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Duelo En El Oeste

El frío y una parada repentina del viento comunicaba a los ciudadanos que se acercaba la hora del duelo entre Nobody y Jack Gun, entre el banco y la guarida del Sheriff. Todas, las quince puertas de las casas del pueblo, se cerraron. Las ventanas claudicaron al unísono, oyéndose un tremendo estruendo. Un pueblo sloitario a las cinco de la tarde. La hora.
La arena olía a anuncio de muerte. Incluso un ave tan espectacular como temido, sobrevolaba a escasos diez metros de altura toda la extensión de Koninwa con ritmo lento, como acostumbra el buitre leonado. Todo el pueblo menos los dos pistoleros que se habían citado para resolver una cuestión.
Una mano en el cinturón y la otra, la diestra, acariciando la pistola, con la mirada fija haciéndose con la fuerza del tiempo y formando un triángulo mortal entre sus espuelas plateadas y su cintura. Así se preparó Nobody. Frente a él, a veinte metros, la figura elegante de Jack Gun, que sujetaba con ambas manos sujetando fuerte sus pistolas, arqueando los brazos y rozando con los pulgares la cartuchera. Nobody sentía el dolor del mal augurio. Jack guiñó su ojo derecho al tiempo que retumbaba el sonido paralizante de la campana de la iglesia del pueblo. Igual que en sus anteriores duelos.
El buitre se posó delante del banco. Solo tenía que esperar el disparo que debería de acabar con uno de los dos. Y llegó. Ambos se olvidaron de la causa de su duelo y pasaron a hacer efectiva la consecuencia. La sangre se agolpó en la diestra de Nobody mientras Gun la repartía entre ambas, mientras se mostraban inmóviles. A las cinco de la tarde, habiendo pasado solo un segundo, ocurrió lo inesperado. Un disparo, un muerto. Un agujero en la sién y cayó desplomado en el suelo amarillento bañándolo de sangre lentamente. El olor a pólvora y el leve sonido del carroñero avisó a la gente del pueblo. Una a una se fueron abriendo las ventanas. Todos pudieron ver el desenlace. Jack Gun había muerto.
Silenciodeluna31 de julio de 2009

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