un circulito cuya circunferencia hacemos transitar a la pobre birome cuando tratamos de escribir. Porque es eso, es condenar a la birome a la prisión de nuestro propio encierro. Vocifero, entonces, ya me va a salir algo, vas a ver, y vos te vas a inmortalizar, te lo juro, yo voy a ser tu vehiculo. Pero es al pedo, yo no soy ninguna piedra filosofal de la literatura, no inmortalizo nada. La birome ya no anda, pasó al retiro del lapicero, como quien sabe cuantas otras, agotada, vacía, desalmada, incluso, luego de haber perdido su néctar en la orbita de mi inhibición literaria.

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1 Comentarios

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  Abyssos

  Vaya analogía la que has hecho aquí. Digamos que nuestras alegrías y temores, se los dejamos a la pluma que plasma por nosotros en el papel, nuestro universo interior. Quizá ese es su rol en nuestra historia, o quizá si somos unos esclavistas.
  
  Fascinante, un saludo.

  07/06/10 07:06